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«Los toros no son de izquierdas ni de derechas, son de cualquiera capaz de apreciar y valorar su belleza». Lo aseguró ayer en el Aula de Cultura de El Norte el catedrático Andrés Amorós, buen conocedor y defensor de la tauromaquia. «Han formado parte siempre de la cultura popular del pueblo español y no están unidos a ninguna ideología ni a ninguna clase social», recalcó.
«El torero es la persona con el valor de ponerse frente al toro para domar su fiereza y convertirla en belleza. Es lo menos parecido a un carnicero», explicó Amorós, quien expuso su visión en el Círculo de Recreo, en un acto conducido por el periodista Carlos Aganzo, que contó también con la presencia del consejero de Cultura, Gonzalo Santonja. El Aula de Cultura cuenta con el patrocinio de la Fundación La Caixa y la Fundación Vocento.
Amorós celebró la última sentencia del Supremo que anula la exclusión de la tauromaquia de las actividades en las que puede gastarse el bono cultural joven, y lo calificó como una victoria «simbólica». Que se une a otra poco conocida: la anulación por el Tribunal Constitucional de la prohibición de los toros en Cataluña. «Pueden organizarse corridas, pero nadie se atreve».
La razón de ambas resoluciones es la existencia de una ley que proclama que la tauromaquia forma parte del patrimonio cultural español, y que debe ser respetada y promovida. «Todas las autoridades están obligadas a respetar los toros y fomentarlos, lo que evidentemente no se hace. Pero éste no es un problema que les afecte sólo a ellos. Ahí está la sentencia sobra la enseñanza de castellano en Cataluña, que tampoco se cumple», lamenta Amorós. «Cumplir la ley es algo bastante conveniente en un país civilizado».
El catedrático cree que abundan las pruebas de la dimensión cultural de la tauromaquia, aunque cree que sería conveniente promover la declaración por la Unesco de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para garantizar más su protección.
El consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, se apoyó en su experiencia personal para explicar la variedad de elementos que avalan la riqueza cultural de los toros y su condición de «elemento constitutivo de la cultura española». A este respecto avanzó una hipótesis de por qué se desarrollaron tanto en España, cuando hubo toros en toda Europa. «El español, desde la invasión árabe, vive en contacto permanente con la muerte, y para ese tipo de vida la tauromaquia era un ejercicio adecuado».
El consejero explicó también que los uros primitivos, los animales de los que surge el toro bravo, tenían unas dimensiones tales (dos metros de altura y más de mil kilos de peso) que los hacían imposibles de torear. Para que surjan las corridas, incluso en su versión primitiva, hace falta que el uro evolucione hacia el toro «y luego hay que sentir la necesidad de desafiarlo». Santonja ha documentado que los primeros registros de existencia de una ganadería brava se remontan al año 1160. «Y si había ganaderías bravas habría corridas, pues el toro bravo sólo sirve para la lidia».
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