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La historia de la Casa Museo de Antonio Machado parece un apéndice más de la vida del poeta sevillano, en perfecta sintonía con el resto de su devenir. Solo que a esta sí salvaron los amigos. Primero la habitación de la pensión, luego los ... muebles, después el piso y finalmente el edificio. Casa modesta, con cubierta de cañizo y muebles de escasa calidad, solo el empeño de sus iguales permitió preservar «lo intangible, el aire del poeta», dice su conservador Carlos Muñoz de Pablos.
Miembro de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, es esta la institución que vela por la casa y la continuación de la Universidad Popular de Segovia, de la que fue cofundador Antonio Machado. Y la compra paulatina del lugar fue realizada por sus miembros, «sin ninguna ayuda ni subvención».
Machado llegó a Segovia en 1919 procedente de Soria y permaneció 13 años. Se instaló en una habitación de la pensión que regentaba Luisa Torrego, a la que pagaba 3,5 pesetas por día. «Durante muchos años los académicos acordaron con la patrona pagarle ese dinero para mantener la habitación cerrada», apunta Muñoz, «hasta que en 1951, se compró el piso; en 1959, los muebles de la habitación y del comedor; en 1974, la finca, y, más recientemente, el patio trasero».
En la Confederación de casas de escritores de España, la de Machado es caso único. «Casi todas, pensemos en la de Juan Ramón Jiménez, Rosalía de Castro, Lorca o Pérez Galdós, son casas de la burguesía del XIX, de buena factura y mobiliario de maderas nobles. Sin embargo esta casa tiene el valor de representar una forma de vivir en ese mismo siglo modesta, la del común de los ciudadanos, es un testimonio antropológico. La pensión refleja la vida y idiosincrasia de Machado, un viajero ligero de equipaje, que vivió austeramente, rayando la pobreza». Sin embargo, esa Casa atrae a peregrinos machadianos que dejan «emocionantes mensajes en el libro que hay en la antesala». Machado vivió allí hasta 1931. En Segovia escribió lo vivido en Soria, «porque un escritor va condensando vivencia y necesita tiempo para destilarlas. Luego ya no le dio tiempo a escribir sobre lo que vivió en Segovia aunque dejó bonitas palabras sobre la ciudad». Profesor del Instituto Mariano Quintanilla, paseaba hasta el Café La Tertulia y delante del Teatro Juan Bravo su estatua le recuerda. Viajaba con frecuencia a Madrid y se enamoró de Pilar de Valderrama, Guiomar. «Le hizo un busto Emiliano Barral, que está en la casa, en vida. Y Machado en respuesta le hizo un poema. Nada habla de la guerra civil que ya estaba barruntándose, sin embargo se vislumbra. A veces esos intangibles dicen más que las noticias concretas que recoge un historiador. Segovia guarda esos intangibles. Yo trato de conservar el aire de la casa, algo que se puede respirar pero no tocar».
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