Un pintor de Valladolid entre las calles de Nueva York y el pinar de Antequera

«Es una forma de acercar mi obra a quien disfruta de la pintura, mucha gente me reclamaba hacerlo en Valladolid y se han alineado los astros para que hubiera obra disponible y un espacio adecuado para enseñarla», explica este artista identificado de lleno con el hiperrealismo. Si la primera planta de la galería aparece copada por escenas urbanas en calles y avenidas de San Francisco, Nueva York, Chicago, Londres o París, entre las arquerías del sótano ha colgado paisajes de la costa noroeste de Estados Unidos a partir de casi 5.000 fotografías que tomó durante un viaje en automóvil por los estados de Washington, Oregón y zonas de Canadá. Paisajes naturales y construcciones, faros, playas del Pacífico... «Para mí era un reto abordar paisajes naturales», cuenta el artista, más bregado hasta entonces en ambientes urbanos, de tráfico y arquitectura de grandes ciudades. «Captar ese alma de las ciudades me resulta más difícil, tiene más recovecos, perspectivas, más exigencias en cuanto a pintar edificios, ventanas, automóviles, reflejos... hay muchos más elementos y contrastes que en la naturaleza, que no es mi zona de confort. Yo pinto ciudades», asevera quien se puso el reto de vérselas «con la temperatura de los colores, asegurándome de que los verdes son correctos».

Uno de esos ambientes de ciudad fue el que plasmó en el Paseo del Príncipe del Campo Grande, una obra que ilustra la publicación conmemorativa de los 170 años de El Norte de Castilla.

De los lagos con orillas nevadas y puntiagudos abetos canadiense a lo más cercano, la exposición acoge también alguna estampa vallisoletana, como un cuadro de un pescador en la orilla del río Duero en el pantalán de San Miguel del Pino, o un atardecer con el sol fundiéndose con las sombras de la noche que cae con luminosidad rojiza sobra las cortezas de los árboles del pinar de Antequera. Tampoco falta el tiovivo navideño de la Plaza Mayor en una estampa que refleja la silueta del artefacto infantil en charcos del pavimento mojado.

Una rareza entre apabullantes paisajes resulta un mosaico de seis retratos de chicas de espaldas. «Es una línea de investigación que inicié por abordar algo diferente, nunca había pintado retratos». De obras pintadas desde 2017 se compone esta muestra en la que los precios de las piezas oscilan entre los 1.200 euros de las de menor tamaño y complejidad a los 14.000 de, por ejemplo, una vista de una calle de Nueva York cubierta de nieve con vehículos aparcados junto a blancas aceras. La media de las obras expuestas en la galería es de entre 3.000 y 5.000 euros. «El 99% de quien compra mi obra lo hace por placer. No falta quien me dice 'Yo no entiendo, pero me gusta este cuadro'. También hay quien lo adquiere y al cabo de los años revende, pero son los menos».

Con el lienzo que ha pintado del Duero está «experimentando», dice, con vistas a una serie que tomará como referencia las riberas del río en diferentes lugares de su curso. Y en la «rampa de lanzamiento» tiene otra serie con visitantes de grandes museos observando obras icónicas del arte. Ya tiene fotografías tomadas en el Metropolitan de Nueva York, El Prado, la Fundación Louis Vuitton de París, la National Gallery de Londres, la de Oslo... «Intentaré mostrar esos cuadros haciendo algo parecido a esta exposición –avanza el artista vallisoletano–; no sé si será en Valladolid o en Madrid».