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No hace falta poseer algo para ser su dueño si ese algo forma parte de la historia colectiva. Con ese presupuesto trabajan Jesús Urrea y Enrique Valdivielso, catedráticos eméritos, que han seguido la pista a 120 retablos de Valladolid y los han recreado sobre el ... papel en 'Rescatar el pasado. Retablos vallisoletanos perdidos, alterados y desplazados' (Universidad de Valladolid). Han compuesto el puzzle de tantas esculturas fuera de su hornacina y de tantas pinturas extraídas de su marco original. Lo han hecho con los retablos documentados a través de dibujos, explicaciones escritas y fotografías.
«Estamos acostumbrados a ver las esculturas exentas en el Museo Nacional, por ejemplo las del Retablo de San Benito. Nosotros hemos compuesto el conjunto completo», explica Urrea, muy aficionado a «la reconstrucción de los objetos, realidades o edificios perdidos siempre que haya fuentes para poder hacerlo».
Valdivielso, vallisoletano también, hizo algo similar en Sevilla y se animaron los dos a intentarlo en su ciudad. «Pensamos en unos 50 retablos pero nos hemos ido a 120». La destrucción, dispersión o desplazamientos de los retablos en Valladolid tiene diferentes épocas. «Fue importante cuando la diócesis ocupó territorio de otras como Palencia o León. Ahí los obispos movieron algunos ante el temor de perderlos. Otro momentos señalados fueron la desamortización y la ocupación francesa. Por último en los años 60 a raíz de una mala interpretación del Concilio Vaticano II, por la nueva liturgia, por una supuesta modernización, se desplazan los altares y se limpian los ábsides, dejando la arquitectura desnuda. Por último la despoblación de municipios, los arzobispos protegen el patrimonio llevándolo a otros lugares», explica Urrea.
Reconstruir la imagen original de los retablos, de los que a veces solo hay una foto o un dibujo, es más fácil en el caso de los «clásicos o góticos» que en los «renacentistas o barrocos, porque mueven la estructura, cambian el tipo de columnas en cada piso, hay plantas semicirculares».
Ejemplo de sencillez clásica es el retablo de San Lorenzo recreado a partir de «un libro de visitas del XVII en el que se describe». Más complejo es el de San Benito el Viejo, con un lienzo desparecido de Gil de Mena, o el de San Antón abad, para la iglesia del Hospital de San Antón, hoy entre el Museo y el Santuario, «mantiene los relieves pero no las pinturas». La proyección del Retablo de Nuestra señora de la Antigua en su emplazamiento original evidencia la relación que buscó Juan de Juni entre la pieza y la arquitectura gótica.
Valdivielso y Urrea han buscado 'casa' a la Santa Eulalia del Museo, a Nuestra Señora de la Piedad que hoy está en San Martín o a San Isidro Labrador de Santa María de Dueñas, recreando digitalmente el marco para el que fueron tallados.
Además de los que poblaron los templos vallisoletanos, han seguido los que los artistas locales hicieron por encargo de parroquias lejanas como el 'Retablo de santa Clara', facturado por Agustín Castaño para el convento de clarisas de Plasencia en 1619 y hoy en la Capilla de San Francisco de Málaga.
Hay retablos como el de San José y San Bautista concebidos por Juan de Maseras para ser colaterales al altar del presbiterio de las franciscanas de Eibar. Las fotografías han permitido recrearlo ya que fueron destruidos en la Guerra Civil. El central, cuyas esculturas fueron encargadas a Gregorio Fernández, también ha sido 'imaginado'.
«No se puede hacer nada con el patrimonio vendido legalmente, pero al menos podemos conocerlo, ser conscientes de la propiedad intelectual de sus creadores. Es el patrimonio espiritual del pueblo del que procede», concluye Urrea.
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