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La mística de Chillida, cara a cara en el Museo Nacional de Escultura con las joyas del barroco
El Palacio de Villena confronta medio centenar de piezas del artista donostiarra con obras de Gregorio Fernández, Juan de Juni y Pedro de Mena, entre otros artistas
En hierro, madera, alabastro, tierra, acero, granito o papel esculpió sueños y emociones místicas Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002), uno de los escultores españoles ... más internacionales de la segunda mitad del siglo XX. El Museo Nacional de Escultura le dedica una exposición que abarca prácticamente la totalidad de su obra, desde 1950 hasta el 2000, confrontándola con una decena de tallas de estatuaria religiosa española de los siglos XVI y XVII.
La muestra se desdobla en dos espacios del museo, el Palacio de Villena, que acoge medio centenar de obras del artista donostiarra en convivencia con la imaginería barroca, y localizaciones exteriores del Colegio de San Gregorio –vestíbulo, claustro y jardín– donde se han emplazado tres piezas de gran porte en acero y granito: el 'Peine del viento XVII' (1990), 'Locmariqcquer IX' (1989) y 'Lo profundo es el aire XVII' (1997).
«Chillida era un hombre de fe, buscaba en la propia materia una carga espiritual y mística que transmite a sus obras, algo que comparten con las de carácter religioso del museo», explica Mikel Onandia, comisario de la muestra. Las tallas de Juan de Juni, Gregorio Fernández, Felipe Bigarny, Pedro de Mena, Pablo González Velázquez y Luis Meléndez alumbran, enlazan o contraponen desde el gótico, el renacimiento y mayoritariamente el barroco las sucesivas épocas creativas del artista vasco.

'Ilarik' fue su primera escultura realizada en 1951 en hierro, material que moldearía durante toda su vida en la fragua de su caserío de Zabalaga en Hernani, donde el Museo Chillida-Leku custodia buena parte de su legado. Un San Juan Bautista creado por Juan de Juni para una capilla funeraria del convento vallisoletano de San Benito convive en la primera sala del Palacio de Villena con figuras de geometrías desgarradas y formas tentaculares de aquel tiempo iniciático. A la escultura llegaría Chillida después de que una lesión frustrase su prometedora carrera futbolística como portero de la Real Sociedad.
«Comparte con Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz la idea de la paradoja, de intentar expresar lo inexpresable, de ir más allá del lenguaje racional, de traspasar los límites»
Mikel Onandia
Comisario de la exposición
A la expresividad silenciosa se dedica otro espacio del Palacio de Villena, con cuatro esculturas monumentales en roble y una en granito. Fue a partir de 1980 cuando tendió a crear piezas monumentales que emplaza en la naturaleza. Aquí, los leños ensamblados presiden la sala escoltados por un relieve germánico anónimo de 1510 y un crucificado en madera policromada del taller leonés (1251-1300), entre otras piezas.

Sus inicios en la figuración inspirándose en la escultura griega evolucionaron hasta la abstracción intentando captar la esencia del espacio, el vacío y sus recovecos en la materia. Lector desde su juventud de poesía mística española, alemana y oriental, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz fueron sus grandes referentes. «Comparte con ellos la idea de la paradoja, de intentar expresar lo inexpresable, de ir más allá del lenguaje racional, de traspasar los límites y buscar en la paradoja un modo de expresión que trasciende toda esa racionalidad que nos pueden dar otras disciplinas como las ciencias naturales o la filosofía», abunda Onandia.
Una Teresa de Jesús salida de la gubia de Gregorio Fernández (1625) y un San Pedro de Alcántara de la de Pedro de Mena (1663) aparecen rodeados de piezas en alabastro y piedra chamota que ofrecen distintos tonos y texturas a las que Chillida aplicó óxido de cobre. Un afán de espiritualidad transferida a la materia que también halla acomodo en creaciones de hierro y acero colocadas junto a una Santa Ana de Pablo González Velázquez, del siglo XVIII.
Levitar
«Él decía que no podía levitar como Santa Teresa, pero que podía reflexionar sobre el concepto de levitación», subraya el comisario. «Tanto sus gravitaciones desde la ligereza como sus grandes moles de hierro o de hormigón colgando abordan esa lucha contra la gravedad». La pieza más moderna del museo que se mide a las de Chillida es un bodegón de 1760 pintado por Luis Meléndez.
Procedentes buena parte de las esculturas del Museo Chillida- Leku de Hernani y también de préstamos de Abadía de Retuerta, Fundación Telefónica, Museo de Belas Artes de Bilbao, Fundación Juan March, Tate Modern de Londres o Museo de Ciudad Real, 'Chillida.Mística y materia' ofrece obras del artista vasco en diálogo con joyas de la colección del Museo Nacional de Escultura en esta exposición, visitable hasta el 14 de septiembre con entrada gratuita.
Justo frente al Palacio de Villena, en un rincón de la calle Cadenas de San Gregorio, al aire libre, se halla la única pieza de Chillida en Valladolid: 'Lo profundo es el aire', que el escultor donostiarra dedicó a su amigo, el escritor y Premio Cervantes vallisoletano Jorge Guillén. El mismo Chillida la inauguró en noviembre de 1982, siendo alcalde Tomás Rodríguez Bolaños.
Obras monumentales en paisajes
Obras icónicas son algunas de sus tallas monumentales enclavadas en el paisaje, como 'Elogio del horizonte' en Gijón o 'El peine del viento' en San Sebastián. En 2018 el Museo Patio Herreriano dedicó dos exposiciones a Chillida y a su relación con Jorge Guillén a partir de una de sus esculturas y un centenar de dibujos, tallas de manos y xilografías. La amistad entre el guipuzcoano y el vallisoletano surgió tras conocerse en la Universidad de Harvard en 1971, una relación que sería germen de la serie de esculturas 'Lo profundo es el aire', que toma por título un verso del poemario 'Cántico' escrito por Guillén.
El presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, Luis Chillida, señaló que organizar una muestra con el trabajo de su padre en el Museo Nacional de Escultura es algo «muy especial. Mi padre era un gran amante de todas las esculturas. Para él el arte siempre fue contemporáneo por el momento en que se hizo; estoy seguro de que esta le hubiera encantado».
En la inauguración oficial participaron el secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí Grau; el director del Museo Nacional de Escultura, Alejandro Nuevo; la vicelehendakari primera y consejera de Cultura y Política Lingüística, Ibone Bengoetxea; y la directora del Museo Chillida Leku, Mireia Massagué.
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