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Sale al campo como un entomólogo, con botes para recoger insectos, como un ornitólogo, con prismáticos para avistar aves, y como un artista, con cuaderno para dibujar la naturaleza. Gonzalo Páramo empezó a estudiar biología y acabó doctorándose en Bellas Artes. En su obra conviven ... ambas pasiones como puede verse en la exposición antológica que le dedica el Museo de la Universidad de Valladolid hasta el 29 de abril.
El artista palentino ha hecho una selección de obras desde el 2000 hasta la actualidad que suma grabado, pintura, escritura, escultura y libros. El visitante es recibido por 'Ourobos' y 'Génesis' dos piezas que remiten al origen, a la explosión de vida y de preguntas que se han ido contestando con mitos. «Ourobos es la representación de la serpiente que se muerde la cola, algo cíclico, circular que yo represento en 21 cajas en las que la serpiente va cambiando su camisa. Sigue una secuencia de los números Fabionacci, en honor al Leonardo Pisano que encontró patrones en ciertos comportamientos de la naturaleza como el crecimiento de las ramas o la disposición de las semillas del girasol», explica Gonzalo. Camisas de serpiente, alambre de cobre y plomo, y manuscritos en papel traslúcidoo. La escritura es una constante en su obra «porque es un distintivo humano, pero no me interesan las palabras sino la forma de esa escritura. Desde pequeño escribo al revés, para entender lo que pongo hay que usar un espejo. Escribo en pergaminos y papeles que luego entierro y me gusta ver cómo la humedad y el tiempo oxidan la tinta y cambia de color».
Hay alguna obra enteramente manuscrita, buscando el relieve entre textos superpuestos a base de usar en una capa más tinta que en la otra. «Así logro el efecto del palimpsesto». Precisamente ese nombre lleva otra obra. Entre esta y una 'Paperstry', la primera articulada de la muestra, domina el espacio el 'Neandersapiens' de alambre y papel. «Por un lado tiene la brutalidad animal y por otro la aportación humana de la escritura. Esta escultura la hice durante el confinamiento, parte de las máscaras que se ponían los 'médicos' medievales durante la peste bubónica. El pico marcaba la distancia que debían mantener con los enfermos y se ponían hierbas para evitar el mal olor. Luego derivaron en las máscaras venecianas». Las obras articuladas son murales de piezas cosidas que a su vez puede doblarse y convertirse en una escultura.
A lo patrones naturales se unen los de sastre. Páramo estampa grabados de insectos sobre un collage de patrones de sastrería en un gran mural, al que se llega atravesando otro sobre amanitas muscaria –«la seta de los enanitos que en muchos tratados se la considera el origen de muchas creencias ya que su consumo altera las capacidades cognitivas–, sobre la fertilidad humana o sobre la parcelación de la mirada en píxeles.
Aficionado a tomar nota gráfica de sus viajes, varios cuadernos muestran sus acuarelas y dibujos de Perth, Alaska o Nueva Zelanda. Otro cuaderno está dedicado a los insectos se abre ante la mirada atenta de una libélula esculpida por el autor. Durante el confinamiento, Páramo dibujo un retrato cada día reflejando sus emoción, casi todos recogen la angustia expresionista que dominó la coyuntura.
«Me interesa el proceso creativo, ahí es cuando me lo paso bien. No busco un mensaje sino pretextos para crear, si esto logra el disfrute del espectador, bienvenido. Pero no quiero explicar nada, eso lo hacen los libros», afirma quien se siente más cómodo en la naturaleza que en el mundo del arte.
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