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Seres afortunados con tendencia al voyeurismo, así parecen la mayoría de los escritores retratados por Mario Muchnik y que pueblan las paredes de la sala de la Casa Revilla hasta el 27 de junio. 'Mario Muchnik. El fotógrafo' es una parte de la colección ... que el editor argentino donó al Instituto Cervantes en 2017. Ha recorrido una docena de capitales europeas y ahora recala en Valladolid.
El clave en el que Mozart terminó 'Don Giovani', un lector de prensa en París, el brazo que une a un padre y un hijo en un paseo o los ujieres en la entrega del Premio Cervantes juegan al despiste del visitante. Muchnik fue físico argentino, luego fotógrafo parisino y finalmente editor español. Las dos últimas labores se unen en esta exposición que, también tiene imágenes del París del 68 y de la Jerusalén eterna, está protagonizada por los escritores.
'Lo peor no son los autores', tituló Mario Muchnik sus memorias, y así lo dicen sus fotografías también. Borges, el lúcido ciego, el escritor-bibliotecario, resulta casi fantasmal entre lomos de incunables. María Teresa León luce collar de monedas bajo una sonrisa enigmática y unas fotos más allá, Alberti posa en su mesa de trabajo, sin los reconocibles atributos de su dandismo. John Cage mira al objetivo delante de un tablero de ajedrez en vez de su piano preparado. Un conversador Jaime Salinas, un lobo de mar llamado Carlos Barral o un elegante Giulio Einaudi posaron para su colega.
Francisco Ayala hace una pausa en el primer plato para ser inmortalizado con servilleta al cuello y Julio Cortázar se parapeta tras unas enormes gafas de sol. César Antonio Molina muestra un extraño candor (2003) y Luis Alberto de Cuenca se asoma desde su atalaya de papel.
Un hispanista y un neurólogo
La contundencia del perfil de Marsé o la atormentada mirada de un joven Vargas Llosa hacen olvidar su condición de novelistas para ser ellos mismos invención del fotógrafo. Sábato y Bioy Casares, por contra, miran esquinados, con toda la prevención del invadido. Por su parte Kenizé Mourad es congelada con las gafas a medio camino de su nariz, cual cuentacuentos entregada a su público. Sartre y Simone de Beuavoir necesitan un marco separados, en una terraza de Roma en 1965.
La mirada de águila del hispanista Gabriel Jackson se cruza con la alegría tranquila del neurólogo Oliver Sacks. Por allí cerca gesticula Dario Fo y sonríe en una caseta de la Feria del libro Carmen Alborch. Umberto Eco, José Donoso, Ana María Matute, Jorge Guillén, García Márquez, forman parte de esa larga lista de ilustres de la literatura del siglo XX. Marcos Ricardo Barnatán es el comisario de la muestra que ayer inauguraron la concejala Ana Redondo, el director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Gonzalo Santonja, y Pedro Ojeda, codirector del programa Valladolid Letraherido.
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