'Hombre en el baño', de Gustavo Caillebotte, uno de sus lienzos más célebres, presente en la muestra. EFE

El Museo d'Orsay cuestiona la masculinidad del siglo XIX

Dedica la primera retrospectiva al pintor impresionista Gustave Caillebotte, pionero en retratar la vida moderna en el París burgués

Enric Bonet

París

Lunes, 4 de noviembre 2024, 11:39

El Museo d'Orsay ha aprovechado el 130 aniversario de la muerte de Gustave Caillebotte (1848-1894) para exponer sus obras a través de un punto de vista original. El prestigioso centro de arte parisino ha apostado por el enfoque de género, en concreto, la ... crisis de la masculinidad en la Francia de finales del siglo XIX, como el principal criterio de la primera retrospectiva que dedica a este pintor impresionista.

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Hasta el 19 de enero pueden contemplarse en la capital francesa las 65 pinturas de esta ambiciosa muestra. Es el fruto de una colaboración entre el museo parisino, el Instituto de Arte de Chicago y el J. Paul Getty de Los Ángeles.

La historia del arte había presentado a menudo a Caillebotte como el amigo rico de los impresionistas. Por sus orígenes burgueses -era el hijo de un empresario vinculado al Ejército-, tuvo una vida acomodada. Compró a Monet, Pissarro o Degas algunos de sus cuadros más famosos, además de contribuir a la irrupción del impresionismo. Esta retrospectiva evidencia, no obstante, que Caillebotte podía sentarse en la mesa de los grandes de la época. También por su arte.

La exposición, titulada 'Caillebotte. Pintar a los hombres', muestra las pinturas y esbozos del artista de manera cronológica y guiándose por la temática de las nuevas representaciones de la identidad masculina. Parte de la premisa de la crisis de la masculinidad en la Francia de finales del siglo XIX. «Tras la derrota en la guerra franco-prusiana, aparece una especie de inseguridad en los hombres. Esta no solo se debe a la debacle militar, sino también al acceso de la mujer a la educación, las leyes sobre el divorcio o las incipientes reivindicaciones feministas. Una de las consecuencias de ello fue una caída de la natalidad», explica el historiador del arte Paul Perrin, director de las colecciones de museo d'Orsay.

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Su predilección por los hombres era el reflejo de una vida en la que predominaron las compañías masculinas

Casi el 70% de las figuras en los cuadros de Caillebotte eran hombres, según los comisarios. «Esto hace que nos preguntemos si sentía una mayor atracción por los hombres que por las mujeres», explica Perrin, quien reconoce que en los archivos no encontraron ningún elemento que demuestre una supuesta homosexualidad del artista. De hecho, su predilección por los hombres era el reflejo de una vida en la que predominaron las compañías masculinas, tanto en su familia -tuvo dos hermanos y un hermanastro- como en sus amistades. Influenciado por el realismo,

Caillebotte pintó a sus modelos en entornos verídicos. Por consiguiente, retrató escenas íntimas de personajes masculinos -por ejemplo, 'Un hombre secándose la pierna', de 1884-, introduciéndose en un género hasta entonces reservado a las representaciones femeninas.

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Anonimato y soledad

Caillebotte sobresalió como «el cronista pictórico de la existencia moderna», según las palabras del crítico de arte de su época Gustave Geffroy. Eso se vio reflejado en la aparición en sus cuadros de la figura del obrero o del deportista, especialmente de los remeros. Un buen ejemplo de ello es 'Los acuchilladores de parqué', de 1875, presentado junto con varios esbozos. Pese a mostrar a trabajadores de rodillas y ejerciendo un oficio muy duro, los muestra como formas viriles y con una anatomía noble.

Caillebotte convirtió los balcones de los edificios del naciente París haussmaniano no solo en el escenario de sus retratos, sino también en el punto de vista desde donde observaba. Lo que le permitió retratar paisajes con una perspectiva inclinada, y así crear planos que resultarían característicos de la fotografía o el cine. La muestra tiene el mérito de reunir sus mejores obras. Además de brillar en el retrato del gris claro del cielo parisino y su armonía con la arquitectura de la capital, esos cuadros muestran la paradoja de que la aparición de la multitud urbana estuvo acompañada por la anonimato y la soledad.

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La irrupción del individualismo burgués coincidió con la desaparición del individuo. Los paseantes aparecen con el rostro difuso. Deambulan como seres solitarios y ensimismados.

Más que una deconstrucción de la figura masculina -en este sentido la tesis de la exposición abusa de algunas interpretaciones algo forzadas-, el arte de este pintor impresionista brilló por su retrato enigmático y casi fantasmagórico de la vida moderna. Un estilo que lo convirtió en un predecesor con varias décadas de antelación del estadounidense Edward Hopper.

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