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Está decidiendo el color de una tarjetas. «Verde no va a decir nada, mejor ese amarillo oro viejo». Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) lleva medio siglo escrutando colores, formas, materiales, los que utilizan las decenas de artistas que ha representado su galería. Primero ... en Sevilla, luego en Madrid, esta galerista alternó su negocio con la dirección de ARCO y la Bienal Internacional de Arte de Sevilla.
–¿Algún secreto de permanencia para vivir en el mundo del arte durante 50 años?
–Lo primero tengo buena salud lo que me permite trabajar con todo el entusiasmo y fuerza. También conservo el mismo interés, ímpetu e ilusión por un trabajo que es vocacional. La galería no es solo un trabajo sino una forma de realización, un proyecto vital. Me llena porque tiene ese doble significado.
–Acaba de atender a un cliente ¿ha comprado?
–Comprar en España se compra poco. Creo que los galeristas somos héroes y heroínas. Siempre hay un reconocimiento moral, pero en la cuestión económica nunca hubo apoyo ni fue un camino fácil.Aquí el coleccionismo nunca fue fuerte, ni el público ni el privado. Y los que compran quieren decorar su casa, dar un ambiente grato. En 50 años, ese ha sido el único inconveniente, lo demás ha sido maravilloso.
–¿Son los clientes internacionales los que invierten?
–Muchos son extranjeros, sí. Pero claro una empresa española se debe al mercado que tiene más cerca. Vamos a ocho ferias internacionales cada año, pero en 2020 se ha suspendido todo, no hemos tenido ni ese aliciente.
–La Comunidad de Madrid le ha premiado junto a otras cuatro galeristas (Elvira González, Helga de Alvear, Soledad Lorenzo, Nieves Fernández), ¿el galerismo es más femenino?
–Las cinco reconocidas por la CAMcomenzamos cuando España se abría al mercado internacional. Trabajamos y luchamos por introducir el arte español en ese ámbito. Ycreo que lo hicimos bien y con éxito. Han pensado en la Comunidad de Madrid que constituimos una generación. Es verdad que en los años 80 el arte español estaba en manos de mujeres. Además de nosotras estaba María del Corral o Carmen Jiménez. También en la crítica había chicas fantásticas, casi no había críticos. Se puede decir que en aquella época tan importante para España el arte estaba en manos de mujeres.
–Comenzó con Juana Mordó, luego voló sola. ¿Cómo se aprende a surfear tendencias, artistas, negocios?
–Con gran esfuerzo y manteniéndome siempre al límite. Con el trabajo realizado durante todo este tiempo en otro país podríamos tener un capital. Aquí vamos al día. La cuestión económica es mejor no tocarla, es la asignatura pendiente en este trabajo. Las renuncias y penalidades de los momentos difíciles nos acompañaron desde el principio.
–«Todo lo aprendí de los artistas», suele decir.
–He aprendido de los artistas sobre arte, pero un galerista, además de entender de arte, es empresario y ese aprendizaje viene por otro lado. Cuando estrenamos la democracia, nos asomamos a un mundo en el que no éramos nadie ni en el arte ni en otras muchas materias. Logramos hacernos un hueco.
–¿Se ha profesionalizado el sector, con gestores, comisarios, restauradores, en este medio siglo?
–En España no había de nada. No teníamos ni un museo de arte contemporáneo, el Reina Sofía se abrió en 1987. Había tan solo una revista especializada, 'Lápiz'. No existía infraestructura. Por ejemplo, para las primeras ediciones de ARCO no encontrábamos transportistas de arte. Tan solo un señor con una camioneta que encontró sentido a dedicarse a esto y poco a poco fue comprando vehículos y contratando a gente. No había enmarcadores, no te hacían de la noche a la mañana diez marcos. Salimos de un arte nacional al internacional teniendo que hacer todo. Las galerías hemos evolucionado mucho, aunque ya en Sevilla siempre tuve clarísimo que el arte es universal y mientras no se tenga un puesto en el panorama internacional no se es nadie, en ninguna faceta del arte. Esa vocación universal la he sentido siempre, también durante la dictadura, de 1970 a 1975, tuve galería.En esa época pasé por todas las dificultades para acercar exposiciones internacionales y me las arreglaba para traer obra de Richard Hamilton, John Heartfaild, Man Ray o Robert Rauschenberg. Hamilton vino a la inauguración de la suya en 1973. A pesar de todo, creo que fui la primera en tener esa conciencia de programa y proyecto internacional desde inicio. Tenía un amigo arquitecto italiano que me puso en contacto con los cinéticos. Hice varias exposiciones con ellos. Tuvimos que inventar desde cero, buscarnos la vida.
–España ha pasado de carecer de museos de arte contemporáneo a tener uno por comunidad.
–Hubo una época a finales de los ochenta en la que todas las ciudades querían su museo. Fue tremendo, luego se paró todo con la crisis d 1992. Ahora hemos conseguido no estar mal pero casi todos los museos dependen de instituciones y hoy andan muy mal de fondos. Lo primero que cortan es la cultura, creen, equivocadamente, que es prescindible. Lo ven así. Apenas hay museos privados como ocurre en Alemania o en Estados Unidos, donde se pueden mantener a voluntad del dueño. Con presupuestos tan bajos, prescinden de las compras lo primero.
–¿Los museos fueron clientes de sus galerías?
–Nos vino bien, no solo compraron sino que crearon un ambiente de interés por el arte. Al principio estuvieron bien dotados, se hicieron importantes programas en el MUSAC, por ejemplo, y compraron colecciones magníficas, como hizo La Caixa. Difundieron el arte contemporáneo a gran escala. El Reina Sofía diseñó exposiciones magníficas como la de Picabia a la que se invitaba a artistas y coleccionistas internacionales que prestaban obra, se creaba ambiente. Todo favoreció el desarrollo del interés por el arte contemporáneo. El arte, la cultura en general es cara, lo que pasa es que es una inversión magnífica, no es gastar sino invertir. Tiene una repercusión internacional fantástica, te da prestigio y te coloca en un ranking que no conseguirías de otra manera.
–¿Qué le parece el interés de los políticos por el arte contemporáneo?
–El arte tiene que ser independiente de la política y los políticos usan el arte, quieren ponerlo a su servicio, en vez de lo contrario, que ellos ayuden a su desarrollo. Saben que el arte contemporáneo es muy cautivador, muy mediático. Ahora el problema de muchos directores es que los políticos quieren imponerse en la programación. Por ejemplo, la epopeya del Patio Herreriano, una odisea porque los políticos de turno han metido una exposición al margen de la programación del director que ha tenido que ceder. Yo no lo hubiera hecho, pero nunca se sabe. Los políticos tienen que dar facilidades al mundo del arte para que se desarrolle adecuadamente. Yno hablo solo de dotación económica sino de una ley fiscal. Llevamos veinte años tras la ley de mecenazgo.Los coleccionistas que compran debieran tener al posibilidad de desgravar. Siempre hemos pedido un IVAreducido, no tiene sentido que el arte pague como un artículo de lujo, como un yate o una joya, un 21%.
–¿Cómo es su relación con los artistas que representa?
–Muy profesional y entrañable.Los artistas son algo más que productores de obras, son como mi familia, nos une un vínculo en el que interviene el cariño. Tengo artistas desde los 80. Otros como Richard Hamilton han muerto hace poco. Para mí son algo esencial en mi vida.
–Expone en su galería ahora la también vallisoletana Dora García, ¿las instalaciones venden?
–Es difícil. Hay coleccionistas, no muchos, que las compran pero es difícil. Más bien les interesan a los museos que tienen espacios donde guardarlas. Son lo más complicado de colocar. Según el arte se fue abriendo a las nuevas tecnologías, a la fotografía, al vídeo, al sonido, las instalaciones se fueron adaptando a los tiempos. Se crean desde hace décadas, aunque cada vez más artistas las han convertido en su manifestación principal. Hay vaivenes en el mercado. Desde hace tres años hay menos interés por la fotografía, tuvimos años en los que se vendía más que la pintura. Sin embargo, hoy es al revés.
–¿La crisis económica retrae el mercado del arte?
–La crisis interviene en todos los mercados. En general es más barata la fotografía por el tema de las ediciones, si se permiten tres, se paga tres veces. Sin embargo hay fotógrafos con precios por encima de la pintura. Ahora tenemos una de Wolfgang Tillmans que se vende por 280.000 euros, en su caso son piezas únicas.
–¿Ha evolucionado ARCO como esperaba cuando lo creó?
–Nunca esperé nada. Del arte solo espero que me sorprenda. Es difícil hacer cábalas. Nadie imaginó al inicio del sigloXX la revolución que la tecnología produciría en el arte. Cuando creamos ARCO respondía a una demanda social. Hay países en los que nacieron ferias como negocios de una empresa. En España se hizo por necesidad, había un hueco que llenar, debíamos avanzar en el arte contemporáneo y una feria podía contribuir a evolucionar.Entramos en la democracia con el arte a la cola, nuestros artistas eran desconocidos fuera y aquí no se sabía nada de lo que pasaba fuera. Hubo que dar pasos de gigantes para subirnos al tren. Estaba segura de que saldría adelante a pesar de las dificultades. No era una gracieta.
Los artistas de 'Juana de Arco'
«No puedo sintetizar el arte español y sus tendencias en tres nombres», dice. El catálogo de sus representados habla por ella. Bajo su nombre trabajan Cristina García Rodero, Alberto García-Alix, Dora García, Alicia Framis, Miguel Ángel Campano, Eric Baudelaire, Jordi Colomer, Carmela García o Pierre Gonnord, entre otros. Por su veteranía y su aliento a la feria internacional española más prestigiosa se ha ganado el apelativo de Juana de Arco.
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