Melania Soler presentará en el Museo del Prado su investigación sobre las redes artísticas de las hijas y nietas de Isabel la Católica. Carlos Espeso

Los mensajes secretos que se lanzaban a través del arte las hijas y nietas de Isabel la Católica

Melania Soler, investigadora de la Universidad de Valladolid, pronuncia una conferencia en el Museo del Prado sobre las redes creadas entre las Trastámara y las Austrias

Víctor Vela

Valladolid

Miércoles, 15 de noviembre 2023, 00:17

Eran hermanas, pero nunca se vieron en vida. María nació en Flandes. Catalina en España. María fue criada por su tía, Margarita de Austria. Catalina, por su madre, en Tordesillas. María se casó con Luis II de Hungría. Catalina, con Juan III de Portugal. Las ... dos, María y Catalina, hijas de Juana I de Castilla y de Felipe 'El hermoso', nietas de los Reyes Católicos, son dos de las protagonistas de la conferencia que Melania Soler (Murcia, 1992) ha pronunciado en el Museo del Prado. La mayor pinacoteca del país ha invitado a la investigadora de la Universidad de Valladolid a participar en un ciclo de voces noveles (menores de 35 años) que ofrecen nuevas miradas sobre el mundo del arte. Y Soler se ha fijado en las redes artísticas matrilineales que tejieron las hijas de Juana I.

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«Conocemos muy bien las colecciones de arte de Felipe II, de Carlos V, pero casi nunca se atiende a la de las mujeres. Eso me interesó mucho, porque también ellas promovieron y encargaron obras. Su patronazgo era un medio para crear una figura propia, pero también para crear lazos con otras mujeres», cuenta Soler. Y un ejemplo está en esas dos hermanas que nunca se conocieron en vida, pero que mantuvieron una estrecha relación por medio de las artes.

Retrato de Catalina de Austria, por Antonio Moro. El Norte

Estamos en el año 1552. María de Hungría envía a la corte de Portugal a Antonio Moro, un pintor a su servicio, con el objetivo de retratar a su hermana Catalina de Austria y a su marido. La idea es que esos retratos pasaran a formar parte de la colección dinástica que María tenía en el palacio de Binche (Bélgica). El artista llevó a cabo su encargo. Y lo hizo con una maestría tal (puede verse hoy en el Museo del Prado) que Catalina quedó prendada del retrato que le hizo, decidió quedárselo para sí y que Moro hiciera una copia para su hermana.

«Le gustó tanto, que hasta su muerte no dejó que le retrataran de otra manera. En las obras posteriores, todo lo que tenemos es repetición de este cuadro», explica Soler. Un retrato en el que Catalina esculpió su propia imagen a través de los detalles. El arte como configurador de una personalidad. El arte, como símbolo de unión de las dinastías que encarnaba Catalina.

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«Creó una imagen que mezcla su figura de esposa consorte portuguesa, ya que porta, por ejemplo, un cinturón con el escudo de la familia Avis, que había sido regalo de su marido, compuesto por piedras preciosas traídas de la India, de China, de Ceilán (de colonias ultramarinas portuguesas)», explica Soler. También lucía un collar que la investigadora de la UVA ha conseguido rastrear, identificado como parte de la colección de Juana, su madre, «con lo que también está ahí el carácter Trastámara». «Y se retrata a la manera que institucionalizan los Habsburgo, apoyada en una mesa, sobre un fondo oscuro, en tres cuartos».

Este retrato es un claro ejemplo del trabajo emprendido por Soler, que en su actual actividad investigadora postdoctoral en la Universidad de Valladolid trata de relacionar las obras artísticas patrocinadas por la dinastía Trastámara para los Austrias, para la siguiente generación.

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'Sísifo', de Tiziano, de 'Las Furias'. El Norte

Hay otro caso. El de 'Las furias'. María de Hungría encargó a Tiziano estas pinturas que hoy pueden verse en el Museo del Prado y que en su día tuvieron un claro mensaje de apoyo dinástico. «'Las furias' fueron pintadas como símbolo de la victoria de Carlos V sobre una rebelión de príncipes alemanes. María pidió estas obras para ser puestas en una cena que iba a llevarse a cabo con motivo del felicísimo viaje que Felipe II hace a Flandes y a la que acudirían estos príncipes. Ella estaba tan implicada en el gobierno de su hermano (Carlos V) que hacía este tipo de encargos para crear una imagen dinástica que lo apoyara. Otro ejemplo es el Carlos V de Mühlberg, también de Tiziano, en el que se retrata al emperador después de ganar esta batalla a los príncipes alemanes».

«El arte es también una vía diplomática», cuenta Soler, quien llegó a Valladolid en enero de 2002 con un contrato postdoctoral Margarita Salas para investigar este peso de las artes en las redes que se crean entre las Trastámara y las Austrias. «Empecé a estudiar género y reinas con Noelia García Pérez, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Murcia. Me atrajo mucho el papel de la mujer en el arte, cómo patrocinaban artistas o grandes obras», explica. Recaló en Valladolid porque aquí está Miguel Ángel Zalama, «el mayor investigador de las hijas de Isabel».

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María de Hungría. El Norte

«Su ayuda es imprescindible en todo este proceso postdoctoral, que se prolongará hasta finales de 2024», cuenta. Además, es profesora en el grado de Historia del Arte de la UVA. Imparte Historia de las Artes Decorativas y, en segundo de carrera, 'Coleccionismo', una asignatura en la que muestra «otras personalidades del coleccionismo femenino», como Wilhelmina Holladay, creadora del Museo de Mujeres Artistas de Washington (1981) o Isabella Stewart, promotora de un museo en Boston (1903). «Sus figuras no son tan conocidas, pero sí muy relevantes en la Historia del Arte».

Su mirada no se dirige solo a las nietas de Isabel I de Castilla, sino también a sus hijas (Juana, Isabel, María y Catalina) y cómo utilizaron el arte devocional con fines religiosos, para transmitir su herencia entre mujeres y comunicarse a través de regalos (libros, tapices, joyas…), ya que estaban muy alejadas en diferentes cortes. Los regalos no eran inocentes y se trataba de una forma de tejer redes entre ellas.

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«Isabel fue muy consciente del papel que iban a tener sus hijas como reinas consortes. Ella misma sabía que teniendo un único heredero [Juan, fallecido con 19 años] y cuatro mujeres, una de ellas podía heredar el trono, como ocurrió. Entonces, las formó concienzudamente para que ejercieran como reinas en las distintas cortes o incluso que se consideraran como reinas propietarias, como ocurrió con Juana. Las formó en latín, en retórica…». «Es muy importante conocer qué hicieron, que tuvieron un papel y voz en la historia y que supieron utilizar las artes como un medio para validar su figura y su posición», asegura Soler.

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