En el extrarradio del arte

Distribuidas en seis cámaras de maravillas, a la manera renacentista, la exposición arranca en el taller de los artistas, en ese lugar donde crean, donde la «obra está siendo pero aún no es, en su fase de experimentación». El taller de Vasari, donde él se transmuta en San Lucas «como el primer gran artista que representa a la Virgen», y otro bien distinto, el de Giacometti, en cuyas paredes ensaya esbozos abren la sala. Plantillas, mapas, croquis, dibujos, pueblan este universo en el que se constata la duda de Ingres, los intentos de Tiepolo, el proceso de imprimación roja de Jean Ranc en el óleo precursor de su retrato de Felipe de Borbón y Farnesio o las intenciones de Baltasar Lobo en una cabeza de caballo a medio trabajar. Picasso, Sorolla y Rembrant son otros de los 'pillados' en plena tarea. Una estela egipcia y una cabeza de Yemen procedentes del British Museum recuerdan que viene de antiguo lo de dejar inconclusas ciertas obras. El barro de Salzillo, no es muy común conservar las tallas de preparación, es una prueba de trabajo en tres dimensiones mientras que Gargallo crea en papel lo que luego serán planchas metálicas hasta lograr el «gesto de la bailarina en dos dimensiones».

La siguiente cámara, con fondo negro, se llama 'Abreviaturas' y contiene tanto piezas inacabadas voluntariamente como otras que buscan lo elemental, la esencia. Tiziano inaugura ese linaje que decide dar por terminado lo inacabado y los manieristas, con El Greco a la cabeza en España, le siguen, como luego hiciera Goya. «Es ese pintar a la brava o a golpes de pincel grosero, se decía, refiriéndose a una manera más tosca pero más libre de trabajar», aclara María. Jorge de Oteiza abrevia y sintetiza mientras que William de Kooning «mostró su interés por el proceso, no por la obra, y lo deja a la vista».

El color azul enmarca el tercer gabinete dedicado a la Torre de Babel, «otra forma de hablar de lo inacabado. Recoge obras que hablan del fracaso, lo fragmentado por la imposibilidad de lograr el ideal, la tensión entre el afán de grandeza del artista y las limitaciones de sus medios. El mito de Babel quedó en el imaginario europeo como metáfora del vértigo de la creación, de la inconclusión».

Babel y Tindaya

Obras ambiciosas como las catedrales tienen casos palmarios de factura inacabada en Valladolid o en Barcelona con la Sagrada Familia. El proyecto de Tindaya, el intento de Chillida por esculpir una montaña, tampoco fue realizado pero su maqueta allí está. «En el periodo de entreguerras la catástrofe como hecho creativo, la poesía del fracaso, es un tema muy tratado». Esa metáfora en movimiento la desarrolla Buster Keaton en la película proyectada 'Una semana' (1920).

El verde de la cuarta sala alude al mundo natural protagonista de la 'Metamorfosis'. Si el libro de Ovidio se convirtió en «la Biblia de los artistas por aludir a lo inestable, a lo mutante», el resto de piezas del lugar están igualmente acabadas. «Queríamos reflejar la fascinación por el arte como potencia, por el movimiento de obras cuya forma deja de ser una para transformarse en otra. Durante mucho tiempo esa fascinación se fija en elementos naturales como las conchas. Con el triunfo de la ciencia, los gabinetes se llenan de colecciones de mariposas, fósiles y conchas». Del Museo Patio Herreriano viene una pieza tallada por Alberto Sánchez en una rama, un hombre que se transmuta en árbol, como Dafne en laurel.

«Esta idea tiene su origen en Leonardo, una artista fascinado por las formas cambiantes que estudió las nubes, el vapor, el río, las transformaciones del embrión, en definitiva las formas híbridas», explica la comisaria. Las conchas que adornaron las mesas del XVII llegaron a los surrealistas que vieron en ellas un sugerente campo de contrastes.

Cielos holandeses

A veces las obras han ido cambiando con el tiempo, han sufrido mutilaciones, fuegos, carcomas. El gabinete de la erosión luce sus paredes en gris. «Cuando fue hallado el 'Torso del Belvedere' en Roma se produjo un movimiento de rechazo entre los renacentistas que no aceptaban como obra maestra una pieza tan mutilada. Sin embargo Miguel Ángel consideró que era una obra completa por la perfección de su factura y su grandiosidad, que no le faltaba nada». Luego escultores como Julio González o fotógrafos como Ballester persiguieron en su producción la carencia.

La sala blanca clausura la exposición y está dedicada al infinito, «otra forma de non finito. Era un concepto abstracto, propio de físicos y filósofos, que sin embargo interesó pronto a los artistas visuales, de una manera real y metafórica». Los paisajistas holandeses pintan cielos infinitos «contundentes y homogéneos, determinados por la física de Newton, que nada tenían que ver con los cielos a trozos del Renacimiento». El cielo también ocupó al estadounidense Sam Francis, aviador en la II Guerra Mundial, que en su convalecencia pintaba cielos llenos de manchas de color, lo que veía desde el avión. La foto de Magritte pintándose a él mismo pintando, el cielo de retícula dorada de Berruguete o la broma de Ignasi Abellí son formas infinitas como la cinta de Moebius, la escritura árabe o el 'Aleph' de Borges, con su manuscrito allí. La exposición tiene tres sedes, la primera fue en Palma, la segunda en Valladolid y después irá a Zaragoza.