Hijas del reformismo borbónico y del afán ilustrado, las reales fábricas de manufacturas copian el modelo francés. En La Granja se instala la del vidrio que trascendió el abastecimiento a palacio y se mantiene hoy como bastión de la técnica artesanal del soplado.
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«No es un museo al uso pues mantiene su funcionalidad, el vidrio ha pervivido y el visitante puede ver la fabricación in situ», cuenta Paloma Pastor, la directora de este centro dividido en tres áreas, «museo, escuela y centro de producción».
El edificio ya es en sí mismo un vestigio único, «no hay muchos dedicados a fines industriales en la Europa del XVIII con estas dimensiones y esta arquitectura, con esas bóvedas tan altas. Solo el museo tiene un área de 16.000 metros cuadrados».
Formó parte del «reformismo ilustrado de los Borbones que querían potenciar las manufacturas nacionales, pero curiosamente la de vidrio fue fuera de Madrid. En parte porque Felipe V decidió vivir aquí y construyeron más edificios. También porque aquí había buena arena, leña y agua. El primer vidriero fue Ventura Sit en 1727, que levantó un modesto horno para satisfacer las necesidades de palacio, los vidrios de los ventanales. Luego se impulsó la fábrica».
Y La Granja se llenó de maestros alemanes, bohemios, franceses, ingleses. «En ese momento competían en Europa por ver quién hacía el espejo más grande para los salones. Se llegaron a fabricar de 3,5 metros de altura. Era el Siglo de las Luces y el juego de las lámparas de araña y los espejos, en la sensibilidad de la Ilustración, funcionaban como una escenografía en la teatralización social de esos salones. Con Carlos IV se fabricaron servicios de mesa, vidrios ornamentales, lentes de óptica, anteojos, los frascos de las expediciones científicas, más de mil y pico variedades de piezas se tienen registradas». Con la Guerra de la Independencia todo se paraliza. «La fábrica pasó a ser gestionada por vidrieros particulares. En 1970 se abandona y en 1980 que constituye la Fundación que la rige hoy».
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«Fabricamos con las mismas técnicas de soplado de pulmón que en el XVIII, que es de compleja ejecución y necesita años de aprendizaje. Estamos en negociaciones con el Ministerio de Cultura para que lo declaren Bien de Interés Cultural Inmaterial, está incoado el expediente a la espera de que se resuelva pronto. Sería proteger una técnica que ayudamos a mantener y difundir».
Si hay algo que fascina a los visitantes es el horno, donde los maestros vidrieros mantienen el soplado ante sus ojos. «El público sale distinto a como entró en el museo, aquí descubren la tecnología del vidrio, el trasfondo de la fabricación de una pieza y cuando lo ven valoran la producción artesanal. El vidrio es algo muy próximo al ser humano, pero muy desconocido».
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