Roberto Enríquez.

«Hay momentos durante la representación que se oye la emoción del público»

El actor vallisoletano Roberto Enríquez vuelve a su ciudad para dar vida en el Zorrilla al padre de un niño que sufre acoso escolar en ‘Mi pequeño poni’

Javier Aguiar

Sábado, 25 de febrero 2017, 18:53

Como tantos actores Roberto Enríquez le debe al cine y a la televisión una popularidad que aprovecha para trabajar en el teatro, ese lugar en el que la verdad y el contacto directo con el público se revisten de magia. El vallisoletano regresa «emocionado» a su ciudad este viernes para interpretar junto a María Adánez El pequeño poni, una obra «desgarradora» escrita por Paco Becerra y dirigida por Luis Luque sobre el acoso escolar, en este caso provocado por la devoción de un niño por esa serie infantil de televisión.

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Con la crisis nos habíamos abonado a obras de puro entretenimiento, pero el teatro sirve para más cosas que divertir...

El teatro tiene muchas funciones. Hay una parte de entretenimiento y, a veces, si la pieza es buena y se hace con calidad, el entretenimiento no tiene que estar reñido con poner un espejo ante el público y hacerle algunas preguntas, dar luz y confrontar. Llevamos un año con la función y me siento un absoluto privilegiado por hacer una pieza que lleva este mensaje. Me doy cuenta de lo que produce en los espectadores y hacía mucho tiempo que no lo veía de una manera tan nítida. Es un crochet en la boca del estómago.

¿Cómo se consigue atraer público a una función así?

No es fácil. No hay un público mayoritario que esté dispuesto a recibir eso. Estamos viviendo un momento duro como sociedad que nos hace volvernos un poco indolentes. Hay gente que dice que casi que para que nos cuenten un problema.... Pero lo cierto es que alcanza una gran emotividad, lo hace de una manera superlativa, no solo por el tema que toca sino por cómo está construida, tiene una carpintería teatral maravillosa y por eso también produce ese efecto en el público.

Descríbame ese efecto que provoca en el espectador.

Primero se hacen unos silencios bastante elocuentes, que no se mueve ni una mosca, y hay momentos durante la representación que se oye la emoción del público. Oímos gente sorberse los mocos y cuando se hacen las luces y empiezan los aplausos se ven las caras de los espectadores y muchos están emocionalmente tocados, y otros que a lo mejor no lo manifiestan con lágrimas nos lo transmiten al término de la función. Nadie se queda indiferente y no hay nada más satisfactorio que lo que haces llegue a ese lugar. Creo que ese es el fin primero y último del teatro.

¿El texto de Becerra es una de las claves para llegar a ese punto?

El tema principal es el acoso escolar, pero visto desde otro prisma también podría ser una reflexión sobre la pareja contemporánea, en definitiva sobre el hombre de hoy. Es una pareja saludable con una relación fuerte y ante un hecho de consecuencias funestas se tambalea, se destartala y se viene abajo. Luego intentan reconstruirla como pueden. Es muy inteligente porque prácticamente no ofrece respuestas, solo genera preguntas y deja al espectador su lugar para que complete la historia. Incluso el final es abierto. El espectador va como en un partido de tenis de un lado a otro, de los argumentos de uno a los del otro. Esta pieza no habla de blancos y negros.

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¿Entonces tampoco aporta algún mensaje, alguna idea para afrontar el problema?

Es respetuosa y nada maniquea y deja que cada uno saque sus propias conclusiones. Te lleva hasta el precipicio de esas cuestiones, pero no es tan patana como para dar una receta fácil. Al final el debate es seguridad contra libertad. La madre plantea acabar con la mochila (de El pequeño poni, motivo de la burla) si ese es el problema, pero el niño tiene una identificación brutal con el personaje protagonista y entonces no es un capricho, así que el padre defiende la libertad de su hijo de ir a clase como le dé la gana. Los dos queriendo lo mejor para el niño aunque acaban pasando por encima de él y no viéndolo hasta que ocurre algo que les quita la venda de los ojos.

Qué está ocurriendo en esta sociedad que cuando más se sobreprotege a los hijos menos tiempo se les dedica?

Esa es una lectura que yo suscribo pero también hay otra, y es el hecho de que esto siempre ha ocurrido, no es algo nuevo, solo que ahora se le está dando visibilidad. Así que tengo una visión positiva sobre el tema porque vamos avanzando. Igual ocurre con las agresiones machistas, ahora se tiene otra sensibilidad sobre el tema y con el acoso escolar está pasando algo por el estilo. Por ser distinto o porque le caía el sambenito siempre alguien ha sufrido las burlas de los demás y ha pagado las consecuencias. También antes, cuando se tenían tantos hijos, no podían estar encima y ahora tienen más trabajo. Pero no todo tiene que ver con la dejación de las obligaciones paternas.

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Tiene que ver con la intransigencia y la incapacidad para aceptar al distinto ¿no?

Ese es otro tema importante, el qué hacemos con el diferente. Los niños no son un departamento estanco de la sociedad, son el reflejo del mundo de los adultos. Cuando se insulta a alguien por su color de piel o por sus tendencias sexuales eso habla de un tipo de sociedad y es lo que hacen los niños, criminalizar al diferente.

Hasta tal punto que está basado en hechos reales.

Más que basado, inspirado, pero sí Becerra leyó sendas noticias sucedidas en Carolina del Norte de dos niños que les ocurrió esto. Les negaron la entrada al colegio con sus mochilas. Esta serie (El pequeño poni) tiene detrás toda una ideología, hay un movimiento que se llaman los drones, que se abanderan con los valores de la serie, que habla de tolerancia, de solidaridad, de amistad y de libertad. La mochila no es más que una excusa, el padre en un momento le dice a su pareja: ¿qué crees que si no llevara la mochila iba a dejar de pasarle esto?. El niño es diferente y ese es su crimen.

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¿Le hace una ilusión especial volver a Valladolid?

Llevo toda la semana sin dormir desde que sé que voy a Valladolid. Para mí es muy especial porque es mi ciudad. Es acercarme en tren a Valladolid y el cuerpo se me pone diferente. Están mis amigos, mi familia y todo eso implica un grado más de responsabilidad. Es algo importante para mí volver a mi ciudad.

¿En qué otros proyectos está trabajando?

Estoy pendiente de una película que se va a estrenar en marzo o abril, que se titula Garantía personal, el primer largometraje del director Rodrigo Rivas. Es un thriller que hago con Belén López. También estoy ensayando Arte, de Yasmina Reza, con Miguel del Arco que creo que también va a Valladolid. Estoy muy contento porque es una obra maravillosa, pero no por ello exenta de veneno del bueno, del que se inocula en el espectador para hacerle reflexionar, en este caso sobre la amistad, y como excusa está el arte. Está siendo una delicia. Estrenamos en mayo en el teatro Pavón Kamikaze hasta que la taquilla aguante y luego iremos de gira. Hay un canto de sirena de hacer una cosa en televisión pero estas cosas hasta que no se firman no se pueden contar.

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