Dora García, en la Capilla de los condes de Fuensaldaña del Museo Patio Herreriano de Valladolid, delante de su 'Luz intolerable', en 2004. Gabriel Villamil

En las antípodas de la complacencia

Que Dora García gane el Nacional de Artes Plásticas es una gran noticia para quienes abogamos por un arte reflexivo, crítico y, por qué no, incómodo, pues la complacencia es la más leal escudera de lo inane

javier hontoria

Martes, 19 de octubre 2021, 21:57

Veinte años largos de aplauso nacional e internacional avalan la trayectoria de la vallisoletana Dora García, cuyo Premio Nacional de Artes Plásticas se celebra hoy con unanimidad sincera. Desde hace más de una década, Dora García es posiblemente la artista española con mayor visibilidad internacional, ... como delata su participación en todos los grandes eventos que jalonan el calendario internacional, desde las bienales de Venecia (ocupó con su obra el Pabellón español en 2011 y participó también en la exposición principal en las dos siguientes ediciones), Sao Paulo o Sidney hasta la Documenta, pasando por el Reina Sofía, donde tuvo su retrospectiva en 2018.

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Su trabajo se sitúa en la herencia del arte conceptual, un arte de ideas más que de formas, en el que la reflexión se impone a la contemplación, y ese pensamiento que siempre exige su obra se dirige a asuntos como el espacio que otorgamos al arte y el lugar al que este nos emplaza. Es en ese lugar, liminal, fronterizo, donde aparecen, nítidas, la paradoja y la ambivalencia. Buena parte de su obra reciente se apoya en profundas disquisiciones literarias que van más allá del texto para ocupar los espacios que acogen su trabajo (en torno a la escritura de James Joyce ha levantado una monumental construcción narrativa), y, al mismo tiempo, afirma sin titubeos que en el arte no siempre hay que entenderlo todo. ¿Dónde van los personajes cuando la novela acaba?, se pregunta en una de sus obras más celebradas, como cuestionando las obras de contornos precisos y apelando a ese espacio ulterior que no siempre vemos. Ocurre lo mismo en esa 'habitación cerrada' cuya puerta nunca hay que abrir, pues la obra perdería todo su sentido. El suyo es un arte complejo, tienden a decir muchos, pero no conviene confundir la opacidad con el enigma.

Tituló, significativamente, su Pabellón veneciano 'Lo inadecuado', un término que define su obra con una precisión insólita. Suele decirse que un representar a un país en la Bienal de Venecia es una de las grandes cotas que puede alcanzar un artista. Significativamente, Dora deshilachó su propia individualidad, invitando a decenas de participantes que desfilaban a diario por el maravilloso edificio que nuestro país tiene en los Giardini en una oda al lenguaje y a los cuerpos que obtuvo una merecida ovación.

Que Dora García gane el Nacional de Artes Plásticas es una gran noticia para quienes abogamos por un arte reflexivo, crítico y, por qué no, incómodo, pues la complacencia es la más leal escudera de lo inane.

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