Javier Ayarza, ante una de sus fotografías con vasijas abandonadas en el interior de un alfar. Alberto Mingueza

Javier Ayarza, el fotógrafo que rescata para la memoria alfares cerrados en Portillo

El artista palentino reúne en el Centro de Artesanía de Castilla y León una quincena de imágenes sobre los talleres abandonados

Jesús Bombín

Valladolid

Martes, 13 de febrero 2024, 19:39

Portillo contaba a mediados del siglo pasado con más de sesenta talleres de cuyos hornos salían miles de cántaros, platos, vasijas y otras piezas de barro. En la actualidad solo quedan seis talleres que mantienen vivo el oficio, aunque pronto serán uno menos por la ... inminente jubilación de uno de los artesanos. El fotógrafo Javier Ayarza (Palencia, 1961) ha penetrado en los recintos donde antaño los hornos cocían barro a pleno rendimiento y hoy solo queda oscuridad, polvo, silencio y miles de piezas abandonadas en estanterías combadas, en el suelo, apiladas en cualquier rincón. «Algunos de ellos permanecen como si los hubieran cerrado de un día para otro, con los mandiles colgados en perchas, material dispuesto sobre las mesas en espera de ser torneado, como si se hubiese detenido el tiempo...», comenta este artista que ha indagado con su cámara de fotos en la memoria alfarera de la localidad vallisoletana de 2.300 vecinos.

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El resultado de lo que ha captado el creador palentino puede contemplarse hasta el 1 de marzo en la sala de exposiciones del Centro de Artesanía de Castilla y León (Cearcal) en el Barrio España (calle Valle de Arán, 7). Una quincena de fotografías dan cuerpo a 'La huella silente', exposición que forma parte del proyecto Re_hacer alentado por el colectivo Néxodos –que promueve actividades culturales en el mundo rural–, el Centro de Artesanía de Castilla y León y la Asociación de Alfareros de Portillo.

Fotografía de Javier Ayarza sobre uno de los lugares abandonados. A. Mingueza

En la sala cuelgan testimonios gráficos de lo que fue esta industria en torno al barro, venida a menos por la competencia asiática, el uso masivo del plástico y otras circunstancias, y no la de menor importancia la falta de relevo. «Han ido cerrando estos talleres por falta de demanda, porque la gente no quiere trabajar como autónomo... casi ningún alfarero quiere que sus hijos se dediquen a ello, no hay recambio, lo que indica la dureza del oficio», explica Ayarza detenido ante una fotografía con decenas de potes resineros apilados unos encima de otros, testimonio de una cocción que no salió bien, apunta, y los alfareros dejaron el negocio. Otra imagen capta el ambiente de abandono de una estancia con jarros y platos de barro sin cocer, «los dueños cerraron y se fueron».

Fotografía de Javier Ayarza de pocillos de resina apilados en uno de los talleres cerrados A. Mingueza

Como arqueólogo, Ayarza prescinde de cualquier signo de añoranza al retratar el proceso de abandono alfarero en Portillo. «Es ley de vida, la nostalgia no es buena consejera; he tratado de que en las fotografías se palpe la energía afectiva que durante años pusieron tantas personas para poder vivir de ello». Antes de abordar el encargo, fue consciente de que a estas fundiciones del barro había que entrar con la cabeza y fría, «son lugares muy especiales y puedes perderte en los detalles; ante todo busqué grandes planos generales y descriptivos».

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Vajillas para restaurantes

Ćuenta el artista palentino que los artesanos están contentos con este trabajo de documentación en torno a su actividad. «Tienen conciencia de que su oficio está desapareciendo, nadie les había hecho caso captando la dignidad y el respeto por su trabajo. Los que quedan siguen vendiendo a restaurantes detallistas que demandan vajillas más personalizadas, y las cazuelas de barro y las bandejas para asados siguen teniendo su tirón en el mundo rural».

Está muy familiarizado Ayarza con la fotografía de castillos, catedrales, ermitas, palacios, yacimientos y piezas arqueológicas. Buena parte de la trayectoria de este profesor de la Facultad de Bellas Artes de Salamanca la ha labrado haciendo inventario visual para museos y entidades vinculadas al patrimonio, documentando la historia a través de la arquitectura. Su trabajo con los alfares tendrá continuidad en los próximos meses con otros seis talleres con la idea final de publicar un libro.

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