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Carabanchería es la nueva propuesta artística de tres románticos que han montado un estudio artístico en el Carabanchel de la bohemia creativa, un barrio madrileño en el que decenas de creadores trabajan en un distrito que ha pasado de símbolo del penal franquista a ... la bohemia moderna.
Nada más franquear la puerta de este atelier gigantesco, nos damos cuenta de que la vanguardia se agita más viva que nunca en los corazones de Alberto Ros, Ángel Marcos y Jesús Limárquez, tres caballeros de la inspiración artística que practican la vuelta a los orígenes de la fotografía sin perder de vista la revolución de la última tecnología. Si dos son los rasgos que definían a los vanguardistas, la experimentación y la mirada alegre sobre las cosas habita este espacio mágico, donde las kalitipias y los marrones Van Dyke forman ordenaciones insospechadas en cada rincón, en el epicentro de un barrio que fue uno de los primeros polígonos industriales del Madrid textil y transicional.
«Queríamos tener un espacio en Madrid que fuese inspirador para los tres: así, montamos un estudio químico –con laboratorio de fotografiar procesos al estilo del siglo XIX– y un estudio de producción», nos explica el propietario del local, Alberto Ros, que proviene del mundo del cine. Este fotógrafo 'colodionista' es un adicto al placer de ver emerger la imagen en una placa realizada con el proceso del colodión húmedo. «En el mundo en el que vivimos, encontrar algo diferente, te identifica, y nunca la fotografía clásica ha conocido un boom mayor que ahora: el regreso de los carretes de película, las grabaciones en súper 8…», hace notar Ros con respecto a este resurgimiento de los métodos tradicionales de elaboración fotográfica. «El colodión es la polaroid del siglo XX: el reto es convertir el proceso en algo contemporáneo», concreta. No se trata, en definitiva, de la técnica por la técnica, sino de generar un lenguaje en estos tiempos en los que parece que todo está inventado.
Carabanchería es un espacio creativo y plástico, definido sobre todo por su dimensión dinámica y decidido a formar parte de los selectos circuitos del mundo contemporáneo. Ángel Marcos, nacido en Medina del Campo, señala el «intercambio afectivo y de conocimiento del lugar, la energía del grupo, que suma cada una de sus individualidades a un proyecto común» y nos confiesa que ha dejado atrás el mundo de la publicidad: «hace años que ya no acepto encargos; ahora hago lo que quiero y lo que me gusta», hace hincapié, con la rotundidad de una castellanía que no atiende ni a amo ni a señor. Fascinado por el poema 'Un golpe de dados' de Stephan Mallarmé, este medinense, miembro de la Real Academia de la Purísima, que parece tallado en un roble que bebe del Pisuerga y que habla con alma auténtica y sin trampantojo, ha viajado por todo Estados Unidos, Cuba, Europa, África y China. «El sector cada vez es más abierto: hay que espabilar para generar recursos y presencia, estar en el mundo y, a la vez, aportar a la colectividad», indica el artista medinense. En Carabanchería se pueden ver sus series, el mundo de los antiguos neones de Las Vegas, abandonados en trastiendas, callejones y garajes; sus altares barrocos secularizados a la oriental, y sus prostitutas con pajaritos brotándoles del canalillo, transfiguradas por la mirada noble del artista: «Tenía que devolverle su dignidad», explica. Es la suya una relectura, en definitiva, de los machadianos Campos de Castilla, pero con una visión tan cosmopolita como revisionista. A ello se unen los trabajos realizados por Jesús Limárquez, entre dandi wildeano e hidalgo cervantino, que ha demostrado con sus experimentos con goma bicromatada el entusiasmo generalizado de los millennials: «aunque nuestra técnica sea algo antigua, atrae por lo desconocida que es».
El mundo nunca ha necesitado mayores dosis de originalidad. Soñadores, nostálgicos, románticos o locos del arte, conscientes de que la estética siempre ha de adaptarse a los nuevos tiempos: para estos creadores lo importante, como asegura Marcos, es estar en la cultura de la contemporaneidad, pero sin perder de vista a los grandes maestros. Ahí reside la redención de las cosas, la reinvención esencial de estos tres apasionados outsiders con causa.
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