Secciones
Servicios
Destacamos
Jesús Bombín
Valladolid
Domingo, 3 de febrero 2019, 09:29
esafiantes desde su elevación, moles pétreas de sombras a la caída del sol, erigidos en la Edad Media, los castillos que resisten en pie o sus ruinas siguen arrastrando al presente ecos de guerras, conquistas, derrotas, paces, personajes y vaivenes históricos, abandonos irreversibles ... y reconversiones en museos y espacios de contemplación turística.
Durante tres años el fotógrafo Ángel Marcos (Medina del Campo, 1955) ha elegido la noche para acercarse a estas fortalezas y captar otra forma de adentrarse en sus evocaciones a partir de 44 construcciones o sus restos, un trabajo que ha vertido en el libro 'Noches de piedras y lunas. Castillos de la provincia de Valladolid', editado por la Diputación vallisoletana y que se presentará el martes 5 de febrero en la Sala Fernando Urdiales del Teatro Zorrilla. «Todas las imágenes son nocturnas, con luna llena porque eso suponía la posibilidad de ver algo y poder llegar a algunos lugares, además del halo de romanticismo. He intentado captar la mirada de un viajero que se va enfrentando a esas construcciones que irrumpen en el paisaje trayéndonos recuerdos de otras épocas», explica Ángel Marcos.
En el prólogo del libro cuenta el escritor José Jiménez Lozano que «estos castillos, antes y después de haber sido convertidos en palacios, o en estancias de curiosidad turística, nos sugieren que han visto tantas vidas, tanta vanidad y menoscabo, gloria o irrisión y vida y muerte, que nos hacen sentir nuestra existencia y la vida de la historia apenas como un simple eslabón de una cadena en la que el tiempo está amarrado».
Abunda el narrador y poeta abulense en las fascinantes imágenes de edificios «que no solo han soportado un trajín humano de siglos y decenas de episodios de guerra y paz entre ellos, sino que han atravesado también sus tiempos palaciegos y al final han tenido, a veces, no una memoria digna de ellos, sino una retórica vacía que solo estaba hecha para secarse al sol, pero que pesaba muchas torres, y no de homenaje precisamente (...). Y sin embargo son ellos mismos una gloria, y el acierto de este libro ha sido el de citarlos por la noche para nuestra mirada».
Las imágenes del artista medinense se acompañan en el libro de poemas de José Zorrilla, Francisco Pino, Rosa Chacel, José Jiménez Lozano, Jorge Guillén, Clara Janés, Antonio Gamoneda, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Juan Carlos Mestre, Carlos Aganzo, Fermín Herrero y Antonio Carvajal.
Entre los castillos retratados se cuentan algunos que han recuperado su pujanza de la mano del uso turístico, como el del Museo del Vino de Peñafiel, el de Íscar con la fábrica de cerveza artesana La Loca Juana o el de Curiel de Duero como hotel con encanto, sin embargo otros han quedado reducidos a torres o muros como los de Pozal de Gallinas o Castroverde de Cerrato. «Me interesaba mucho recordar, hacer un viaje por la historia, porque junto a esas figuras totémicas están los pueblos enclavados junto a ellos y un paisaje que en esta tierra cambia con cada estación», resume el artista al recordar que la primera fortificación de la lista a la que se enfrentó fue la de Mota del Marqués, «un torreón contemplado tantísimas veces mientras conducía por la carretera; me resultaba muy familiar y no era muy grande para empezar a hacer boca».
Con el atardecer en horarios de invierno o verano en sesiones que se prolongaban hasta la madrugada, siempre en noches de plenilunio, y acompañado por su asistente Félix Llanos, cargaban con su equipo de trípodes, focos, difusores y cámaras, algunas veces por caminos donde no se podía llegar en coche, en busca de la perspectiva que mejor se acomodase a su pretensión estética. «Había que observar detenidamente alrededor del castillo, ir marcando el lugar donde creía que era más importante captar esas imágenes basadas en una sensación compositiva, de tipo más visceral que afectivo. Y cuando localizabas ese punto de vista, lo que quedaba era iluminarlo; en algunos casos la iluminación podía molestar a la imagen, entonces trataba de tapar los focos con telas para anular la luz o tamizarla; y si no había luz, había que buscarse la vida con la del coche haciendo de foco principal, y con golpes de 'flash 'conseguía que brotara la piedra del castillo».
Una selección de las imágenes de Ángel Marcos se expondrá en una sala del Museo de los Castillos que acogerá la fortaleza de Fuensaldaña, un proyecto promovido por la Diputación de Valladolid que se inaugurará el día 14. De esas expediciones nocturnas en pos de la instantánea que desvelase nuevas sensaciones sobre las fortalezas no olvida el silencio total, solo roto por ocasionales ladridos de perros en la noche. «Nunca vimos a ningún vecino, excepto una vez que apareció la Guardia Civil en Villagarcía de Campos alertada por algún lugareño extrañado al vernos merodear. Salvo en esa ocasión, siempre hemos estado en total soledad».
Otra de las sorpresas fue ir al encuentro del castillo de Villafuerte de Esgueva. «Llegamos allí sobre las cuatro de la mañana, solo había la luz de una farola, giras una esquina y te topas con esa preciosidad, con esa torre del homenaje tan bien decorada y ese pequeño puente que se supone atraviesa un diminuto foso, ese olvido... es como que ya todo pasó». Remarca el protagonista de exposiciones internacionales como 'Alrededor del sueño' que en este trabajo sobre las fortalezas ha huido de la ocurrencia y la espectacularidad: «No me interesaba coger un dron ni hacer tomas aéreas, he buscado la imagen reposada que intento que permanezca siempre, jugando con la forma y la textura a través de la iluminación y captando las señas de identidad del entorno en este viaje por los castillos».
Así como en invierno comenzaba las sesiones fotográficas a las siete de la tarde y en verano nunca antes de las once de la noche, el trabajo se prolongaba hasta bien entrada la madrugada en cualquiera de las cuatro estaciones. «No olvido esos cielos rasos invernales cuando la helada está cayendo o va a caer, o esa exuberancia del campo nocturno en primavera... No he querido jugar mucho con esos preciosismos, pero a mí me ayudaban a renombrar la parte más poética, de sueño e imaginación de esos lugares; está claro, como dice Jiménez Lozano, que la noche hace que estos castillos tengan luz propia, sean como una bandera que está siendo agitada por una energía especial».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.