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Hablan los huesos, las piedras de construcciones con rastro de siglos, piezas de cerámica exhumadas cada vez que se remueve la tierra en el casco histórico de la ciudad. El pasado se asoma en forma de restos arqueológicos con los que se reescribe la historia ... grande y la menuda.
Los últimos tesoros emergidos al rasgar el suelo pertenecen a la mezquita mudéjar de Valladolid. Las obras de rehabilitación de doce viviendas en el inmueble número 5 de la calle Claudio Moyano han sacado a la luz vestigios de la sala de oración y del patio de la mezquita, de construcción tardía, hacia 1414, en el ocaso medieval del islam, y demolida en 1506, a raíz de la pragmática de bautismo obligatorio promulgada en 1502. En la obra se han localizado también miles de fragmentos de piezas de cerámica cocidas en los hornos que albergaba el recinto. Una vez clasificados e inventariados, serán depositados en el Museo de Valladolid, destino de los restos arqueológicos que salen a la luz en las obras de la capital y la provincia.
En el almacén del museo y en una nave de Santovenia de Pisuerga se acumulan centenares de piezas que han ido llegando en los últimos años a unas dependencias colapsadas por la falta de espacio, a la espera de un postergado proyecto de ampliación que fue anulado por el Tribunal Superior de Justicia en 2009 tras una reclamación vecinal. La titularidad del centro, ubicado en el palacio renacentista de Fabio Nelli, es estatal, al igual que la de los otros ocho provinciales de la región, si bien su gestión se desarrolla desde 1987 a partir de un convenio con la Junta de Castilla y León.
Al aire libre, en el jardín del museo dominado por la umbría de los frondosos castaños, se concentran lápidas funerarias, soportes, fustes y bases de columnas de piedra, originarias de excavaciones realizadas en los últimos años en diversos puntos de la ciudad. Aquí descansan seis soportes de pies de columnas de los siglos XVI y XVII, salidos a la luz en 2015, durante las obras de remodelación del mercado del Val. Comparten espacio estos bloques pétreos con capiteles y elementos de columnas (siglos XVI y XVII) hallados en la ribera izquierda del río Pisuerga, entre los puentes Mayor y Doña Eylo; también con zapatas en piedra caliza de los soportales de la Plaza Mayor (1563-1585), una pila del atrio de la iglesia de San Pablo hallada bajo el enlosado de la plaza ( 1601), o un fragmento de conducciones de la traída de agua de los manantiales de Argales (siglos XVI-XVII), aparecidos en la Plaza de España.
Lo último en llegar son varias piezas de columnas de piedra de los siglos XVI y XVII, extraídas en las construcción del nuevo acceso al aparcamiento de la Plaza Mayor. Las pilastras halladas en la calle Manzana descansan apiladas en dos palés de madera en el lateral del patio anexo a las dependencias de Fabio Nelli. Allí aguardan a que se decida dónde serán expuestas o almacenadas, aunque lo tienen difícil para hacerse hueco en un espacio colapsado.
De hecho, el museo guarda sin exponer el 40% de su fondo arqueológico, repartido entre el almacén del palacio de Fabio Nelli y el depósito de Santovenia de Pisuerga. «Todos los vestigios arqueológicos que salen a la luz en cualquier obra de Valladolid y la provincia recalan aquí; su supervisión y conservación es nuestra responsabilidad», cuenta Eloísa Wattenberg, directora del Museo de Valladolid, consciente de que el museo necesita crecer en metros cuadrados y no ya para dar cabida a las piezas, sino para desarrollar su actividad en condiciones.
A falta de un salón de actos, biblioteca o sala de exposiciones, cada vez que se organiza una muestra temporal es preciso desmontar parte de la colección permanente para poder albergarla. Pese a la precariedad de las instalaciones, el año pasado 47.000 personas se adentraron en sus salas.
Más allá de la faceta expositiva, en el día a día están pendientes de la recepción de nuevo material; lo próximo en llegar, procedente de las excavaciones por la construcción de un parque eólico en el cerro de Carricastro, en Tordesillas, donde ha aparecido cerámica del Calcolítico (3000-1800 antes de Cristo). «Trasladaremos el material al almacén de Santovenia después de hacer una selección de las piezas que se pueden restaurar», indica Eloísa Wattenberg. En la nave de la localidad vallisoletana se acumula el 60% del material arqueológico del museo, que incluye mosaicos, arcos, columnas y una gran variedad de piezas desde el Paleolítico hasta el siglo XIX.
Aunque la aparición de arqueología sigue viéndose en algún caso como un obstáculo por acarrear retrasos y alterar proyectos, la opinión pública cada vez es más sensible a la preservación. «Los hallazgos en muchos casos ayudan a reescribir la historia de la ciudad. Hay cuestiones del pasado medieval reflejadas en documentos escritos, fuente tradicional para hacer la narración histórica, pero hay temas que no aparecen en ellos y ahí la arqueología puede suplir ese lapsus de información», refiere Olatz Villanueva, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid. Ha participado en la excavación de la mezquita y dirige el proyecto de investigación 'Estudio de los espacios rituales mudéjares en la Castilla medieval: mezquitas y cementerios islámicos en una sociedad cristiana'.
«Como arqueóloga nunca diré que la obtención de información nos sobrepasa, nunca será un problema, bienvenida sea esa información. Otra cosa será que tengamos que buscar medios para almacenar todo aquello que rescatamos», reflexiona quien considera que Valladolid tiene una asignatura pendiente con la señalética de los lugares de interés arqueológico, necesitada de mayor presencia y visibilidad.
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