¿Cómo es posible que aquellos castellanos –encabezados por Bravo, Padilla y Maldonado– fueran durante casi 300 años considerados como traidores a la Corona y tildados de enemigos, y ahora, esas mismas figuras históricas, sean percibidas como héroes, avanzadilla de la libertad, con sus calles ... y estatuas en varios puntos de la comunidad? Es la pregunta que articula 'Enemigos heroicos', la exposición que, en el Archivo de Castilla y León, analiza «cómo se ha ido configurando la memoria de la revuelta comunera».
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Lo explica el historiador Enrique Berzal, autor de los textos de una muestra que no se fija solo en aquellos sucesos de 1521 (de los que ahora se cumplen 500 años), sino que explora el relato posterior, «que muchas veces tiene que ver con el contexto en el que tiene lugar», apunta Carlos Travesí, director del Archivo General de Castilla y León.
«En 1521, nadie dudaba de las consecuencias que sufrirían los comuneros por levantarse contra su rey», explica Travesí, con la mirada puesta en uno de los tesoros de la muestra. Se trata de una copia manuscrita (solo se conservan dos en la comunidad) del Edicto de Worms, una pragmática firmada por Carlos V el 17 de diciembre de 1520 (meses antes de la batalla de Villalar) en la que se establecían las bases jurídicas de la respuesta final que se habría de dar al desafío comunero.
«Estaba considerado un crimen de lesa majestad. La condena era la pena de muerte, sin necesidad de ser juzgados». «Por eso, los tres capitanes comuneros serían ajusticiados 24 horas después de la derrota en Villalar», cuenta Berzal, quien recuerda que, no obstante, «la represión física no fue muy cruenta, especialmente entre los principales dirigentes comuneros procedentes de la nobleza urbana. La mayoría de las sentencias de muerte terminarían siendo conmutadas», se explica en la muestra.
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Pero eso no significa que no existiera una represión hacia los comuneros. El propio Carlos V se lo dejó muy claro a su hijo FelipeII, en 1552: nada de incluir en las hidalguías a hijos o nietos de los revolucionarios.
«Las crónicas oficiales se encargaron de construir una memoria anticomunera que perduraría mucho tiempo». Siglos, de hecho. Habría que viajar hasta finales del XVIII, en los tiempos de la Ilustración, para descubrir los primeros pasos de una incipiente rehabilitación histórica de las comunidades castellanas. Gaspar Melchor de Jovellanos se lamentó de la derrota de Villalar:«La causa de la nación fue vencida entonces por la intriga y la fuerza». Y en el sigloXIX, 'comunero' se convertiría en sinónimo de luchador contra la tiranía y el despotismo.
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Los revolucionarios de Cádiz recurrieron a la gesta comunera para socavar el absolutismo regio y legitimar las instituciones liberales. Y la revuelta de 1521 fue subrayada, tres siglos después, durante el Trienio Liberal (1820-1823). De esta época aproximada (21 enero de 1825)es un protocolo notarial, custodiado en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid, y que puede verse en la muestra, en el que un vecino de Astorga, Manuel de Castro, da poder para que la Real Chancillería impida al alcalde mayor de aquella localidad leonesa para que le procese por haber pertenecido a la sociedad de los Comuneros durante ese Trienio.
«A partir de los años 30 y 40 del siglo XIX, coincidiendo con la consolidación del liberalismo, la rebelión comunera es elevada a categoría de 'mito nacional'. Se apela a un «carácter español intemporal caracterizado por el orgullo, el amor a la independencia y a la libertad, la rebeldía contra el tirano y un profundo sentimiento monárquico y religioso».
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Es el momento en el que numerosas corporaciones acuerdan poner el nombre de los capitanes comuneros a calles y avenidas. Pero este fervor se rebajará durante la restauración canovista (1875-1923), con una «revisión en negativo de la memoria heroica de las Comunidades, al concebirla como una rebelión de la nobleza en defensa de sus intereses particulares».
Los promotores de la Segunda República (1931-1936) recuperaron la gesta para presentarla como un «movimiento genuinamente popular y revolucionario que terminó aplastado por la nobleza». El Franquismo se empeñó en empañar la memoria comunera. «Lo interesante es ver cómo son los historiadores, y no los propagandistas, quienes reconstruyen la historia», cuenta Travesí. Y aquí recuerda la figura del hispanista Joseph Pérez, cuya obra 'La revolución en las Comunidades de Castilla' es obra de referencia sobre ese episodio histórico. La muestra exhibe la ficha de investigador que completó Pérez el 31 de julio de 1963 para documentarse en el archivo vallisoletano.
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«La memoria más actual nos presenta a Villalar como punto de reivindicación de la autonomía de Castilla y León», recuerda Travesí, quien indica que en la exposición pueden verse algunos documentos, de 1977, en los que se solicitaba que el día de la batalla fuera considerada como la fiesta de Castilla yLeón. La muestra se completa con carteles y vídeos de las primeras celebraciones en la campa de Villalar. Aunque en un principio permanecerá abierta hasta el 31 de marzo, la idea es prorrogarla hasta finales de abril.
Enemigos heroicos. Archivo de Castilla y León (plaza de Santa Brígida, Valladolid). De lunes a jueves, de 10:00 a 18:30. Viernes, de 10:00 a 14:30 horas.
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