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CELSO ALMUIÑA
Sábado, 11 de abril 2020, 17:23
No es lo mismo estremecerse ante estadísticas ciertamente aterradoras, provocadas por esta cruel pandemia, que ponerle el rostro de un ser próximo, muy querido. Puedo dar fe personal, más allá de la amistad de tantos años, de la gran persona, del excepcional profesional, del padre y amigo de sus amigos, que era Pablo Puente, fallecido en Valladolid tras una larga hospitalización.
Como persona, era inteligente, muy trabajador, tremendamente desprendido, callado y hasta reservado por tímido; salvo en los pequeños círculos de amigos que se mostraba tremendamente agudo y muy fajador (dialéctico).
Estudió Arquitectura y fue profesor de la Escuela de Arquitectura de Valladolid. Quiso completar su formación con la Licenciatura de Filosofía y Letras (1987). Funcionario de la escala de arquitectos del YRYDA. Presidente del Colegio de Arquitectos de Valladolid (1986-88). Promotor y director adjunto de la colección Tratadistas castellanos y leoneses. Vocal de la revista Anales de Arquitectura. Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de S. Fernando. Miembro numerario de Estudios Bejaranos. Miembro de la Misión Pontificia en la Exposición Universal de Sevilla (1992). Augusta Cruz 'Pro Eclesia et Pontífice' (1993), Medalla de Oro del Obispado Amberes (1995). Medalla de plata de la Bienal de Arquitectura (Sofía, Bulgaria)...
Tenía instinto de investigador tanto para las restauraciones como para los montajes de las múltiples exposiciones que se le encomendaron. Siempre comenzaba por un exhaustivo análisis previo de carácter histórico-artístico, para no traicionar, decía, la esencia de la restauración a emprender. Múltiples son sus libros y artículos de divulgación sobre la temática. Ha creado una auténtica Escuela de cómo montar exposiciones. Un maestro.
Pablo Puente fue pieza clave del montaje de las diez primeras exposiciones de las Edades del Hombre (1988). La idea primigenia fue de José Velicia: dar a conocer el rico patrimonio artístico de la Iglesia española como vía estética para divulgar la ética católica. Una nueva forma de catequizar. Pepe Jiménez Lozano se encargaba de estructurar la idea. Pablo Puente de la parte expositiva (diseño y montaje), realmente compleja y eje del éxito o fracaso de las mismas. Y Eloísa Wattenberg, junto con un amplio equipo, de 'vestir' el conjunto: selección y encuadre de las piezas.
He podido ver desde muy cerca, como amigo y como comisario de la exposición sobre 500 Años del Tratado de Tordesillas (1994), que él se encargó de diseñar y montar, cómo trabajaba Pablo. No regateaba tiempo, esfuerzo o sabiduría. Repensaba cómo mejor visualizar la idea que querías representar. Murcia fue otro de los espacios en que trabajó en la realización de varias exposiciones también de contenido religioso: Huellas, Museo Salzillo, etc. Sin olvidarnos de la espléndida y original exposición permanente en la Iglesia-museo de Santa María de Becerril de Campos (Palencia). Su reconocido prestigio, hace que el Vaticano le llame para colaborar en el Pabellón de la Santa Sede en la Exposición Universal de Sevilla (1992). Su participación siempre fue generosa. Totalmente desinteresada. Por ello, el Papa le concedería una de las más altas condecoraciones del Vaticano.
Pablo Puente sentía una especial atracción por el mundo cultural. Destacado ateneísta. En el Ateneo de Valladolid ha impartido varias conferencias, además de colaborar en su revista Gaceta Cultural. La historia de Béjar era su pasión central. En su discurso, como académico del Centro de Estudios Bejarano (2012), disertó sobre 'La piedra profanada. Escultura en Béjar en el primer tercio del siglo XX'. Últimamente andaba muy ocupado y preocupado en el estudio sobre las 'Colonias Escolares de la Institución Libre de Enseñanza en el Castañar' (Béjar).
Su vinculación con Béjar data de hace muchos años. En Candelario encontró, desde muy joven, su segunda 'patria', su amor (María del Castañar) y su refugio. Su esposa, sus cuatro hijos, con sus respectivas parejas, todos sus queridos nietos, familia en general, compañeros de profesión y, desde luego, sus apenados amigos de la tertulia semanal, sentimos tremendamente la marcha de un hombre bueno. ¡Pablo, te vamos a echar mucho de menos! Nada será igual.
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