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JESÚS BOMBÍN
Martes, 7 de febrero 2017, 18:20
Sostiene Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) que el capitalismo global ha difuminado nuestro cuerpo, al igual que la identidad, que Internet se ha incrustado en lo que somos y que la experiencia real late más allá de los límites de nuestro entorno físico. En Ser o no ser (un cuerpo) (Seix Barral) reflexiona sobre ello este filósofo, considerado un referente de la izquierda. Vice en Túnez desde 1998 y cada vez que vuelve a España recala en su casa del pueblo abulense de Piedralaves, donde guarda buena parte de su biblioteca.
¿Por qué el cuerpo como materia de indagación para comprender la actualidad?
Llevo muchos años investigando sobre la antropología del mercado y en el libro abordo una tesis antropológica que busca identificar la condición humana con el cuerpo entendido como continuidad biológica de 40.000 años al menos; y la otra idea se basa en el hecho de que por primera vez la sociedad, la forma de producir y distribuir mercancías asociada a un desarrollo tecnológico sin precedentes, ha acelerado de tal manera el cambio cultural que ese cuerpo de 40.000 años se ha quedado obsoleto, viejo, como un estorbo o un residuo.
Defiende la idea de que el ser humano es el único animal que huye de su cuerpo.
El cuerpo huye de sí mismo a través del lenguaje y así se construye como cuerpo y no solo como carne. Hay otros vectores de huida, entre otros, la tecnología, pero el lenguaje es el primero de ellos, a través del cual se construye lo que llamamos cuerpo, y cuando hablo de lenguaje hablo del conocimiento, de la voluntad clasificatoria del ser humano, el único animal que hace clasificaciones y se rebela contra ellas.
¿De qué estamos huyendo?
Hay distintas posibilidades de fuga. Todas las sociedades conocidas históricamente son procedimientos de fuga colectivos. En este caso la sociedad capitalista de consumo, como los viejos imperios que se consideraban eternos, huye de la confrontación con la vulnerabilidad, con la fragilidad, con los procesos de envejecimiento y, finalmente, con la muerte.
¿Cómo sigue la actualidad española viviendo en Túnez?
Llevo 18 años allí y antes viví en El Cairo y en Lisboa. En Túnez mi mujer es profesora del Instituto Cervantes, yo me dedico a escribir y mantengo un fuerte vínculo con el país. A la actualidad española estoy muy conectado pero al mismo tiempo la veo con una perspectiva que un español que está en las entrañas mismas del país no tiene. Eso me permite ver todo lo que tiene España de país extravagante, de excepción; un país curioso, el más católico del mundo durante siglos y hoy el país menos homófobo; donde hubo una guerra civil reciente y hoy es de los países menos violentos y menos islamófobos de Europa, lo que le da un aire excéntrico, sobre todo frente a los lugares donde avanza la desdemocratización. Todo eso hace de España un país potencialmente distinto. Y tiene que ver con el 15M y con la falta de memoria. Las amenazas son grandes y la falta de memoria es peligrosa, deberíamos tratar de que España no se sumergiera ni política ni antropológicamente en esta Europa dominantemente xenófoba y desplazada cada vez más a la derecha.
Dice que la gente está descubriendo la visibilidad en los espacios públicos, pero la presencia real está siendo sustituida por la virtual.
No sabemos todavía cómo afecta, pero por primera vez en la historia las cosas ya no se producen en nuestro cuerpo o en el entorno. Pasamos más tiempo en las redes que en bares y lugares públicos. Nuestra conciencia identitaria se construye más fuera de nosotros que dentro, basta pensar cuánta gente a lo largo del día ve nuestro cuerpo real y cuánta ve nuestras imágenes liberadas en Internet. De manera que nuestra identidad se construye más en la Red que en el cuerpo y sus alrededores.
¿Hay pereza en la izquierda para reinventarse?
No sé si es pereza o inercias enquistadas que hacen que sea complicado a veces abordar los cambios que se necesitan. Tampoco los neoliberales son conscientes de lo que está en juego, pero la izquierda tenía que haber hecho análisis más certeros y sobre todo no haberse alejado de la gente. Tiene que renunciar la izquierda a parte de su pasado y a claves identitarias si quiere intervenir en el presente, se trata de defender valores asociados a la necesidad de proteger a la gente.
¿Cómo está viviendo la división en la que está sumido Podemos?
Me presenté a las listas del Senado sin voluntad de salir elegido, fue un apoyo simbólico pero decidido. Vivimos un momento decisivo porque en Europa no hay otra fuerza como alternativa frente al neoliberalismo y al antineoliberalismo de la extrema derecha. Confío en que haya un acuerdo, y si no, que las bases decidan cuál es el proyecto más apoyado. Lo peor sería que se convirtiera en un ajuste de cuentas y no en un ajuste organizativo.
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