Los llamaba «cuadritos», como si le quitara importancia a ese baile de pinceles, a la coreografía de trazos que desplegaba sobre el papel cuando se apagaban las luces del escenario y el bailarín Vicente Escudero (Valladolid, 1888-Barcelona, 1980)encontraba en la pintura y sus « ... dibujos automáticos» una vía más para canalizar la comezón artística. «Yo no sé pintar ni dibujar. La técnica brilla por su ausencia. Si hay algo, es por intuición y casualidad. Pero, eso sí, lo que he hecho lleva un compás de color, al igual que lo llevo cuando bailo», explicaba el bailarín, quien comenzó a alimentar su interés pictórico en París, en 1928.
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Esta faceta suya de los lápices y pinceles –y una fervorosa reivindicación del «artista más internacional de nuestro entorno urbano»– es la que alimenta 'Recordando a Vicente Escudero', la propuesta con la que Luna Arboleda (Medellín, Colombia, 1994) participa en Creava, la muestra colectiva de arte joven que estos días se celebra en Valladolid.El espacio La Fontanería Crea (Silió, 6)acoge una serie de fotografías en las que Arboleda fusiona «la plasticidad de los movimientos del bailaor con su faceta pictórica».
La artista se inspira en grabaciones en las que se ve a Escudero bailar (hay proyecciones de esos vídeos en la sala) y hace además retratos en las que los gestos del baile se funden con las pinturas del autor. «Al principio me sentía un poco en el aire. Pensé:'¿Un bailarín de flamenco? De eso no tengo ni idea'. Yo suelo hacer retratos, sobre todo de mujeres, con alta carga emocional, donde se percibe la parte más frágil y vulnerable de la persona retratada. Y, donde, además, se refleja un poco de lo que soy. Pero entonces conocí la parte pictórica de Vicente Escudero, y a partir de ahí conectamos».
Paula Carrascal, bailarina de danza contemporánea, sirvió de modelo para una serie fotográfica –con capas de color y texturas en pintura digital– en la que se recrean los movimientos del baile de Escudero, en escenarios decorados (o con proyecciones)de sus cuadros. «Al principio pensé en una serie en blanco y negro, con toques 'vintage', vinculada con los vídeos que se conservan de aquella época», cuenta Arboleda. Pero la personalidad del bailarín y su catálogo pictórico provocó que el color se adueñara de algunas de las fotografías.
«Vicente Escudero realizaba un baile geométrico, cubista, austero, que respetaba sus raíces y lo desarrollaba hacia las vanguardias», indica Vanesa Calzada, de La Fontanería Crea, una sala donde se proyectan los vídeos del bailarín, se escucha su zapateado («también sobre bocas de riego y alcantarillas del barrio de San Juan») y pueden leerse, en el techo y las paredes, algunas de sus reflexiones. Como esta:«Forzosamente, todo bailarín creador tiene que ser pintor de su baile».
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En 1948 (desde el 21 de junio al 3 de julio), la librería Clan, en la calle Arenal de Madrid, acogió una muestra con veinte de los «dibujos automáticos» de Vicente Escudero. «Que no se alarme nadie», decía el bailarín vallisoletano. «Nadie tema la competencia, que yo no vengo aquí con pretensiones de pintar. Teniendo unos momentos de inspiración, en esta época mía de parado forzoso, empecé de broma haciendo un dibujo y después le tomé el gusto. Todos los dibujos –contaba– van dirigidos al baile y, particularmente, al baile flamenco, unas veces al recio y serio y otras al blando y grotesco». Su intención, contaba, era capturar con los lápices esos movimientos de la danza que desaparecen «con rapidez insospechada de la retina de quien está viendo bailar». Y muchas veces, para eso es necesario atrapar «la actitud y la plasticidad» de los movimientos.
«Yo no sigo ningún 'ismo' o movimiento pictórico», contaba Escudero en una carta remitida a su sobrino, «pero sin querer puedo caer en cualquiera de ellos. Caigo a veces en el surrealismo y el abstracto, pero sobre todo en el 'escuderismo'». Conoció en París a Tristán Tzara, a Picasso, a Léger y André Bretón. Fue amigo de Joan Miró. Revolucionario del flamenco en los años 30 del siglo pasado, intervino en películas (con Mario Camus)y escribió. «Ya habrá quien diga: '¿Y por qué no gasta todas esas energías para bailar?'. Y yo contestaría: 'Porque energías me sobran'».
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