Jesús Bombín
Sábado, 6 de mayo 2017, 04:58
«¿Acaso el viñedo de Carraovejas vale menos que una Catedral?». Con esta interpelación abrió el profesor del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada José Castillo Ruiz su conferencia en las jornadas Enfoques y perspectivas del patrimonio territorial, que ayer comenzaron en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid con el fin de reflexionar sobre modelos de gestión del patrimonio.
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José Castillo Ruiz ha convertido el patrimonio agrario en objeto de investigación e ideario de movilización ciudadana en la vega de Granada a partir de un concepto que, afirma, lo conforman «el conjunto de bienes naturales y culturales, materiales e inmateriales generados o aprovechados por la actividad agraria a lo largo de la historia».
Pone las cañadas, los viñedos y espacios de cultivos vinculados históricamente a usos y entornos tradicionales como ejemplo de ese patrimonio agrario que, lamentó, «es el gran olvidado y nunca ha gozado de visibilidad pese a que tantos hombres y mujeres han estado vinculados a él». Esa ocultación hecha a lo largo de siglos es el punto de partida de la reflexión de Castillo Ruiz para proponer una visión desde la perspectiva ganadera y agrícola de lugares a los que no se da valor por sí mismos, solo cuando se los vincula a construcciones como canales, puentes y edificios. «Hay prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales que están siendo sustituidas o destruidas por otras, olvidando que el patrimonio agrario es modernidad y progreso, pero en España está sometido a muchos prejuicios».
Se remitió a la Carta de Baeza como punto de partida del movimiento en el que participa con el propósito de hacer visible la aportación social de este tipo de bien paisajístico y cultural, «al mismo nivel que el industrial o el arqueológico».
Alertó también de que el movimiento ecologista se ha «apropiado» de usos y valores de la agricultura tradicional, como la sostenibilidad y la alimentación sana. «Han promovido esos conceptos de defensa del medio ambiente desvinculándolos de la tradición, cuando realmente proceden de ella», indicó. El profesor granadino esgrimió otras razones para poner en valor el patrimonio agrario: su contribución a la relación armónica con el territorio, la soberanía alimentaria y la construcción de la memoria y la supervivencia del hombre. Incidió también en que uno de los retos de la sociedad es incorporar la dimensión cultural e histórica a los espacios agrarios.
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Otra de sus propuestas es la desvinculación del patrimonio agrario del rural. «Hay espacios en muchas ciudades que escapan a esa consideración rural, como la huerta metropolitana de Zaragoza o la vega de Granada, amenazada por otros usos que pueden poner en peligro sistemas de riego creados en el siglo XI; es un espacio que puede ser el futuro para muchos jóvenes que, en coincidencia con sus abuelos no con sus padres defienden su preservación con prácticas agrícolas tradicionales».
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