![José Luis Coomonte, Premio Castilla y León: «Llevo toda la vida con el arte y sigo sin entenderlo»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202104/06/media/cortadas/ESCULTORPREMIO-kuXD-RSPCEts7uZzfdpnZtqrg3hO-1248x770@El%20Norte-ElNorte.jpg)
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Ve y escucha con dificultad, pero a sus 88 años el escultor de Benavente José Luis Alonso Coomonte sigue al pie del cañón, dispuesto a llegar a la muerte con las botas puestas. Recibe el Premio Castilla y León de las Artes que acaban de ... concederle con gratitud y emoción. «No me lo esperaba ya, pero lo agradezco. El premio me da más ganas de vivir», asegura. Ganas de vivir y de enfrentarse a la gran incógnita a la que se dedica y con la que continúa batallando todavía hoy sin lograr resolverla del todo. «Llevo toda mi vida estudiando el arte y sigo sin entenderlo».
Coomonte se mantiene activo en su estudio de Zamora, un espacio amplio de 1.500 metros cuadrados, porque pese a sus problemas de visión, su mente «ve sin ver, aunque no pueda leer». «Sigo trabajando porque es lo que me da la vida, aunque también me agota», reconoce. «Soy muy consciente de mi edad, pero me siento desplazado de ella porque mi cerebro es joven. Era un joven viejo y ahora me he convertido en un viejo joven».
Su trayectoria está inevitablemente asociada con el arte religioso desde que en 1960 ganara la Medalla de Oro de la Bienal de Arte Sacro de Salzburgo con su obra más conocida, el Ostensorio, una estructura metálica con forma de cruz que contiene en su interior un sagrario. Coomonte acudió al certamen por mediación de Luis González Robles, tras declinar la invitación Eduardo Chillida. A partir de ese momento, su obra artística cambia y apuesta por la abstracción frente a una trayectoria previa notablemente academicista. «El ostensorio es una obra de orfebrería que yo convertí en escultura. Pero introduje muchas innovaciones. Metí el arte povera, los materiales pobres, en un objeto que suele usar el oro y la plata. Y había un trabajo geométrico importante en la concepción de la obra».
«Tuvo un gran éxito», recuerda. Pero su vida por entonces no gozaba precisamente de holgura económica, de modo que fundió la Medalla de Oro y la vendió, pero la reprodujo en bronce para poder conservarla. Con anterioridad ya había realizado tallas en madera de estilo imaginero para cofradías. «Yo era un clásico, figurativo, y de repente me entrego a la abstracción y hago obras diferentes», recuerda. «He expuesto mucho en Las Edades del Hombre, siempre como contrapunto».
«Yo soy un poco loquillo, pero nunca estrambótico. Las obras las pienso y las dibujo mucho», explica, y pone como ejemplo que para concebir la obra de la Bienal de Salzburgo estudió a conciencia 'La docta ignorancia', la obra más conocida del filósofo Nicolás de Cusa. «De ahí saqué la idea de que las líneas rectas se expanden hacia el infinito mientras que el círculo funciona como núcleo» lo que está en la base de su obra.
Tras el 'Ostensorio' llegaron muchos encargos de arte sacro y con ellos, las cruces en numerosas variaciones. La más destacada, la 'Cruz de los ausentes'. «Su estructura de madera estaba realizada con yugos porque representaba la tierra en la que estamos. La cruz se la dediqué a mi madre y a los que ya no están. Por eso de los yugos surgen lágrimas de cristal», recuerda. «Para mí la cruz es muy importante. Lo es todo y está en todo. La vertical es gótica y la horizontal, románica. Cuando Leonardo extiende los brazos del hombre, el hombre se convierte en cruz. En el fondo todos somos cruces». En la misma línea de vincular la simbología religiosa, la tierra castellana y leonesa y las labores de labranza destaca también una corona de espinas confeccionada con rejas de arado.
Pero su obra no se limita a lo sacro, sino que ha tocado muchos otros registros, especialmente en el ámbito de la obra pública. En el monasterio de Prado de Valladolid se conserva una de sus obras en chapa, 'Amables vientos de Castilla', mientras que junto a la muralla de Zamora puede verse una creación en forja bajo el título de 'Equilibrio horizontal'. Y luego está la emblemática farola que luce en la céntrica plaza de la Marina de Zamora desde hace 42 años. «Le voy a contar un secreto: si la farola se mira desde arriba tiene la forma de un trébol de cuatro hojas, pero también es, en cierto modo, una cruz». Entre sus obras más conocidas destaca también un miliario que recuerda el 1.100 aniversario de la repoblación de Zamora. «Era un homenaje a las tres culturas». Y añade: «Aquí necesitamos otra vez repoblar».
También cuenta con escultura urbana en Salamanca, con una obra en homenaje a la Constitución, situada junto al Palacio de Exposiciones y Congresos, concebida a partir de diez pirámides superpuestas que simbolizan los diez títulos de la Carta Magna.
Nacido de familia de panaderos y ebanistas, Coomonte es sobre todo conocido por el trabajo con el metal, y con las rejerías. Pero empezó trabajando en madera y realizó muchas creaciones con ella. «El hierro es un material muy noble para trabajarlo. Tanto como la madera, y viene también de la naturaleza. La Tierra es arte, pero no nos estamos portando bien con ella». A su edad, no ha perdido la capacidad de asombro: «Estoy anonadado de la luz, de la lluvia… de todo. La vida es maravillosa». Se queja, eso sí, de que «nos han tapado la boca con esto de la pandemia» y está deseoso de que pase «para poder hablar libre y con tiempo».
A sus años sigue sin alcanzar el misterio profundo del arte, aunque haya alternado su trabajo creativo con las clases de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca, pero cada vez tiene más claro que tiene que ver con la obra bien hecha. Por eso una simple hogaza de pan puede ser arte. «Una hogaza de pan es poesía, arte y naturaleza», asegura jugando con las iniciales de la palabra. «El arte es la armonía, pero hay que tener en cuenta que también en la abstracción hay armonía. Arte es la vida bien entendida».
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