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'Paisajes de resistencia' se titula el último proyecto expositivo del fotógrafo medinense Ángel Marcos, que podrá verse en la torre DKV de Zaragoza, dentro de la programación de PhotoEspaña, entre el 16 de junio y 29 de agosto. Un trabajo de gran potencia visual ... y capacidad de sugerencia en el que nada es exactamente lo que parece, y en el que los conceptos que dan título a la propuesta desbordan su compresión convencional. Un ejemplo en palabras de Marcos: «El modo de resistir ha cambiado. Ahora el silencio se puede interpretar como una forma de resistencia».
El proyecto 'Paisajes de resistencia' surgió en el contexto de las alteraciones de la vida cotidiana provocadas por la pandemia y toma como punto de partida una serie de fotografías tomadas en dos escenarios inequívocamente vallisoletanos: el Campo Grande y el monasterio abandonado de Santa Catalina de Siena. Dos espacios de memoria y de afectividad que son reelaborados para dotarlos de una significación mucho más amplia y universal.
Marcos define su trabajo como «una reivindicación del paisaje y la naturaleza como elementos de resistencia». Resistencia «tiene que ver con una acción, comportamiento o actitud que refiere la idea de cambio o de destrucción de lo establecido». Pero en el caso de Marcos no se trata de una transformación violenta, sino que tiene más que ver con la resistencia pacífica. «Silenciarte para generar cambios» sería un buen resumen de su propuesta.
El Campo Grande que aparece en las fotos refleja «la primavera maravillosa del año pasado, donde las plantas y los árboles se apoderaban del territorio». Es un jardín exuberante, pero vacío. No sólo ausente de seres humanos, sino también de animales. Y lo que aflora es una vegetación poderosa, a veces invasiva, en la que puntualmente aparecen huellas de una presencia humana desvanecida. Unos barquitos construidos con restos de madera, o con latas de conserva, y colocados en uno de los cauces del parque, o la caseta de los jardineros, son la única referencia a la presencia humana. «Resistir es perdurar» dice el subtitulo de esta parte de la exposición, en la que vemos una naturaleza que por momentos aparece transfigurada por la luz, convertida en un espacio misterioso y sagrado.
El mundo de los afectos es crucial para Marcos. Si bien se trata de afectos sugeridos, más que explícitos o sentimentales. «Todos los territorios habitables son lugares de afectos. En el caso de los espacios naturales son abiertos, expansivos y más reconocibles por la persona». Y añade: «Siempre me ha interesado lo que había en la obra de Miguel Delibes de relación entre el territorio y el ser humano. Tenemos gran necesidad de volver a la naturaleza. Pero en mi caso no hay oposición con el hombre. Se trata de no lastimar el entorno, pero tampoco lastimar al otro».
Por encima de todo, tanto el Campo Grande como el monasterio de las Catalinas son grandes «platós» que Marcos utiliza como escenarios para construir su mundo de imágenes, sugerencias e ideas, entre las que no está ausente una cierta reflexión indirecta sobre el poder. «No hago fotografía periodística. Presento conceptos a partir de las imágenes que construyo».
En el caso de las Catalinas lo que atrajo a Marcos es su condición de monasterio desalojado «donde todavía se respira la presencia humana que ha acogido, pero donde no vive nadie ya». Vitrinas abiertas que en otro tiempo albergarían objetos valiosos o cotidianos, y que ahora aparecen desnudas, centran buena parte de la atención del fotógrafo. Este juego entre lo presente y lo ausente es crucial en esta serie, en la que Marcos introduce en los espacios deshabitados del convento imágenes de víctimas de la guerra que adquieren un tono fantasmal, fantasmagórico incluso, como almas en pena en busca de un descanso imposible.
Marcos lo logra a través del recurso a unas pantallas impresas con imágenes que superpone sobre el escenario original. A veces pueden ser imágenes de guerra y otras de una naturaleza feraz que se cuela en el edificio a través de estas pantallas virtuales. Es un recurso que no oculta su artificiosidad, sino que, al contrario, la hace explícita, con lo que la imagen parece desbordar los límites planos del arte fotográfico para lanzarse en busca de otras dimensiones. El contraste entre lo físico y lo virtual danza entre las imágenes desconcertándonos y seduciéndonos.
En otras ocasiones, Marcos recurre a la fusión de imágenes. Y en no pocas ocasiones es el fuego lo que aparece en los lugares más insospechados. «Esto tiene que ver con mi autobiografía, porque de pequeño nos calentábamos en hogueras. El fuego es para mí el calor de la supervivencia, pero también va asociado al temor, porque puede destruir. Y eso sin hablar del fuego purificador de los infiernos en el que fuimos educados». Fuego purificador, pero también fuego místico. La imagen de unas llamas suspendidas en el aire ante una vitrina vacía evoca la imagen bíblica de la zarza ardiente. Uno de los muchos fogonazos de misterio de la exposición.
PHotoEspaña 2021 se celebrará entre el 2 de junio y el 30 de septiembre y contará con 86 exposiciones con obras de 376 fotógrafos y artistas visuales. El festival ha concebido un programa que aborda cuestiones sociales actuales. Reflexionará sobre la fotografía panafricana desde un punto de vista global. También dará visibilidad al trabajo de mujeres fotógrafas. En cuanto a las ciudades invitadas, se mantienen Alcalá de Henares, Alcobendas, Almería, Barcelona y Zaragoza y se suman Ciudad Real y Oporto. Además, en septiembre se celebrará una nueva edición de PHotoEspaña Santander.
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