El Herreriano rescata la obra de Delhy Tejero, la zamorana que pintaba «jaulas de sueños»

Con orígenes en una familia de medio rural zamorano, el firme apoyo de su padre le permitió viajar a Madrid para formarse en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en 1925 y trabajar como ilustradora de prensa, al igual que otras artistas que en los años de la II República lograron a través de la cultura asumir el rol emancipador de la mujer moderna ganándose la vida por sus propios medios. Junto a artistas como Ángeles Santos, Remedios Varo o Maruja Mallo encarnó el espíritu de modernidad de la época.

En contacto con la Residencia de Estudiantes, en su obra fue una constante la reivindicación del papel de la mujer, una tendencia que la comisaria Pilar Molins interpreta como «sacralización de la figura femenina». Abre la muestra en la planta baja del museo el boceto para el mural 'Amanecer jurídico del municipio de Zamora' (1948) en el que los reyes y el Cid son desplazados a un lateral de la escena para dar protagonismo a sus hijas Urraca y Elvira. Y en dos salas se exhibe su obra distribuida en los períodos de preguerra y posguerra. En el primer espacio se han reunido dibujos e ilustraciones de cuentos y relatos, sus inicios pictóricos con escenas y vestimentas rurales, retratos y abstracciones de aires cubistas. En las paredes cuelgan, entre otros óleos, 'El mercado de Zamora', el tríptico 'Castilla' y 'La cena' así como varios retratos femeninos y escenas de mujeres con trajes regionales. En la segunda sala el protagonismo es para los murales, autorretratos, un mueble pintado con ángeles , encargo del arquitecto Miguel Fisac, y paisaje urbano madrileño como 'Plaza del Callao' y 'Cuando Madrid es azul'.

Desdeñaba la pintora la idea del arte como reproducción de la realidad sin más, abogando por «extraer y reunir, aunque sea con estridencia, las cosas limpias y puras». Para ello se afanaba en pintar con colores puros, «sin ensuciarlos», como confesaba en sus diarios. En esos mismos textos complementarios a su pintura apuntaba que a sus dibujos los llamaba «jaulas de mis sueños, los caprichos intentan romper los barrotes de esa jaula, dar forma a los anhelos ilimitados e imposibles...».

Los conceptos de geometría que dan título a la muestra resumen, en palabras de Patricia Molins, «el deseo de ordenar el mundo y los espacios internos a través de la belleza, dotándolo así de un sentido mitológico y trascendente en relación con el arte». La Guerra Civil la sorprendió de vacaciones en Marruecos, un periodo al que seguirían viajes por Francia e Italia, donde obtuvo una beca para estudiar pintura mural antes de retornar a una España en ruinas de la que dejó constancia en tenebrosos dibujos. En esta época se volcó en el muralismo como principal veta creativa, ejecutando el del complejo de Tabacalera en Sevilla, el del Hotel del Condestable en Burgos, el del salón de plenos del Ayuntamiento de Zamora o el de los Padres Mercedarios en el colegio de la Ciudad de los Ángeles, en Madrid.

Emocionada, intervino en el acto inaugural María Dolores Vila, sobrina de la artista toresana, una de las custodias de su legado pictórico, quien sintetizó su espíritu creador con una frase del escritor José Jiménez Lozano: «No se puede pasar por la belleza sin celebrarla», apuntó añadiendo que la belleza implica «tener conciencia de la ética y de la estética, supone aprender continuamente en busca del espacio y la armonía». La muestra se puede visitar, con entrada gratuita -como todas las del Patio Herreriano- hasta el 9 de septiembre.