Nuria Espert, en una escena de 'Incendios'.

«Hay momentos en que pienso que las cosas cada día están peor»

Nuria Espert llega al Teatro Calderón para interpretar a la protagonista de la proclamada tragedia del siglo XXI, ‘Incendios’, del libanés Mouawad

Javier Aguiar

Jueves, 23 de febrero 2017, 20:01

Abducida por el teatro desde su más tierna adolescencia, desarrolló enseguida con su captor un síndrome de Estocolmo que a lo largo de las últimas siete décadas ha dado algunos de los momentos más sublimes de la escena española. Una relación para toda la vida, que con 81 años la permite mantener su imponente figura sobre el escenario gracias al «entusiasmo» y a una personalidad y un talento a la vez comedidos y desbordantes. Nuria Espert llega este fin de semana al Teatro Calderón para protagonizar Incendios, una tragedia del siglo XXI tan real, tan humana y tan cercana como pudo haber sido cualquiera de Eurípides en la Grecia de hace 2.500 años. La Seminci premió su versión fílmica en 2010.

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Un texto brutal, dicen.

Es un texto maravilloso que ayuda muchísimo a los actores. Lo que se dice y lo que no se dice está verdaderamente claro y el actor no tiene más que seguir esas pistas para poder llegar a ese mundo doloroso que lleva a hasta el desenlace que aclarará el suspense que tiene toda la obra.

¿Quién es Nawal Marwan?

Mi personaje es la figura que está en el centro de esta obra coral, empieza con 14 años y termina con 70. Laia Marull hace la parte joven y yo sus últimas apariciones ante un tribunal internacional. Es una obra de una gran belleza, trabajar en ella es un gran privilegio y la compañía es excelsa, así que estoy en un momento feliz.

¿Es una puesta en escena difícil?

Aparentemente solo. Mario Gas (director) la ha convertido en algo muy fácil de seguir. El tempo es veloz, todos los personajes están metidos en viajes en la búsqueda de unas respuestas que solo aparecerán al final. Todo es aparentemente sencillo aunque no lo sea y es gracias a la extraordinaria dirección de Mario

¿Cómo mantiene atentos a los espectadores durante tres horas?

Tiene una gran historia, que es muy importante; tiene grandes personajes, tiene mucha violencia y mucha poesía. Todo eso junto hace una mezcla de un gran espectáculo.

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Usted la calificó de suspense espiritual. Explíquemelo.

La obra empieza con una muchacha ignorante en un pueblo perdido donde nadie sabe escribir. Y recibe la ayuda de su abuela moribunda que le dice que para salir de la miseria solo hay un camino, para no ser como los otros, como animales sin pensamiento, ni conciencia de lo que es la vida. Y es aprender a leer y a escribir, a hablar y a pensar. Esas palabras son el impulso y el impacto que hace que llegue a tener una vida vigorosa, terrible, hermosa e insoportable. Hay un desarrollo primero cuando a través de la educación y el pensamiento logra liberarse de todos estos siglos de ignorancia y de violencia ciega. Y hay una parte espiritual porque está atada a un bebé que le robaron recién nacido y la búsqueda de ese hijo se convierte en el centro de su vida, pero a su alrededor ocurren montones de cosas en las que ella participa y eso hace que su vida sea valiosa, una vida que salva vidas, que merece la pena ser vivida.

La cultura y la palabra para iluminar el camino. Eso es el teatro.

Sí, mirándolo globalmente es lo que significa el teatro. Pero al hablar de lo que estamos viviendo actualmente, de los refugiados, de las agresiones, de que la vida de muchos millones de personas no tiene ningún valor ante los ojos de la gente indiferente, al hablar de todas estas cosas hace que, además de todo lo que enseña el teatro, nos ponga, sin pedirnos permiso, enfrente de una realidad que está en los telediarios y en la prensa, sobre la que pasamos muy livianamente, no sé si para protegernos del dolor o porque no tenemos empatía.

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¿Somos responsables?

Sí, todos somos responsables de que estas cosas pasen y no movamos un dedo. No sé de quién parte la orden de que no se acepte a los refugiados. Nos habíamos comprometido. En Barcelona hay manifestaciones reclamándolo... y esa gente sigue viviendo en barracas y tiendas, y hace mucho frío. Hace frío hasta en mi casa y esa gente sigue ahí.

Perdonar o responder

La guerra es la lección que no termina de aprender el ser humano.

No, no termina de aprender. Incendios habla de las dos posibilidades, de perdonar o responder a la violencia con más violencia, que es lo que ha hecho el hombre desde el principio, desde las grutas hasta ayer por la noche. Defenderse matando... la defensa propia hace olvidar quién comenzó eso y parece que justifica todas las cosas atroces que hacemos.

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Del autor, Wajdi Mouawad, han dicho que es el rey de la tragedia.

Pues es muy acertado, porque verdaderamente desde Shakespeare yo no he sido capaz de reconocer la gran tragedia, ese legado que nos viene del pasado y que parecía que cuando se tocaba se quedaba en el drama. Pero la palabra tragedia con mayúsculaa pienso que se recupera con Wajdi.

El eterno debate entre el bien y el mal. Parece que gana este ¿no?

Pues sí, parece que esto no va a tener fin. Hay montones de guerras todos los días y en todas partes aunque parezca que no existen si no salen en la televisión porque no tienen suficiente número de muertos. El mundo está lleno de dolor, la verdad. Hay millones y millones de personas absolutamente desesperadas. Nosotros vivimos en una balsa de aceite con un nivel de vida muy alto y expectativas de paz y esperando que regrese el progreso pero mira cómo está el resto del mundo. Hay momentos en que pienso que las cosas cada día están peor. África, Asia, Oriente Medio parece que todo está a punto de explotar.

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Y entonces llegó Trump...

Espero que se quede poco tiempo la verdad. Entiendo que si pueden echar a un presidente porque ha puesto unas escuchas en casa de su enemigo político, y a otro porque se ha acostado con una jovencita, con un señor que dice semejantes cosas algo tiene que pasar.

Alguien ha dicho que su interpretación debería ponerse en las escuelas de teatro.

Pues lo veo una exageración tremebunda de alguien que está muy emocionado por el texto de Mouawad, con los ojos llenos de lágrimas y resonando en el pecho las palabras que decimos nosotros, que son verdaderamente mágicas, y ese entusiasmo le llevó a decir esa cosa, preciosa para mí, pero no verificable.

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¿Se acuerda de cuando hizo Medea con 18 años?

Tendría que repasar los álbumes. Todo eso ha quedado tan atrás, la carrera ha sido tan larga, tantos altos y bajos, tantos errores, tantos aciertos... De la noche del estreno naturalmente no me acuerdo de nada porque supongo que estaba en trance. Me lo había aprendido en diez días y no sabía si iba a poder terminar la función. Pero sí, la terminé y eso ha marcado todo lo que ha venido después.

La energía para seguir defendiendo papeles tan difíciles ¿de dónde sale?

Como me dijo un día Plácido Domingo, del entusiasmo. Me pareció una respuesta inesperada pero exacta.

¿Cómo ve esa familia suya que es el teatro?

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Depende de los días pienso unas cosas u otras. Es muy subjetivo porque depende de cómo te va, los espectáculos que hayas visto últimamente, si estaban abarrotados o no funcionaban, si los actores que yo adoro tienen trabajo o no. Cuando estoy trabajando tengo la mirada enturbiada y me da la impresión de que todo va bien. Hasta que te bajas de ahí y te encuentras con tantas cosas que han salido mal y tantos compañeros que no tienen trabajo, tantas empresas que se han hundido con la crisis y con el 21% de IVA...

¿Algún proyecto en marcha?

El proyecto es continuar hasta diciembre con Incendios y no quiero oír hablar de nada hasta entonces. No hay más proyecto que cuidarnos la salud porque una gira es dura de hacer y hay que tener mucha salud para aguantarlo y mucho entusiasmo.

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¿Seguirá el teatro siendo su dueño absoluto?

Supongo que sí. Lo que queda, supongo que sí.

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