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Angélica tanarro
Valladolid
Martes, 21 de agosto 2018, 13:51
Un 'universo' de botones azules y grises, cosido sobre una pieza de algodón crudo de 1,65 x 2,95 metros recibe en el MUSAC al visitante de la exposición de Hessie, la artista cubana nacionalizada francesa que murió un año antes de que se inaugurara esta exposición. Es la pieza más grande de la muestra y una de las más grandes de las que realizara su autora, que habitualmente trabajaba en formatos pequeños y medianos. Los botones cosidos a la tela, como en otras artistas de su generación, son todo un manifiesto feminista. Una manera de subvertir las labores tradicionalmente asignadas a las mujeres. El bordado, los botones, los collages realizados a base de materiales de desecho: ropa de niño vieja, todo tipo de retales, hilos, bolsas, etiquetas publicitarias, envoltorios de alimentos, bordados, pelo, plumas, incluso polvo… componen un universo propio que se conoce bajo el título de 'Survival art'. Este arte de la supervivencia, que fue el título de su exposición más importante en 1975 en el Museo de Arte Moderno de París y que se retoma en esta exposición en el MUSAC, tiene múltiples lecturas. Quizá la de su propia supervivencia como artista sea una de las principales.
Hessie, cuyo nombre real era Carmen Lydia Djuric (Santiago de Cuba, 1936- Pontoise, Francia, 2017) se instaló en Nueva York a mediados de los sesenta. Allí conoció al pintor montenegrino Miodrag Duric, Dado, una estrella del arte contemporáneo en Francia, país donde se estableció la pareja. Un viejo molino en el valle del Oise, en Hérouval, no lejos de París, les sirvió de casa y taller. Pero mientras Dado recibía a galeristas, artistas y comisarios, mientras se grababan documentales sobre su obra, la de Hessie crecía en silencio a solo unos metros de la de su pareja. A este silencio contribuyó también la actitud de la artista hacia el arte en general y el suyo en particular, que se tradujo en la defensa de su independencia y de su anonimato. En el catálogo de su exposición más importante en vida expresaba una posición ante el arte, que ha sido considerada como una declaración de intenciones: «No Man's Land. La artista en ningún caso se hace responsable de su identidad, tanto en lo que respecta a su vida íntima como en lo que atañe a las observaciones sobre su obra».
El resultado fue que su obra quedó marginada y ha sido recientemente cuando su arte vuelve al primer plano y a ser reconocida en toda su potencia y originalidad. La exposición del MUSAC permite un recorrido informativo y fascinante a la vez por la obra de una artista que supo preservar su papel como tal, a pesar de estar dedicada plenamente a su labor como madre (tuvo cinco hijos) y esposa, 'y esposa de artista reconocido', con lo que eso suponía de invisibilidad en décadas pasadas y quizá aún hoy en día. El recorrido permite conocer las distintas facetas de una obra que surge del silencio y lo reivindica. Sus rejillas ('grillajes') que parten de un acontecimiento intrascendente en su vida (buscaba una jaula para unas gallinas enanas que le había regalado) se convierten en una obsesión. Hilos sobre telas crudas van formando esas retículas que recuerdan a las colmenas, es decir a lugares laboriosos y protectores de vida, pero también a espacios cerrados y asfixiantes. Los collages, otra de sus facetas más conocidas, en los que interviene cualquier material de la vida doméstica desde la ropa desechada de sus hijos o su marido (hay un humorístico 'homenaje' realizado con la ropa interior de Dado) a los envoltorios de los alimentos, hacen que tengan un carácter de diario íntimo. Es curiosa una pieza realizada con decenas de facturas de la compra diaria del pan, tarea que recaería en ella, pero que llevan la firma del marido, lo que invita a una reflexión sobre quién era el portador de la firma oficial también en cuestiones presuntamente femeninas y también sobre la precariedad material en la que en muchas ocasiones se desarrollaba la vida del artista. Hessie nunca abandonó su faceta feminista. Las reuniones semanales en París con mujeres del movimiento de liberación constituyeron casi sus únicas salidas del molino.
Escrituras
Otra de sus facetas importantes, la que tiene que ver con su fascinación por el alfabeto se expone aquí en el capítulo 'Máquina de escribir', en el que se muestran piezas realizadas con letras dactilografiadas en telas de algodón, signos que desprovistos de su significado cobran autonomía y son sometidos a ritmos jugando con la materialidad visual y sonora del lenguaje. Muchas son las relaciones entre su trayectoria y los distintos movimientos artísticos como el arte povera, quizá el más evidente en un primer contacto por la pobreza de los materiales utilizados, pero también el Soft Art, el Support/Surface o el Minimalismo. Fragmentariamente es imposible no recordar viendo a Agnes Martin, Louise Burgeoise y más cercanas, de Carmen Calvo o Elena del Rivero. No debería el visitante abandonar las salas sin detenerse en el vídeo de Perrine Lacroix. Hessie, anciana, en silla de ruedas debido a la amputación de sus piernas, habla sin tapujos sobre su vida. Emocionante.
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