Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón,1957), no se presentará a la reelección de su cargo como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, según anunció el propio directos a la agencia EFE. Su tercer mandato concluye este viernes, 20 de enero, ... y no habrá un cuarto. Quedará al frente del museo la actual subdirectora artística, Mabel Tapia, y el subdirector gerente, Julián González Cid, hasta que culmine el proceso de selección.
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Quien le suceda deberá gestionar una herencia, para muchos envenenada y mantener o revertir la última y personalísima reordenación de la colección estable en la que Borja-Villel ha dejado su sello desde 2021 con una dirección que ha sido de todo menos tranquila .Un discurso que concluye ahora en la actualidad, con obras alusivas a los años del sida, a la catástrofe del Prestige e incluye las pancartas del 15-M.
Tras quince años en el cargo, con un mandato de cinco años prorrogado en dos ocasiones por otros cinco, Borja-Villel podría haber optado de nuevo la dirección. Para ello tendría que haberse sometido al concurso de méritos que el museo pondrá en marcha el próximo uno de febrero, según acordó el Pleno Patronato de la pinacoteca en noviembre pasado. Algo que no hará.
Ha tomado la decisión de no presentarse después de que el diario ABC publicara que en dos de su tres mandatos había ocupado el cargo en fraude Ley, por no atenerse a las bases legales que lo regulaban. Algo que el museo negó desmintiendo al rotativo que asegura que los contratos de Borja-Villel desde 2012 incumplen la propia ley específica del museo y que el Tribunal de Cuentas ya señaló en 2021 que las prórrogas no se atienen a lo dispuesto. El museo aseguró que el contrato del director es «previo a la Ley reguladora del Museo, es decir, suscrito bajo un régimen jurídico anterior a la propia Ley» y que su prórrogas «han contado con una cobertura legal absoluta y plena, por lo que en ningún caso se puede hablar de fraude de ley».
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El órgano rector del museo, presidido por la ex ministra de Cultura Ángeles González-Sinde, abordó en noviembre el relevo en la dirección del museo. Para llevarlo a cabo y designar al nuevo director se deberá convocar un concurso de méritos al que podría haber concurrido un Borja-Villell que no acababa de deshojar la margarita hasta este mismo martes. Y es que con 65 años cumplidos, reiteraba entonces que retirarse no era una decisión que estuviera en su horizonte inmediato.
Borja-Villel llegó a la dirección del museo en 2008 con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente, tras ganar por unanimidad el concurso internacional convocado por Cultura, que designó a un comité internacional que seleccionó a un candidato entre los 29 aspirantes. José Jiménez, entonces director general de Bellas Artes, presidió un jurado integrado por Bruno Corà, Marta Gili, Simón Marchán, Hans-Ulrich Obrist, Rosa Olivares y Alfred Pacquement. Comunicó su decisión el 22 de diciembre al Patronato del museo, presidido por el entonces ministro de Cultura, César Antonio Molina, en sesión extraordinaria, y después se sometió a votación. De las 29 candidaturas, 22 procedían de España, 3 de países europeos, 2 de Estados Unidos, una de Iberoamérica y otra de Asia. Borja-Villel acabó imponiéndose a Enrique Juncosa, director del Museo Irlandés de Arte Moderno de Dublín. Vivió luego dos renovaciones con Mariano Rajoy al frente del Gobierno.
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Licenciado en Historia del arte en la Universidad de Valencia y doctorado en la University of New York, con una beca Fulbright. Borja-Villel estuvo al frente de la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona desde su inauguración en 1990. Dirigió luego el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), donde estuvo 10 años.
En estos tres lustros la polémica ha marcado su gestión con críticas feroces y adhesiones inquebrantables a su peculiar forma de hacer, que alterna las exposiciones más difíciles con las 'blockbusters' dedicados a Dalí a Picasso, que le permitieron superar los cuatro millones de visitas en los años anteriores a la pandemia.
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Se le ha etiquetado su trabajo como 'ideológico y político', y se le ha tildado de 'podemita' o 'dictador'. Se ha desayunado titulares como 'Manuel Borja-Villel se ha vuelto loco', 'El nuevo Reina Sofía, una catedral de dogmas populistas' o 'El puestazo cómodo del director perpetuo del Reina Sofía'. Sus críticos reiteran la ausencia de muchos y destacados creadores españoles en la colección permanente del museo y su clara inclinación hacia conceptual en unas exposiciones calificadas por algunos de «manoladas». Muestras que jamás han arrastrado grandes públicos al museo y a las que el propio Borja-Villel se refiere irónico como las de «los papelitos» para «contar la Historia del Arte» de otra manera.
Hay quien estima, por contra, que con sus singulares propuestas ha «enriquecido» el discurso del arte español de los últimos cien años. Nadie duda, con todo, que ha situado al museo público español en el contexto internacional del arte contemporáneo, que ha establecido un sólido puente con el arte latinoamericano y ha hecho al museo funcione eficazmente en red.
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Los ingresos propios de la pinacoteca han pasado 5 al 40% (incluyendo con la donación de obras), ha culminado la adquisición del Archivo Lafuente, ha creado una fundación de coleccionistas y ha establecido una red internacional de colaboradores, museos y organizaciones que, a su juicio, han dado «una identidad muy marcada» al museo.
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