Pascual Aranda en la sala rodeado de sus pinturas. Carlos Espeso

Pascual Aranda pinta la belleza y la ruina de la arquitectura rural castellana

El artista salva la memoria de casetas de era, palomares y molinos en óleos que muestra en la sala del Teatro Zorrilla

Jesús Bombín

Valladolid

Sábado, 21 de diciembre 2024, 20:01

Chozos de pastor que a duras penas resisten en pie en pleno páramo, pajares y casetas de era antaño repletas de grano y aperos y hoy con la ruina rondando, pero sobre todo, muchos palomares, buena parte de ellos sin tejado, con muros de adobe ... a medio desmoronar. Pascual Aranda (Palazuelo de Vedija, 1949) ha llevado esa visión de la arquitectura popular de Tierra de Campos amenazada o en ruina a sus lienzos. Diez años de recopilación de parajes y pueblos de un patrimonio antaño vital para la supervivencia de la población y hoy en desuso. Inspirados en fotografías o pintados a pie de paisaje, los óleos sobre tabla del artista vallisoletano cuelgan ahora en la sala de exposiciones del Teatro Zorrilla.

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«El de Villanubla de los Caballeros es el único palomar de Castilla y León con cinco tejados y lo vamos a perder pronto»

Pascual Aranda

Pintor

'El acervo herido' da título a la muestra con la que el pintor, además de enaltecer la belleza de estas construcciones enclavadas en el paisaje terracampino de pueblos de Valladolid, Zamora y Palencia, busca alertar de la difícil pervivencia de un patrimonio moribundo. «Este es el único palomar de Castilla y León con cinco tejados y lo vamos a perder pronto, está muy tocado», explica ante el lienzo en el que retrata la estampa dañada de esta construcción de Villanubla de los Caballeros.

Óleos de palomares de pueblos de Tierra de Campos. Carlos Espeso

Como en este palomar de la localidad vallisoletana, el pincel de Pascual Aranda se ha detenido en otros igualmente dañados como los zamoranos de Cerezinos y Castroverde de Campos, los palentinos de San Román de la Cuba y Ampudia, y otros tantos que pronto se convertirán en tierra fundida con la de las parcelas que los acogen. «Aún en ruinas son atractivos», ensalza el artista, abriendo el foco también a los restos del monasterio de San Bernardino en Cuenca de Campos, la torre caída de Valdunquillo o el almacén de la estación de su pueblo, Palazuelo de Vedija, «donde en los últimos veinte años se han llevado vigas que dejan el tejado al aire, acelerando su deterioro».

Su lamento le extiende también al ámbito urbano, con una vista de Valladolid –la del claustro y parte trasera del edificio de la Casa del Sol en la Rondilla de Santa Teresa– hoy ocultada por la reciente construcción de un bloque de edificios.

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Aunque son los palomares el motivo dominante en esta retrospectiva pictórica, aparecen también otras estampas del mundo rural como la panorámica de la torre y el colegio de Matapozuelos, vistas de Tamarit y Muriel de Campos, las aceñas de Tordesillas o ruinas de Villacreces. Un canto a través del pincel a la belleza de las construcciones tradicionales, un lamento por su progresiva extinción.

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