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Francisco de Cossío, al que profesaba una gran admiración como director del Museo de Pintura y Escultura de Valladolid, le bautizó como 'el escultor de ... las alturas'. Lo hizo en un artículo de su sección 'Ensayos', en El Norte de Castilla, después de haber subido a la torre de la Catedral para contemplar, al lado de su escultura del Sagrado Corazón, la ciudad de Valladolid. «Aquí, en la altura –escribió Cossío– nos hacemos más benévolos, mejores. Como todas las cosas se nos presentan sin secretos, sabemos perdonarlas». Y añadió «estas emociones se las debo a don Ramón Núñez, ahora el escultor de las alturas, el que labró la estatua más inaccesible de la ciudad».
Don Ramón Núñez Fernández, o don Ramón Núñez F. Matheu, como él se firmaba, es el protagonista del último libro del profesor e historiador Salvador Andrés Ordax (Burgos, 1941), publicado por la Universidad de Valladolid bajo el título de 'De Santa Cruz a lo más alto'. Un nuevo trabajo que abunda, centrándose esta vez en la figura del que fuera director de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid entre 1912 y 1930, en su labor investigadora («un tercio de siglo») alrededor del Colegio de Santa Cruz de la capital. En la antigua Hospedería del Colegio, fundado por el Cardenal Mendoza en 1493, se ubicaban, a principios del siglo XX, las instalaciones de la Escuela, y allí se estaba también, en el edificio principal, el Museo, donde Cossío trabajaba como director antes de serlo de El Norte de Castilla.
Ramón Núñez Fernández llegó al Colegio de Santa Cruz, es decir, a Valladolid, en el año 1912, para hacerse cargo de la Escuela de Artes y Oficios que, con anterioridad, había dirigido don Manuel Martí y Monsó, a quien los vallisoletanos recuerdan con una de sus plazas más concurridas. Llegó como catedrático de modelado y vaciado, precedido de una cierta fama como artista por su anterior trabajo en Galicia, y desarrolló aquí una buena parte de su obra, dejando en la ciudad testimonios como la Virgen del Colegio de Lourdes o, el más célebre de todos, el Sagrado Corazón que remata la torre de la Catedral; ése que en la universidad vallisoletana los alumnos llamaban 'el estudiante', porque permanecía por las noches con su 'flexo' encendido mientras la ciudad dormía… y ellos decían que estudiaban.
El proyecto de la culminación de la torre de la catedral con la escultura de Ramón Núñez obedece a un momento de exaltación de la figura del Sagrado Corazón en toda España. Cuarenta años después de haberse hundido (en 1841) la Buena Moza, hasta entonces la única torre catedralicia, en el lado izquierdo de la fachada, surge en Valladolid el proyecto de levantar una nueva torre, esta vez en el lado derecho, para de algún modo rematar la portada. Mientras se levantaba esta nueva torre, en los últimos años de vida del cardenal Cos, Núñez le cuenta su proyecto, y el propio arzobispo le encarga a García Guereta que varíe el diseño original y prepare un remate adecuado para acoger la figura del Sagrado Corazón. La figura se realizará en 1922, ya con Gandásegui como arzobispo.
La escultura se realizó en los talleres Gabilondo de Valladolid. Ocho metros de altura y un pedestal de metro y medio. En su emoción, el propio Núñez había escrito unos versos en los que contaba su experiencia, publicados por 'Diario Regional': «Que el hombre, pobre criatura, / fuera un átomo infecundo, / si, deshecha su envoltura, / no deja con fe segura / una idea para el mundo». Más técnica fue la crónica de El Norte tras la inauguración, el 24 de junio de 1923, delante de cien mil personas y con una ceremonia conjunta de 24.000 comuniones. Firmada por Carlos Rodríguez Díaz, decía que se trataba de una obra «de sobria y artística composición. Toda ella (…) de cemento, armado y con fuerte trabazón de alambre de telégrafo, dispuesto de una forma especial que constituye una originalidad y un progreso técnico en esta clase de construcciones». El cronista desvela que la ejecución de la obra le ha llevado a su autor catorce meses.
Ramón Núñez nació en San Fernando (Cádiz) en 1868, pero pronto se trasladó a Zamora, siguiendo el destino de su padre, que era militar. En el instituto zamorano ya apuntaba maneras artísticas. Obtuvo un sobresaliente en la nota final de dibujo lineal y de figura, y eso le valió para trasladarse a Madrid a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Por oposición ganó la plaza de profesor de escultura (modelado y vaciado) en la Escuela de Artes y Oficios de San Clemente, en Santiago. Curiosamente la fundación, en su origen, de un ilustre colegial de Santa Cruz, un 'pintianus collega' (que así se llamaba a los vinculados a la institución vallisoletana de Mendoza) llamado Don Juan de San Clemente y Torquemada, arzobispo compostelano y conocido, por su sapiencia, como el 'alter Séneca'.
Regresará de nuevo a Castilla, con 44 años, para ejercer su nuevo cargo en Valladolid. Vendrá con una gran admiración por la obra de Gregorio Fernández, y enseguida se incorporará a la vida cultural de una ciudad donde funcionaban otros importantes focos culturales y artísticos como el Museo, la Universidad o el Ateneo. Con el paso de los años, llegaría a ser vicepresidente de la Sociedad Castellana de Excursiones, muy activa en aquellos momentos; presidente de la Sociedad Arte Castellano y presidente de honor de la Sociedad de Peritos de Valladolid.
Una de las primeras esculturas suyas que se expusieron con éxito en la ciudad, en el mismo año de su llegada, fue 'La mujer adúltera', la cual, junto con otras obras como 'Ensueño', 'Boxeador' o 'Busto de niño', formó parte de la Exposición Regional de Bellas Artes de 1912, celebrada precisamente en el Colegio de Santa Cruz. De los estudios de esos primeros años pucelanos surge precisamente la imagen de la Stella Maris que hoy preside la fachada de la Universidad de Comillas, en Cantabria. Para Valladolid realizaría, en 1923, la estatua de Nuestra Señora de Lourdes, en la fachada anterior del colegio. Y más tarde, en 1927, una imagen triunfal de Cristo Rey que estuvo, como recuerdan los testimonios gráficos, en la iglesia de los Jesuitas.
En Galicia, Núñez ya había dejado testimonio de su arte en varios pasos de Semana Santa. Y en Valladolid proyectó en 1926 una Cena de los Apóstoles, que no terminó de materializarse. Más suerte tuvieron los pasos de la Semana Santa de Zamora 'La Sentencia' y el 'Retorno al Sepulcro', que forman parte de sus desfiles de estos días. Lo mismo que 'El Yacente', de Palencia.
Entre el resto de sus obras, además de las piezas de la fachada de la Universidad de Santiago, se cuentan numerosos bustos y retratos, como el de la poetisa gallega Filomena Dato Muruais, el de Montero Ríos, los de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg o el del monumento a Cervantes en Santiago. De los bustos que ejecutó sobre su maestro, don Ramón Álvarez Moretón, uno se conserva en la Academia de Valladolid, y otro, en bronce, luce en su monumento de la Plaza Mayor de Zamora.
En Valladolid fue también relevante su relación con la Facultad de Medicina. Como maestro anatomista, pero también como autor de los bustos de Luis de Mercado y de Daza y Chacón, dos eminencias médicas del Renacimiento. Y como ejecutor de la orla de 1929.
Y una rareza. Antes de trasladarse a Madrid, para pasar los últimos años de su vida en la Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma, dejó impresa en Valladolid, en la imprenta de Allén, su novela 'Un obrero'. Una obra en cuyo prólogo el artista advierte al lector: «Cumplo con un sagrado deber: el de serte sincero diciéndote que no soy literato». «Con el pretexto de la vida de un obrero modelista-decorador –escribe sobre la novela Carlos Rodríguez Díaz, uno de sus más fieles cronistas, en El Norte de Castilla–, se hace apología del socialismo cristiano». Uno de los pocos ejemplares que se conservan de esta obra está dedicado, de su puño y letra, precisamente a don Francisco de Cossío.
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