Todo comenzó en el número 10 de la calle Colmenares. Hubo algo en aquella puerta de madera que llamó la atención de Marcos Gutiérrez Morquecho (Valladolid, 1988). «No es de las más antiguas ni tampoco de las más espectaculares, pero me quedé pasmado ante ... su trabajo labrado», dice Marcos cuando recuerda aquel día, de hace cuatro años, en el que caminaba hacia la academia donde preparaba oposiciones y se topó con una puerta que se convirtió en la primera de una honda obsesión.
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Desde entonces, ha recorrido la ciudad, con su móvil a punto, para fotografiar los accesos más bellos de los portales y edificios de Valladolid. Y hay muchos ejemplos. La burguesía de finales del siglo XIX y principios del XX exhibía su posición y su gusto por las corrientes artísticas de la época (de los movimientos historicista/ecléctico hasta más adelante el modernismo) en las puertas de sus casas. Y algunas de ellas han sido procesadas por Marcos para convertirse en acuarelas, grabados y óleos.
Una muestra de estos trabajos puede verse en 'La puerta en Valladolid', un proyecto artístico que se exhibe hasta el 26 de febrero en la sala de exposiciones del Teatro Zorrilla.
«Quería convertir en arte un elemento arquitectónico tan habitual como una puerta, hacer de él no un mero objeto de paso, sino un icono de la identidad de la ciudad;un trozo de madera que se convierte en patrimonio cultural», explica Marcos, quien siente fascinación por un elemento en el que se dan la mano lo público y lo privado.
«No sabemos lo que hay dentro, al otro lado de las puertas. Podemos quedarnos en lo meramente estético y superficial. Obien, podemos abrir la puerta y profundizar en el conocimiento», asegura el artista, para quien la puerta es símbolo. En la exposición –y también a través de un código QR que remite a una ruta de Google Earth–, Marcos Gutiérrez propone un recorrido fotográfico por 35 puertas, «una biblioteca artística» y callejera de Valladolid. Pero, además, ha seleccionado media docena para su mirada artística.
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La de la plaza de España, 10 se ha transformado en un óleo. La de Macías Picavea, 5 sorprende por su «porte modernista en pleno Cantarranas». La de Miguel Íscar, 11, reproducida con láser sobre madera, sirve al artista para recordar cómo más allá de la talla religiosa, estas obras civiles remiten a otros motivos, como pájaros, faunos o leones. En un óleo de tamaño natural reproduce la puerta de la calle Pasión, 3, una de las más bellas de Valladolid (el edificio es de 1903), «con dos soles como dioses paganos y unas musas sentadas en la luna». Yen una de las puertas de la Casa Mantilla (en la Acera de Recoletos) explora los reflejos del Campo Grande y el propio artista incluye, en un detalle casi inapreciable, su retrato en el cristal.
«La fotografía está muy bien, pero se consume en apenas dos segundos.En cambio, un cuadro invita a fijarte durante más tiempo, con más tranquilidad», asegura Gutiérrez, quien ha incorporado a la muestra una vitrina de objetos personales que incluyen una regla de su bisabuelo ferroviario o unas gafas que pertenecieron a su padre.
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La mirada de Marcos –becado para este proyecto por la Diputación– busca nuevas puertas por Valladolid, pero ya trabaja en nuevos proyectos.El próximo, dice, será un recetario artístico, con el maridaje de bodegones pictóricos y recetas reales con esos ingredientes. Estudiante en la Escuela de Artes, graduado en Bellas Artes por la Complutense y máster de Investigación en Artes Plásticas, subraya que su objetivo es «trabajar sobre el patrimonio cultural desde las artes plásticas».
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