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Hay una conexión geométrica que enlaza el retrato que un artista anónimo del siglo XVIII hizo del cardenal Pedro González de Mendoza con la obra ... abstracta (acrílico y pastel) que más de 200 años después firmó Pilar Marco Tello. «Si te fijas, la estructura de la composición es casi idéntica», dice Fernando Díaz-Pinés, director del Museo de la Universidad de Valladolid (MUVA). El tamaño de los lienzos, varias líneas (oblicuas y horizontales) que se sitúan casi en el mismo lugar.
Estas dos piezas, las primeras que se ofrecen a la mirada del visitante, son una muestra del espíritu que impregna la nueva distribución que ofrece el museo, cuando se han cumplido ya dos décadas desde su fundación (en 2002) y diez años de su mudanza a este edificio Rector Tejerina (2012).
Desde ese año no se habían tocado estas salas, que en este mes de enero estrenan continente (paredes más claras, renovada iluminación) y una nueva presentación de los fondos patrimoniales de la Universidad.
De hecho, muchos se exhiben ante el público por primera vez, después de abandonar los almacenes en los que permanecían depositados. Frente a la anterior articulación cronológica que recorría el museo, se apuesta ahora por una distribución temática, en la que obras barrocas conviven con piezas contemporáneas.
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«El tiempo aquí está descoyuntado», asegura Díaz-Pinés, quien pone como ejemplo instituciones como la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma en su apuesta por este diálogo entre obras de distintas épocas y autores. «Hacer convivir piezas de diversos momentos históricos, con una condición temática, permite establecer otro tipo de conexiones entre los fondos».
Así, el retrato que Blas González García-Valladolid hizo de la reina María Cristina de Habsburgo en 1881 comparte pared con 'Alfonsina vestida de Marcos', una menina que el salmantino Antonio Marcos Collantes concibió en 1989. O una obra de Claudio Coello (artista del siglo XVII) comparte apellido con un José Andrés Coello del siglo XXI.
«La Universidad tiene un patrimonio artístico, atesorado en los últimos siglos, que en algunos casos supera al de algunos museos provinciales», subraya Díaz-Pinés. El deseo de convertir todos esos fondos (reunidos en torno a adquisiciones, patrocinios, donaciones...) en una colección permanente ya rondaba por la cabeza de los rectores desde principios del siglo XX.
Al final, cristalizó en tres sedes expositivas:el museo de Ciencias Naturales (en el colegio García Quintana), el de Ciencias Biomédicas (en la facultad de Medicina) y este de Historia y Arte (en el Edificio Rector Tejerina).
«Lo ideal sería que las tres colecciones se mostraran en una única sede. Es una vieja aspiración que convertiría un museo así en visita obligada para todos los que vinieran a Valladolid», defiende el director del MUVA, quien lamenta que la situación actual –el museo carece de una entrada independiente y ha de accederse por un edificio administrativo y donde se imparten clases– impide su apertura los fines de semana y festivos. Y esto limita su difusión no solo entre los vallisoletanos, sino especialmente entre los turistas.
La primera sala del museo (que incluye piezas litúrgicas de los siglos XVI a XVII y un trío de casullas)está ahora dedicada al dibujo, el grabado y la litografía, donde destacan obras de Antonio Saura, Luis Gordillo o Juan Barjola. Junto a ellos, piezas de Lorenzo Colomo, Jesús Velasco o una maqueta arquitectónica de Juan Carlos Arnuncio. La segunda sala explora la abastracción, con obras de Gonzalo Martín Calero, Jorge Adrados (de su serie 'A susurros') o un díptico de Pilar Marco Tello.
La colección avanza (después de un pequeño espacio dedicado a las naturalezas muertas)con un paseo por los campos de Castilla, con obras de Gabino Gaona ('Paisaje castellano', de 1956), Félix Cuadrado Lomas ('Paisaje de Ávila', 1967), Manuel Mucientes ('Pozaldez', 1956) o Mercedes del Val ('Paisaje con mulas').
La obra de Antonio Maffei Carballo (pintor nacido en La Habana en 1885 y que fue profesor de la UVA) tiene varios ejemplos, como 'Pinos', de 1926, o varias estampas a orillas del Pisuerga fechadas en 1944.
Los paisajes contemporáneos se adueñan del tramo que conduce hacia la sala de retratos, como el del benedictino Fray Antonio Yepes, que el simanquino Manuel Peti Vander pintó al óleo en torno al año 1700. O el apunte al natural de Miguel Delibes que Belén González terminó en 1994. Los figurines de Mery Maroto conviven con un 'Retrato femenino' de Capuletti o uno de Fernando VII, anónimo del primer tercio del siglo XIX.
La última sala del museo está dedicada a la liturgia universitaria y varias piezas vinculadas con la institución, como un retrato del Cadenal Mendoza (anónimo de 1625) y los cuadros que Diego Pérez Martínez dedicó en 1788 a San Ambrosio y San Gregorio Magno, para la antigua capilla de la Universidad.
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