El editor muestra algunos de sus poemas estampados. Henar Sastre

La expresividad de los tacos

José Noriega, enamorado de la xilografía, crea la 'Poética de palo', una colección de 400 matrices de madera con las que estampa haikus

Victoria M. Niño

Valladolid

Jueves, 7 de febrero 2019, 07:27

Un juguete, caro, laborioso, ingente, pero juguete a fin de cuentas. El editor José Noriega lleva tres años enfrascado en la 'Poética de palo', un catálogo de 400 tacos para estampar haikus. Escribir con imágenes, dejar que el lector complete con su mirada el apunte del creador. «'Poética de palo', como la cuchara de palo, algo alimentará, digo yo», afirma el responsable del sello El Gato Gris.

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Bajo el mismo techo de su sede en Velliza conviven una imponente impresora láser 3D y toda la familia de enseres que requiere la xilografía, técnica ancestral de estampación. Además, la bibliofilia del dueño puebla la mesa de tratados, catálogos y primeras ediciones de libros ilustrados con esa técnica. «Me atrae el hecho de que, en medio de la era digital, se pueda hacer algo con un invento tan viejo y rústico como los tacos», afirma el editor.

«Cuando empecé no sabía a dónde iba. Comienzo tallando piezas, al principio las tres iguales, tres cuadrados. Luego traslado la fórmula del haiku 5-7-5 a las matrices; cuadrado, rectángulo, cuadrado». Y con esos tacos juega, compone y coloca las piezas en la prensa. «No es un abecedario, tampoco son ideogramas. Son mis vivencias, a las que pongo nombre al principio, pero al cabo de unas decenas decido que no, que no les titularé porque supone imponer mis ideas, determinar, guiar la lectura de los demás».

El proceso comienza en la creación de una maqueta en cartón, negro (lo que se estampará)sobre blanco (el hueco del taco). El diseño el cartón pasa a la impresora 3D que lo convierte en un taco de madera. Cada matriz es un verso gráfico que tiene que encontrar su rima y su ritmo con otras dos de ese catálogo que aspira a llegar a las 1.500 piezas. Colocadas las tres matrices en la prensa, hay que preparar el papel. Para que absorba bien la tinta, Noriega lo moja el día anterior, lo deja escurrir toda la noche y con un poco de humedad «para que esté mollar y absorba bien la tinta», se coloca sobre los tacos impregnados de «negro impresionante, cuando se ve en el relieve que hace el papel. Meto una presión brutal, hasta de 2,5 toneladas. Y luego es emocionante ver el papel tintado. Nunca sabes lo que va a salir. A veces el resultado no funciona, entonces cambio la composición, según esta dice una cosa u otra. Pero esa espera es un momento mágico».

Zapatos de niebla

El taller y la casa están forradas de obras de Noriega, es pintor antes que editor, y de las estampaciones ajenas compradas durante toda una vida de ojeador. «Muchos de los bocetos de los tacos tienen que ver con mi obra anterior. Por ejemplo, con la serie de nenúfares. En este, dice señalando uno, es fácil ver la silueta de un tren. De pequeño quería un tren eléctrico que nunca llegué a tener, pero es mi vida ¿a quién le importa? Que quien lo vea y se meta, haga la lectura que quiera».

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Con esa pista se intuye la lluvia de una tarde tormentosa en otro o la rosa que le acompaña siempre, en un tercero. Alguno tan erótico como abstracto; otros en los que juega con las texturas de la madera y se traslada al papel, la geometría y los caprichos orgánicos conviven en muchas matrices. «Ya hablaban los griegos de que poesía y pintura eran lo mismo. Y también me parece verdad la frase de José Ángel Valente sobre el haiku, 'la palabra suspendida'. El claro del bosque del que habla María Zambrano es para mí esto, el hueco que he encontrado entre los árboles», explica quien ha editado en su colección Manuscritos al propio Valente, a Ko Un, a Rosetti o a Jiménez Lozano.

Cuando se embarcó en la revista 'Zapato de niebla para la poesía', Noriega la presentó con la siguiente imagen: «La poesía estrena zapatos. Unos zapatos de niebla, siempre blandos, húmedos y misteriosos. La horma de calzado tan sugerente es la xilografía, para vestir sobria pero elegantemente a la poesía sin lazos ni cascabeles».

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Ese mimo por el zapato, por el cofre que guarda la palabra, la idea, el trazo del mensaje acompaña todas las obras que salen de El Gato Gris. Quizá por eso han sido expuestas en la Biblioteca Nacional, el instituto Cervantes de Nueva York y el Institut Ramon Llull, en el MACBA, el Patio Herreriano, la Fundación Pilar y Joan Miró, el Círculo de Bellas Artes, la Fundación Joan Brossa o el Museo Esteban Vicente, entre otros.

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