![Muere el escultor vallisoletano Ángel Camino mientras estaba de vacaciones en Austria](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202207/06/media/cortadas/angelcamino-k3ZE-U170644973592JqH-1248x770@El%20Norte.jpg)
![Muere el escultor vallisoletano Ángel Camino mientras estaba de vacaciones en Austria](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202207/06/media/cortadas/angelcamino-k3ZE-U170644973592JqH-1248x770@El%20Norte.jpg)
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El escultor vallisoletano Ángel Camino (Valoria la Buena, 1953) ha fallecido de «forma súbita» en Austria, país donde pasaba unas vacaciones (alojado en casa de unos amigos), según ha informado 'El Cargol', un medio digital del Penedés, región catalana en la que Camino había fijado su residencia y su taller –en la localidad de San Martín Sarroca– desde el año 1988.
Hasta allí llegó después de estudiar Química en Huesca y Bilbao, paso previo a sus estudios artísticos, ya en Barcelona. Camino –que recibió el premio Racimo de Serrada en 2008 por su trayectoria escultórica– había participado en varios encuentros de escultura en La Cistérniga (suya es la pieza 'Un límite', que puede verse en las calles de la localidad) y su obra formó parte del catálogo de exposiciones de la sala del Palacio de Pimentel.
En 1997 presentó allí 'El ser y un lugar' y en 2009 reunió varios de sus trabajos en 'Pre-textos y prisiones emocionales'. «En todas mis esculturas quiero hablar de la soledad del artista, de su voluntad para seguir a pesar de vivir en un mundo cada vez más hostil y salvaje, y del sufrimiento y alegría durante el proceso de creación, de los caminos equivocados y del descubrimiento que abre nuevos caminos», explicaba el autor en su página web.
Especializado en escultura pública, varias de sus obras pueden verse en espacios al aire libre de Iksan y Kyonggido (Corea del Sur), Puerto del Rosario (Fuerteventura), el parque Juan de Urrutia (Amurrio), Andorra, los jardines de la Universidad de Barcelona o Mondragón (Guipúzcoa). Además de la escultura, trabajaba series de grabados (entre cinco y diez unidades) que dialogaban con sus esculturas. «Unos sin las otras no se entenderían», aseguraba el artista.
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