Enrique Reche, delante de una de las piezas expuestas en el Herreriano. Carlos Espeso

Los destinos infinitos de una raíz, en el Herreriano

El pintor vallisoletano Enrique Reche explora en 'Árbol', las posibilidades de la vetegación muerta desde distintas técnicas

Victoria M. Niño

Valladolid

Jueves, 14 de diciembre 2023, 13:29

Una raíz desarraigada, encontrada en el paseo por un parque y descontextualiza después en la mesa del estudio llevó a Enrique Reche a desarrollar 'Árbol', la exposición que estrena la Sala 0 del Patio Herreriano. Su «abstracción realista» se plasma en varias series ... de pieles, raíces, troncos creados a través de variadas técnicas como el óleo, el dibujo, la acuarela o aguada de grafito. Al fondo, la osadía provocada por el director del Museo, Javier Hontoria, un trozo de tronco suspendido, con los anillos de su historia a la vista, una escultura sin pretensión de serlo.

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«Nos gusta provocar que los artistas se atrevan a hacer otras cosas», aclara Hontoria. Reche no se ve como escultor, hizo bronces en su día y ha respondido a la provocación, pero «no sé cómo evolucionará el material, no puedo entregar obra sin garantías de permanencia en el tiempo».

Reche trabaja en la belleza de la naturaleza «lejos del esplendor con el que habitualmente nos sorprende» para escudriñar el mundo de los árboles muertos «secos, los que han dado todo, árboles que nos sobreviven». Con ellos ha disfrutado y espera transmitir ese goce, «sentí con esa raíz que había un mundo y que estaba en mis manos poder contarlo». Los primeros dibujos se detienen en la «piel del árbol», en las cortezas externas, trozos de vestido desprendidos del tronco, a veces regulares en su color, otras, mezcla de tiempos y capas. El óleo de un tronco a medio pelar hace de cesura con las acuarelas de la raíces, sinuosas buscadoras de los tesoros escondidos en la tierra, zahoríes de los minerales.

Dibujados con grafito, en el mundo del blanco y negro, hay otros árboles. Enrique Reche indaga en texturas y formas, en tonos y evocaciones de esa geometría irregular que plantea el reino vegetal. «Busco la sorpresa, voy variando de técnica y mirada, si no sería muy aburrido», dice Reche, cuyo estudio le eleva varios pisos sobre los edificios colindantes a apenas cincuenta metros del Museo. Hiperrealista discípulo de Antonio López, Reche defiende la pintura como comunicación. Admirador de Chillida, «para mí lo máximo en escultura», Reche copia lo que ve, con especial devoción por la luz.

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