Ángel Marcos despliega su mapa de la escasez en el Botánico de Madrid

«Son 64 imágenes, aunque en alguna hay más de una foto. Con ellas hago cajas de luz a partir de materiales que recojo en la calle, cajas de tiendas, y con ellas formo barrios», explica Marcos. «Hay una pieza sobre los shipibos, una tribu del Amazonas. Un grupo de ellos se trasladó a Lima y vive fuera en construcciones pobre pero con las fachadas pintadas de sus característicos colores, la estela que es el camino entre la tierra y las estrellas».

Barrios como el del Vietnam o La Mota, en Medina, las Viudas o la Cuesta de la Maruquesa de Valladolid, son paradas en el caminar de Marcos. «No quiero hacer un catálogo de alojamientos. Quisiera reflejar lugares de escasez, en los que se reproducen comportamientos, relaciones y deseos comunes a otros». Por ejemplo, la decoración navideña, «esa que la gente coloca en los árboles o las fachadas, también hay una caja de luz sobre esto. Quiero mostrar esa escasez y a la vez testimonios afectivos potentes, en gentes que no tienen capacidad de proponer o decidir». Imágenes de lugares que remiten a sus habitantes pero sin la concurrencia de estos, apenas se cuentan dos personas entre estas 'Arquitecturas para sobrevivir'.

«No soy reportero, mi lenguaje tiene más que ver con el testimonio de la adaptación. Fotografío lo que me conmueve, lo conocido, detecto los mecanismos de la vida de los seres deseantes que somos, momentos en los que hay tanta agonía como esperanza», explica el artista que será el primero en abrir la Colección Yera a la fotografía. «Es una de las colecciones más importantes de pintura española contemporánea. Ha adquirido una pieza mía iniciando así un camino hacia el campo expandido de la fotografía».

Las 'arquitecturas' se completan con un vídeo en el que suena una 'Nana' de Joaquín Díaz, interpretada al piano por Diego Fernández Magdaleno. La exposición en el Pabellón Villanueva podrá verse hasta el 26 de marzo. Allí también se inaugura 'Desvanecidos II', del chileno Felipe Lavin, que refleja una sociedad deshumanizada donde el individuo pierde cada día más su identidad y su vida se ve absorbida por una hiperconectividad.