![Carlos Cartaxo: abstracción geométrica](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202002/28/media/cortadas/carta1-kK6-U100327093555Vq-624x385@El%20Norte.jpg)
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«Yo soy de la calle Ferrocarril», nos decía en la madrileña y cosmopolita feria de arte JustMad el pasado jueves el artista vallisoletano Carlos Cartaxo, que inaugura estudio en Carabanchel: Corner Gallery & Art Studio, que comparte con cinco artistas más, en eso que los ... modernos llaman el 'coworking'. En el folleto, el galerista Pep Llabrés anota que Cartaxo «Vive y trabaja en Madrid», que es lo normal cuando uno se forma en la Escuela de Arte de Valladolid y quiere prosperar y aprender de los grandes maestros y de los iguales, como es su caso. Cartaxo es un castellano corpulento que se toma el arte muy en serio y que ha integrado la dualidad escolástica alma/cuerpo en uno solo: «de mis referentes me enamora la frescura y ese ejercicio de intelecto que hacen tan potente que se mezclan con lo fresco», nos dice en relación al alemán Thomas Scheibitz, al portugés José Pedro Croft o las españolas Aina Albo Puigserver o Sandra Val.
¿Qué es el arte para Cartaxo? Muy sencillo y práctico: «Trabajar como individuo en mi estudio». Pero no para ahí la cosa, porque detrás de su discurso espartano, hay un todo armónico –y él es más armónico que nadie– y una idea clara de lo que es la abstracción geométrica: «para mí, representa una identidad hacia la geometría y sus derivados». Además, Cartaxo imparte docencia en un taller frente a su recién inaugurado atelier, porque en él la creación camina de la mano de la pedagogía, entre la pintura, el dibujo y la escultura. «La pintoescultura es la escultura vista a los ojos de un pintor», nos aclara, «que es cuando el cuerpo de la pintura invade el espacio tridimensional, lo volumétrico, para que el espectador las contemple también como una pintura bidimensional». Para Cartaxo ya no se puede hablar de arte sin el concepto de hibridación, sin que «una escultura esté fuera del pedestal, dispuesta de forma instalativa»; y es que la razón es bien sencilla: los objetos del arte, asegura, van encontrando su camino, como seres animados, algo que, por otro lado, no es ninguna novedad. «En los años sesenta, las esculturas exentas de Manuel Millares, el grupo El Paso o Diego Rivera experimentan con la hibridación», nos explica. Y es que el arte contemporáneo, desde sus inicios, también empieza un poco por ahí, por lo mixto y la abolición de fronteras.
«En mi caso, la idea de hibridación surge por la propia exploración y los nuevos imaginarios», aclara el artista vallisoletano, al que le inspira la pintura europea: «me abro, viajo a Lisboa y a Berlín, y también bebo de fuentes que tienen que ver con la historia de la pintura. Me gusta que la gente me hable el concepto del espacio, como Enrique Juncosa, que me dijo que mi obra se inspiraba en la vida en la ciudad». Efectivamente, a este joven creador –los cuarenta son los nuevos veinte– le produce una gran felicidad conocer a gente interesante, viajar, contemplar obras de arte y conocer de cerca otros contextos. «El estudio es muy íntimo y a mí me gusta estar con la gente», nos confiesa. Muchos arquitectos y diseñadores trabajan también con las ideas del espacio y el no-espacio, los volúmenes y la luz… y Cartaxo, siempre inquieto, dialoga con esa línea de investigación.
Su proceso creativo parte del dibujo, después pasa a la hibridación para metamorfosearse a través de distintas técnicas y cuando el artista advierte que ahí habita un cierto nervio, «siempre con riesgo y relativa arbitrariedad», deviene en antesala de pre-proyecto o incluso obra definitiva. Sus maestros son el neerlandés Piet Mondrian, los artistas del neoplasticismo holandés y los madrileños Pablo Palazuelo y Gerardo Rueda Salaberry. Cartaxo cree incluso que, con el galerista o representante adecuado, se puede vivir de dibujos en formatos de veinte centímetros, como el caso de Jerónimo Elespe, que vivía de la obra que le cabía en una maleta: «tu obra es tan importante como quien te la va a mover después», piensa. Por eso nos deja un mensaje claro para las jóvenes generaciones de artistas: «la constancia».
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