Ramón Ortega Montes, presidente de la Fundación Segundo y Santiago Montes

«La Ciudad Segundo Montes es un referente, una utopía moderna»

La familia Montes y la Fundación Segundo y Santiago Montes cumplen ahora 35 años ayudando a crear programas de infraestructuras y educación en El Salvador gracias a aportaciones de particulares, colectivos e instituciones implicados en proyectos humanitarios en una zona donde el analfabetismo alcanzaba al 85% de la población. «La situación ha mejorado mucho allí gracias a la labor social llevada a cabo. La Ciudad Segundo Montes ha sido un referente para el país, una utopía moderna en la que el objetivo es atender a los más necesitados y compartirlo todo», explica Ramón Ortega Montes, sobrino de Katy Montes, impulsora de la Fundación junto a su hermana Cristina y fallecida en 2011.

En la última reunión de la Fundación el pasado viernes en Valladolid se hizo repaso a la obra social desarrollada a lo largo de estos 35 años en la comunidad Segundo Montes. El asentamiento al que en los años noventa llegaron las primeras ayudas urgentes para alimentos, ropa y calzado cuenta ahora con más de novecientas casas unifamiliares, varios negocios, escuelas, centros sanitarios, cívicos y comunitarios, bibliotecas... «Todo ha cambiado mucho y a mejor gracias a todo lo realizado allí», certifica Ramón Ortga. «De estar enseñando a la gente con un palo en la arena a disponer de escuelas, instituto de secundaria y universidad hay un abismo. Ahora se imparte formación de profesorado y se pueden estudiar cursos de varias especialidades como ingeniería civil, hostelería y turismo, se cuenta con una ambulancia medicalizada –la primera que hubo en El Salvador–, tres centros médicos atienden a la población...».

El Insituto Tecnológico es una de las iniciativas más ambiciosas en la Ciudad Segundo Montes, «un proyecto bestial, con tres edificios, aulario, comedor, biblioteca y cocina, al que se ha añadido un espacio de usos múltiples, laboratorio de análisis de materiales, campo deportivo... hubo que financiarlo completamente y ahora se conceden becas para pagar comida, pues la gente allí es muy pobre; los alumnos se desmayaban en medio de las clases porque no tenían para comer. Todo eso ha evolucionado, ahora hay becas y se han conseguido ayudas del gobierno y de otras entidades».

Volviendo la vista atrás, está convencido Ramón Ortega de que en aquellos años en los que el eco de la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia resonaba en América Latina, el asesinato de los jesuitas obró como «la primera semilla para que la confrontación en el Salvador terminase. El ejército salvadoreño intentó hacer creer que fue la guerrilla la autora de la masacre, pero el efecto fue justo el contrario. Estados Unidos dejó de dar apoyo y al final terminó la guerra. La segunda semilla fue el regreso de los refugiados que estaban en Honduras».

El respaldo de la Fundación a las actividades de cooperación ha sido la principal seña de identidad de la entidad, junto a las actividades culturales «también como homenaje a Santiago, artista y escritor». Cada viernes, la sede de la asociación en la calle Núñez de Arce de Valladolid acoge presentaciones literarias y artísticas que sirven como aglutinante en torno a la causa cívica con proyección de cooperación en la sociedad salvadoreña, golpeada a lo largo de estos 35 años por la guerra y después por las maras, la droga y la delincuencia. «Me cuentan desde allí –dice Ortega– que la violencia se ha reducido muchísimo; que Bukele ha asumido el poder en plan total».

Aunque las ayudas internacionales y de cooperación se han visto recortadas drásticamente debido a las últimas crisis económicas, apunta el responsable de la Fundación que han podido seguir acometiendo actividades y proyectos en el país centroamericano. «Gracias a la colaboración de voluntarios seguimos en la brecha».