Rafael Moneo, en su visita al Patio Herreriano. ALBERTO MINGUEZA

Rafael Moneo: «El principal reto de una bodega es enraizarla al terreno»

El arquitecto navarro habló de su experiencia en el sector, donde posee viñedos propios, en una conferencia en el Patio Herreriano

Viernes, 4 de noviembre 2022, 00:09

«No creo que pueda decirse que las bodegas son una anomalía en mi carrera», aseuraba ayer el arquitecto Rafael Moneo De hecho, es más bien lo contrario, pues resulta de justicia afirmar que fue el pionero en dotar de relevancia arquitectónica a un sector ... que hasta entonces vivía encorsetado en las estructuras de lo fabril. Pero es que, además, por si fuera poco, Moneo posee bodega propia, y en Valladolid, además: La Mejorada, asentada sobre un monasterio jerónimo de Olmedo devastado, de cuya recuperación también se encargó personalmente.

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De todo esto y algún proyecto más habló ayer en Valladolid, en el Museo Patio Herreriano, invitado por el Colegio de Arquitectos con motivo del Día de la Arquitectura. Antes visitó la exposición que el museo dedica a los edificios ligados al mundo del vino.

«Quiero aprovechar esta conferencia para dar a Julián Chivite y sus hijos el mérito de haber sido los primeros en querer dar dignidad arquitectónica a las bodegas», explicó Moneo. Ellos le encargaron, en 1991, el edificio de su bodega en Navarra y, a partir de ahí, comenzó todo. Tras aquella experiencia pionera muchas otras bodegas y arquitectos asumieron el reto de realzar la calidad de sus vinos con la calidad de sus edificios, proceso del que da cuenta la exposición 'D.O. Arquitectura' en el Herreriano.

«Siempre que sea posible, el principal reto arquitectónico de una bodega es enraizarla con el terreno, ligarla con el viñedo del que proceden las uvas», explica el arquitecto navarro. El otro gran desafío es cumplir adecuadamente con el 'programa' esencial de este tipo de edificios: asegurar las condiciones de humedad, ventilación y temperatura adecuadas para cada fase del proceso.

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«Y a más, a más, garantizar que la circulación entre las distintas fases se produzca con la menor violencia posible», añadió. Sobre la preocupación, tan extendida, por dar, además, un uso turístico a estos edificios prefiere no pronunciarse, aunque se deduce que no comparte esa visión.

La bodega de Julián Chivite fue una de las que citó en su charla de ayer, junto a la de Álvaro Palacios y Ricardo Pérez Palacios, en El Bierzo, la Ribas, en Mallorca, y la suya de La Mejorada.

Moneo compró los terrenos donde se asentaba el antiguo monasterio de La Mejorada en 1991, junto a dos socios más. Pero desde 2008 es el único dueño.

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El arquitecto se lanzó a la aventura enamorado por la capilla mudéjar del monasterio jerónimo. «Me maravilló este ejemplo de arquitectura islámica en pleno corazón de Castilla», recordaba ayer. En torno a ella organizó todo el proyecto arquitectónico de la bodega, dado que del resto del monasterio no quedaba nada.

La capilla es lo único que se conservaba del histórico edificio, que quedó arrasado tras el paso de las tropas francesas. Tras eso recibió todo tipo de usos, incluyendo el escolar. «Cuando llegamos tuvimos que destruir doce apartamentos que el anterior dueño había construido sobre los restos del monasterio para la residencia de ancianos», explicó el afamado arquitecto, ganador del Premio Pritzker.

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«Empezamos restaurando el edificio con mucha modestia, pero con cierta continuidad. El resultado ofrece hoy cierta dignidad», explicó Moneo, que no dudó en reconocer que se toma muy en serio todo lo que se refiere al monasterio vallisoletano. «Yo soy el último que ha llegado a La Mejorada», explicó para resaltar su conciencia de que detrás de la bodega actual hay una larga historia. Y es que, en su momento, fue un edificio frecuentado por los Reyes Católicos, Cristóbal Colón, Felipe II, Bartolomé de las Casas y el escultor Alonso Berruguete, entre otros muchos.

«Siempre me ha interesado el mundo del vino», reconoció ayer, aunque no fue hasta que viajó a Logroño para construir el Ayuntamiento de la ciudad que tomó conciencia de las posibilidades del sector. «En los bares de Logroño descubrí vinos con muchos más matices que los que yo conocía de Navarra. Y en Madrid me hablaron de un vino castellano sensacional, el Vega Sicilia, y pronto aprendí que el Ribera de Duero podía ser el más elaborado de los tintos españoles».

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