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Enrique Cornejo, en la Plaza Mayor.
«El Zorrilla ha revitalizado el teatro en Valladolid»

«El Zorrilla ha revitalizado el teatro en Valladolid»

Apenas dos meses después de renovar la gestión del Zorrilla, Enrique Cornejo asegura que tiene en mente recuperar para la ciudad otro emblemático teatro

Luis Miguel de Pablos

Domingo, 4 de junio 2017, 22:51

De punta en blanco llega a la Plaza Mayor. Ysin dejar detalle alguno a la improvisación, entra en el Teatro Zorrilla. Luces encendidas. Telón arriba. Ni una sola mota de polvo en el camino al patio de butacas. Ni una arruga en la alfombra. Ni un mal gesto. Ni una mala palabra cuando sube el telón y empiezan las preguntas.

Todo está como le hubiera gustado que estuviera hace más de cincuenta años cuando acudía cada domingo del brazo de su padre para ver la última de Spencer Tracy. Allí mismo empezó todo.

Los domingos me llevaba mi padre a la plaza Mayor y comprábamos pasteles en la pastelería Ercilla, oíamos misa en Los Filipinos, tomábamos el aperitivo en el bar Palencia, y a las dos nos íbamos a comer a la espera de ese postre especial.

¿Y por la tarde?

Por la tarde al cine. Oal teatro. Al Lope. Al Pradera, donde mi padre tenía un palco al que me metían una vez empezada la función porque tenía solo doce años. ¡O al Zorrilla!

El Zorrilla. El teatro que le vio crecer y en el que empezó a alimentar su amor por la cultura en general y el teatro en particular. Una pasión que le transmitió bien pronto su padre, Julián Cornejo, al que no unía más vínculo con la cultura que su propia inquietud y del que heredó esa misma inquietud desde muy pequeño. Daba igual una obra de teatro, un recital o una conferencia. Allá donde se convocaba una actividad cultural, allá estaba Cornejo hijo. Y esa sensibilidad la ha ido trasladando con el paso del tiempo a todos sus proyectos. Hasta hace bien poco lo hizo con la gestión del Reina Victoria de Madrid, hasta su venta, y en la actualidad con espacios como el Muñoz Seca, el Teatro de Cartagena y el propio Zorrilla.

El pasado mes de abril renovó la concesión por parte de la Diputación por dos años más, con una opción prorrogable de dos más.

El Zorrilla nunca ha sido un teatro más para Enrique Cornejo, ¿verdad?

Es mi ojito derecho y el izquierdo. No es mío y como no es mío, lo cuido. El teatro está impecable. Gracias a la Diputación he vuelto a mi senda y a mi autopista final. De Valladolid no quiero moverme ya.

Sentado en una de sus butacas, Enrique Cornejo aparta la vista del entrevistador, y mira hacia su cúpula. Ya los palcos. Por un momento se le agolpan los recuerdos. «El Zorrilla me recuerda cuando yo venía con ocho añitos al gallinero, a los bancos de madera a ver películas. Tengo un recuerdo que nunca podré olvidar por la última película que vi con mi padre al que perdió cuando tenía 17 años, y en el mismo año en el que murió su madre, Capitanes intrépidos, de Spencer Tracy.

Al hoy empresario teatral, que llegó a boxear como amateur en el Pradera, la vida le golpeó pronto.

¿Le curtió?

Curten los golpes y curte la vida. En esta película que te digo me impresionó que mi padre saliera llorando. Años más tarde he buscado esa película original y es ahora cuando me he dado cuenta del argumento y he llorado también. De pequeño no lloré.

De aquella cinta de Victor Fleming han pasado más de 70 años y aproximadamente 50 vinculados al teatro, ¿se vivía mejor sin el IVA al 21%?

Entonces se llamaba ITE (Impuesto de Tráfico de Empresas) y era un 0,40%. Era una época gloriosa porque ahora los grandes montajes teatrales de seis actores en adelante han quedado solo para las instituciones, llámense Inaem, ayuntamientos, festivales,... Ahora impera el monologuismo. Mi gran amigo Sazatornil, Saza, me decía: «Enrique, una obra con menos de cinco personajes tiene que ser buenísima en su diálogo para que prenda en el espectador». Si ves las carteleras hoy, todas tienen funciones de pocos personajes.

¿Es una locura dedicarse al teatro?

Está entre la heroicidad y la insensatez. Hay que ser vocacional, el teatro nunca puede ser un gran negocio. Ahora hay canales que no existían. Una localidad tiene que tener un precio establecido porque si uno empieza a quitar un 21% de IVA, más el porcentaje de autores, más lo que te cobran los distintos canales de venta, no te llega. Es imposible. La finalidad cultural siempre está por encima de lo económico. El dinero hace falta para cubrir gastos, pero en general la finalidad es el éxito de lo que hago. Si además me deja algo de dinero, soy feliz.

¿Es descabellado asegurar que hay un antes y un después en el Valladolid cultural desde la llegada de Cornejo al Zorrilla?

Sí. Hay un valor que pido, ruego y exijo que se le reconozca al Zorrilla, y es que ha revitalizado el teatro en Valladolid. Cuando llegamos, solo existía el Calderón, y no programaba todas las semanas. Estaba también el auditorio Miguel Delibes, pero a raíz de asentarnos pusimos en marcha canales de difusión. Luego ya nace el LAVA, se crean salas paralelas, nace el Carrión,...

¿Ejerció de despertador cultural?

No es vanidad, pero es cierto que se ha revitalizado el teatro en la ciudad. Nunca ha habido una acción teatral permanente como ahora. Solo en Zorrilla se han hecho más de 1.500 funciones, y han pasado medio millón de espectadores.

Hay que reconocerle también la integración del teatro que gestiona en las distintas actividades que se convocan en Valladolid.

Tenemos más de doscientas actividades anuales que son productivas en el ámbito cultural pero totalmente improductivas económicamente. Se ha creado el Premio de Poesía, acogemos conferencias, presentaciones, recitales...

¿Es posible estirar aún más la oferta, ahora que acaba de prorrogar su contrato con el teatro?

En teatro no se puede inventar nada más porque está todo inventado. Pero la oferta de servicios sí es lo que va cambiando. Tenemos el torneo de ajedrez, vamos a incorporar un ciclo de jazz, de ópera, zarzuela... El teatro es algo más que un espacio para representar una obra teatral. Es un espacio polivalente. Queremos hacer teatro para todos. Ahora mismo tenemos todos los géneros, cultivamos también el Tenorio como símbolo de la ciudad y su autor a través de una relación muy estrecha con la asociación Amigos del Teatro, que mantienen viva la llama del Don Juan, y luego vamos a seguir dando lo que hay en el mercado. Y, por supuesto, vamos a desarrollar nuestra capacidad organizativa en aspectos empresariales, académicos y universitarios mediante un plan de acción que tenemos ya avanzado.

De punta en blanco, sin una sola arruga, Cornejo vuelve a hacer una pausa para mirar orgulloso a un lado y a otro. Minutos antes ha recibido a una empresa de pintura que se va a encargar de pintar el teatro en cuanto se tome un respiro en el mes de julio. «Hablábamos de limpiar antes de dar una capa de pintura, y ellos mismos me decían que no es posible tener el teatro más limpio de lo que está ahora», sonríe.

No pierde detalle. ¿Es uno de los secretos para llevar más de 50 años en este sector tan dañado y en permanente crisis?

La situación del teatro es fiel reflejo de lo que es la sociedad. Entonces, cuando la sociedad se resquebraja por los problemas que nos envuelven a todos, el teatro no es una excepción. Bien es cierto que el empresario privado hemos venido soportando un enorme IVA del 21 %, que es algo tremendo, y la reducción en el precio de las localidades. Reducción que entra de lleno, además, en las redes sociales, porque la gente entra ahora en distintos portales en busca de promociones y ofertas permanentes. Con este panorama es difícil asumir todo el engranaje económico que supone una función de teatro.

¿Se lleva usted muy bien, entonces con los banqueros?

Se portan muy bien conmigo. Siempre les tengo enganchados con créditos. Y pongo un ejemplo. Acabamos de tener a Ainhoa Arteta en Cartagena, y una artista de esta magnitud no la puedes tener con 500 butacas porque ella cobra lo mismo trabajando con 500 que con 5.000. Me decía un director de un banco no hace mucho; «Don Enrique, ¿cómo se le ocurre a usted hacer este negocio?». Y yo le respondí, «la culpa la tiene usted porque me dio un crédito».

¿Y con los políticos? ¿Es necesario llevarse bien o muy bien?

Aquí tengo que decir qu tengo una pequeña ventaja. Gracias a esos más de 50 años que llevo en este sector, soy conocido. Y conocido por mi trayectoria. Seguro que hay empresarios con mejores ideas que las mías, pero también se necesita de una experiencia y un poso para afrontar proyectos con ciertas garantías.

Quien hace ahora una pausa tramposa es el entrevistador. Entre bambalinas hemos hablado del concurso que perdió por tres décimas para gestionar el Teatro Ramos Carrión de Zamora, de la venta del Reina Victoria de Madrid, de los espacios que alquila puntualmente para espectáculos concretos,... Pero hay que rascar un poco más. ¿Hay algún proyecto guardado en el cajón?

Enrique Cornejo pasó su infancia entre el Pradera, el Zorrilla y también el Lope. ¡Qué pena de Lope!

Desde luego. El Lope de Vega es mi sueño. Sé que es propiedad de una entidad bancaria pero,.... en estos momentos que hay tanta oferta cultural, no sé. No puedo decir mucho más.

¿Tendría cabida un teatro más en la ciudad?

Sí, pero para una acción específica. Tengo algo ya pensado, pero contando con la ciudad. Pero no puedo decir mucho más por ahora.

¿Sería a corto plazo?

(Suelta una carcajada) Tiene que serlo porque yo soy muy mayor. ¡Y lo quiero ver realizado ya! En cultura hay que aunar a la banca, que es la que tiene dinero, a las empresas, y a las instituciones. Ycontar con la ciudad. El Lope de Vega es un teatro emblemático en Valladolid. Y lo que yo pido para cualquier proyecto es que se valoren por la pureza de quien lo presenta. Y si se acepta el proyecto, Valladolid podría contar en breve de nuevo con este espacio tan emblemático.

¿Habla de gestionarlo usted?

Yo gestionaría la parte de búsqueda de capital, pero no lo quiero para mí. Lo quiero para mi Valladolid. La idea es muy bonita y mi vanidad sonríe se cubriría con que me pusieran una plaquita en una butaca.

Ahí es nada. Cuando el fotógrafo asoma por el patio de butacas y la entrevista está a punto de tocar a su fin, Cornejo suelta la perla. Enfundado en sus double monk, pajarita y pañuelo de seda asomando por el bolsillo de la chaqueta, el gestor del Zorrilla aún tiene tiempo de dar una pincelada de su otra pasión. Las mujeres. Él que paseó por Madrid del brazo de la mismísima Ava Gardner...

Aquellas sí eran celebridades, que no famosas...

Antes los famosos lo eran de verdad.

¿Y Cornejo nunca ha elegido mal?

Recuerdo cuando se estrenó El último cuplé, creo que en el Roxy. Yo me colaba, y la vi muchas veces porque estaba enamorado de Sara Montiel. Con el tiempo nos encontramos y yo le decía; «Hay que ver lo enamorado que he estado de ti» y ella, fumándose un puro, me respondía: «Bueno, nunca es tarde».

¿No fue la única?

De Carmen Sevilla también me enamoré. La recordaba que cuando se casó con Augusto Algueró, en una boda retransmitida en Zaragoza, yo era un crío y recuerdo que no fui al colegio. Me metí en mi habitación porque no quería verlo. Estaba enamorado perdidamente. Soñaba con ella.

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