De San Esteban de Gormaz, aunque nacido en el hospital de Soria por exigencias médicas, Víctor Lenore se ha convertido en una referencia de la crítica musical y el periodismo cultural en España. Hablamos de un oficio que siempre fue dudoso en cuanto a su ... rendimiento económico, pero que últimamente, según admite, se está convirtiendo en una auténtica 'misión imposible'. Ya en sus comienzos, hace más de veinte años, Patricia Godes le advirtió de que se buscara un trabajo serio (le sugirió el de monitor de gimnasio) y que viera la crítica como algo complementario. De entonces acá la situación ha sufrido altibajos, pero ahora no está precisamente mejor, con la programación de conciertos y de presentaciones congelada por el Covid. «El periodismo cultural ha dejado de ser un trabajo del que se pueda vivir», se lamenta Lenore. «La mayoría de los críticos sobreviven gracias al sueldo estable de sus mujeres».
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Estaba llamado a ser un abogado más, pero la fascinación que despertó en él la música alternativa de los 90 truncó su carrera de Derecho. La primera concreción literaria de esa pasión fue un fanzine universitario, como era habitual en la época. De ahí pasó a la extinta Rockdelux, luego a La Razón y ahora al periódico digital Vozpopuli, entre otros muchos medios y colaboraciones. En este tiempo, sin embargo, ha pasado del elitismo de sus comienzos a una defensa sin complejos del placer musical. «La alegría ha sido estigmatizada y despreciada por la crítica musical seria», opina Víctor Lenore, y recuerda sus inicios en Rockdelux cuando lo más prestigioso era que un músico hablara de sus sufrimientos, su soledad y su agónica vida. «Pero es mucho más difícil hacer bailar a una pista que hacer llorar, como sabe cualquier dj de boda».
Nuestro crítico saldó cuentas con sus pasiones de juventud en los dos libros que ha escrito hasta la fecha. «En realidad no hago más que poner al día mis criterios. Se supone que un crítico debe cambiar de opinión a medida que tiene más experiencia y cultura». En el primero, 'Indies, hípsters y gafapastas' (Capitán Swing, 2014) desmontaba la mitología indie, y en el último hasta la fecha, 'Espectros de la movida' (Akal, 2018), nos explicaba por qué era razonable odiar los años 80. «Todas las manifestaciones culturales son reflejo de un momento sociopolítico. ¿Por qué nos gustaba los grupos españoles que cantaban en inglés? Porque salíamos del franquismo, el español lo veíamos como reflejo de un oscuro pasado reciente y el inglés sonaba a modernidad y a internacionalismo», explica. «Muchas veces lo que crees que son elecciones personales responde al influjo de un ambiente social».
En el caso de la movida, Lenore salva a los grupos, pero arremete contra el movimiento. «Los valores que transmitía la movida eran valores de clase alta. 'Quiero ser un bote de Colón', de Alaska y los Pegamoides, era una canción política en sentido estricto, una apología de la sociedad de consumo», asegura. «No creo que fuera la edad de oro del pop español; no me parece que su música fuera mejor que la que se hizo en los años 60 y 70».
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No sólo eso, sino que, mientras todos los altavoces y los focos mediáticos enfocaban en dirección a la movida –«un movimiento que reflejaba la visión cultural del PSOE»- grupos como Los Chichos, los Chunguitos o Manzanita se veían relegados a los expositores de las gasolineras. «Lo peor es que eclipsó la mejor música que se estaba haciendo entonces, que era la rumba callejera», opina Lenore. Y lleva su apuesta hasta el final. «Todo el mundo apuesta por 'Chica de ayer' como la mejor canción del pop español, pero ¿por qué no elegir 'Me quedo contigo', de Los Chunguitos, que, además, ha sido recientemente reivindicada por Rosalía?». El trato que la industria cultural brindó a la música gitana de entonces «puede ser calificado como elitista y racista».
De igual modo, le hierve la sangre cada vez que le mientan la supuesta libertad de los 80. «No sé cómo nos han podido colar tal cosa; no es verdad». Y recuerda los casos del televisivo programa infantil la Bola de Cristal (suprimido por Pilar Miró por sus críticas políticas) y de Javier Krahe, marginado y castigado sin conciertos municipales por su canción 'Cuervo ingenuo', en la que criticaba la rectificación de Felipe González sobre la OTAN.
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De todo lo leído hasta ahora podrá deducir el lector que Lenore, al margen de sus inicios más o menos culturetas o estirados, es hoy un decidido defensor de lo popular en la cultura. De hecho, cree que el verdadero eje político actual no es izquierda / derecha, sino elitismo / antielitismo. Y él mismo ha constatado en el mundo del espectáculo un proceso de elitización. «En los 90 una zona VIP era impensable y ahora no hay festival que no la tenga». Y añade otra prueba más: «Antes, las diez primeras filas de un concierto eran para quienes se habían pasado días durmiendo en la cola, a la puerta. Ahora son para los que pagan un plus».
En parte por la falta de trabajo a causa del Covid, y en parte por la pandemia en sí misma, Lenore regresó a su San Esteban de Gormaz natal, donde reside desde el pasado verano. El piso compartido en el que vivía en Madrid no parecía la mejor opción para un país sumido en la epidemia. «Pude volver a Soria por la suspensión de los conciertos. De haberse mantenido la actividad no me hubiera quedado más remedio que seguir allí», explica. Pero, con todo congelado, el teletrabajo no sólo era viable sino incluso aconsejable. Entre tanto, y mientras busca un nuevo piso en la capital de España que pueda pagar en solitario, ha puesto en marcha un nuevo podcast de entrevistas, 'Truco o trato', en Subterfuge Radio, la emisora de un conocido sello indie, que se estrenó con una aguda conversación con el escritor segoviano Alberto Olmos. Lenore sigue empeñado en esa mala costumbre de querer sobrevivir, y en la aún peor de dignificar el oficio.
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