A lo mejor fue un espejismo, pero, por un momento, el cierre de Twitter parecía inminente a comienzos de esta semana. Al ritmo al que Elon Musk despide ingenieros parece mentira que la red social del pajarito azul continúe funcionando. Por eso muchos usuarios corrieron ... a refugiarse en Mastodon, una red alternativa que a este paso también acabará en manos del dueño de Tesla. El nombre de muchos tuiteros, que incluye ya su contacto en Mastodon, nos recuerda que esto se puede apagar en cualquier momento.

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Al sentimiento de alivio se une una certeza: sin Twitter vamos a vivir mejor. Se acabaron los exabruptos en caliente de los políticos, las meteduras de pata de los famosos, los zascas de 'haters' y policías de Twitter, que recopilan tuits de años atrás dispuestos a usarlos para el escarnio público, la pérdida de tiempo haciendo zapping por el rencor, el orgullo de la incultura y la envidia. La mala gente saldría a pasear y los partidos populistas dispondrían de un canal menos para sembrar bulos virales. Los periodistas dejaríamos de vivir pegados al móvil y la agenda informativa volverían a marcarla los periódicos y no los caprichos de cuatro gatos.

Porque, sí, Twitter no es la realidad, sino una burbuja que los medios han contribuido a magnificar y que la gente hace tiempo que abandonó, al igual que Facebook, esa cosa de padres, para sumergirse en las naderías hipnóticas de TikTok. Cuando la Wikipedia dejó de leerse para entrar en YouTube resultaba difícil de creer que sus vídeos resultaran demasiado largos. Pues esa es la sensación que tienen los usuarios de TikTok, que ven resueltas sus dudas gracias un fulano gesticulante que les aclara cualquier cuestión en pocos segundos: un bailecito, la receta de un pastel, la Guerra de Ucrania.

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