Tradicionalmente denostados, y reivindicados de unos años para acá, los pliegos de cordel fueron durante mucho tiempo «la única literatura que leía mucha gente, y, posiblemente, la única de la mayoría de la gente», asegura el investigador Luis Díaz Viana. Tuvieron, por tanto, ... importancia capital en la vertebración cultural europea y americana. De esta influencia -y de las numerosas conexiones entre España, Chile, Brasil, México o Argentina- da cuenta la exposición «De lo oral a lo impreso», que puede verse desde ayer hasta el 30 de enero en la Casa de Zorrilla, en el horario habitual del museo. Más adelante viajará al Museo Etnográfico de Zamora donde estará varios meses.
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Pero ¿qué son los pliegos de cordel? Pues como su nombre español indica es un pliego doblado en cuatro partes, de modo que resultan cuatro hojas, en los que se incluían todo tipo de contenidos dirigidos a la audiencia más popular y sencilla: desde romances antiguos a otros más modernos referidos a sucesos del presente, vidas de santos, rogativas, previsiones, horóscopos, chistes, historias reales o inventadas, leyendas… Toda una mezcolanza de contenidos que se caracterizaban por lo morboso, la sátira y la devoción por lo extraordinario, y que a menudo llegaban a su público por vía oral, leídos por ciegos, o recitados por otro tipo de narradores que se ganaban así unas pesetas.
Los pliegos de cordel, que pueden recibir nombres distintos según países, surgen en el siglo XVI y han llegado prácticamente hasta nuestros días. En España desaparecieron en los 60, aunque otras formas de literatura popular, como los almanaques, prolongaron su vida más tiempo. Pero una de las sorpresas de la muestra es descubrir que en algunos países de América siguen todavía vivos. «En Chile, en la zona de Valparaíso, imprimen pliegos, que allí llaman liras, todavía hoy. Es una industria orientada a los turistas», explica Luis Díaz Viana, que pudo adquirir algunos de estos folletos durante sus estancias allí.
La exposición, pequeña en tamaño, pero grande en novedades, permite ver, por primera vez en España, reproducciones de estas 'liras' chilenas, al tiempo que descubrir la potencia gráfica de algunos de los ilustradores que daban forma a estos humildes 'papeles'. En muchos casos, su trabajo fue tan apreciado que llegaron a dar el salto a la cultura de élite como ilustradores y portadistas. En México destacan los nombres de Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, pero también en Brasil se ha desarrollado un importante movimiento de reivindicación de los encargados de la parte gráfica de estos pliegos populares.
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luis díaz viana
El espectador podrá descubrir en la Casa de Zorrilla algunos de los motivos que llevaron a los investigadores clásicos a despreciar esta expresión de la cultura popular, por considerarla no suficientemente auténtica, ni tradicional, demasiado pegada a las aristas e inquietudes de la sensibilidad de cada época.
Sus temáticas escatológicas y sus querencias populares se ven claramente en ejemplos como 'Las cualidades del cuerno', en Brasil. La pasión por los sucesos y lo extraordinario encuentra un ejemplo perfecto en éste de Chile: 'La niña vestida de hombre que se casó con otra niña en Illapel'. La extrañeza de la época ante ciertos hechos se refleja en este otro ejemplo mexicano: 'Los 41 maricones encontrados en un bar de la calle de la Paz', al que acompaña el comentario: 'Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones'. O este otro pliego del mismo país en el que se mezclan lo devocional y lo satírico al informar de la oración que rezan a San Antonio de Padua «las jóvenes de 40 años» aún sin marido: «San Antonio, milagroso, yo te suspiro llorando, que me des un buen esposo, porque ya me estoy pasando». Del protagonismo que otorgan a quienes ocupan los márgenes sociales da fe este otro pliego mexicano dedicado a «Los lamentos de un borrachito con motivo del cierre de pulquerías y cantinas': «¡Pos hora si me amolé! Nos va a llevar la disgracia. Los domingos a las doce ya se acabó la parranda» (sic).
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Esta literatura popular fue despreciada por laicos y clérigos, por ilustrados y románticos, y por estudiosos y estetas. Y, en no pocas ocasiones, fue perseguida por las autoridades, pues en estos pliegos convivían lo comúnmente aceptado y lo que se desmarcaba de lo asentado, o incurría en desviación religiosa.
Pero el principal motivo para el desprecio de los investigadores fue la convicción de que no era suficientemente «verdadera» o «auténtica» como literatura popular tradicional, pues, a su juicio, contenía muchas «contaminaciones» del mundo presente.
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Una valoración errónea que Luis Díaz Viana -corresponsable de la muestra y del catálogo que la acompaña, junto con Carmen Morán- lleva refutando casi 25 años, desde que se ocupó por primera vez de esta materia en 1987, con 'Palabras para vender y cantar. Literatura popular en la Castilla de este siglo' (Ámbito).
«Había prejuicios estéticos, morales y sociales, de clase, contra estos pliegos. Se les despreciaba diciendo que eran la literatura de los reclutas y las chachas, pero era mucho más. Hablamos de algo muy importante en la cultura general del país», afirma.
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Díaz Viana recuerda que los pliegos fueron víctimas, por un lado, de la miopía de las élites, pero, por otro, de una identificación de lo tradicional con el pintoresquismo local. «Era un 'sándwich' que dejaba un margen estrecho para la verdadera investigación y conocimiento». Un desdén que se tradujo en el desinterés por recuperar muchas de estas expresiones orales, así como los documentos escritos. La exposición muestra que había poderosas líneas comunicantes entre los pliegos de unos y otros países, lo que desmiente por completo su supuesto localismo.
En la docena de paneles que componen la exposición se recoge una cita del teórico del arte Walter Benjamin, al que no se le escapó la importancia de estas formas de cultura popular, que no dudó en relacionar con el mundo de los cuentos.
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«Pasaron años. Mi confianza en la magia ya se había perdido y hacían falta estímulos más fuertes para recobrarla», recuerda Benjamin en un texto autobiográfico. «Empecé a buscarlos en lo extraño, en lo horrible y lo fantástico, y también esta vez era ante un armario donde trataba de saborearlos. El juego, no obstante, era más atrevido. Se había acabado la inocencia y fue una prohibición la que lo creó. Y es que tenía prohibidos los folletos en los que me prometía resarcirme con creces del mundo perdido de los cuentos». Cuando Luis Díaz Viana se encontró con este texto se le «abrieron los ojos de sorpresa», pues no le quedó ninguna duda de que se refería a los 'pliegos'.
Como en todo lo que tiene que ver con la cultura popular la autoría de las publicaciones es difusa, incluso cuando los textos van acompañados de firma. En muchas ocasiones se recuperan viejos romances sobre temas históricos o actuales. En otros casos se reciclan estructuras de antaño para temas de hoy. Y no es infrecuente que las estructuras de viejas leyendas urbanas se readapten a sucesos del presente con nuevas apariencias. En muchos casos los textos eran obra de escritores jóvenes que se ganaban así un dinero. Pero el resultado final es el fruto de una intrincada red de interconexiones, aportaciones e interferencias.
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Uno de los aspectos más llamativos es descubrir que la literatura popular no sólo se plasmaba en relatos orales -con la figura del ciego ambulante como referencia principal- y en las hojas de las que nos venimos ocupando, sino también en la música. El caso más claro es el corrido mexicano, que es una expresión singular de esa conexión desde el origen. Aunque siempre, en todo caso, las melodías y ritmos de los recitados fueron esenciales para ganarse el favor del público y lograr que las historias se recordaran.
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