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Victoria M. Niño
Viernes, 29 de julio 2016, 09:54
Mallko, su segundo hijo, le cambió el chip. La perfección dejó de cotizar en sus valores, el continente perdió primacía en favor del contenido. Gusti (Buenos Aires, 1963) ha diversificado su manera de ser ilustrador. Más allá de los álbumes está su labor docente y los talleres los viernes con personas de capacidades diversas. Por eso su charla en el II Vilustrado versará sobre El dibujo inclusivo, ese que permite sumar a personas con alguna discapacidad intelectual. «Trabajar con ellos es como hacerlo con basquiats. Dibujar con gente que no necesita reconocimiento, que es libre, es la pureza total».
Mallko y Papá es un álbum publicado por la editorial Océano con el que ha cosechado varios premios desde Toronto hasta Bolonia. La ciudad italiana, referente de la ilustración mundial a través de su feria, dejó de obsesionarle hace tiempo. «Estoy desandando el camino. Llegué a un punto en el que me preocupa más comunicar que si el dibujo es o no bueno. Ya pasé por la etapa de la estética. En mi caso la perfección ya no es importante sino la historia que quiero contar. Quizá por eso mi dibujo sea desenfadado, porque me sale el niño rebeldote que llevo dentro que se niega a que esto se convierta en algo serio, es un niño que simplemente quiere pasárselo bien y conectar con otros niños que quieran leerme».
Intruso entre basquiats
Sabe que está en una de esas citas de la ilustración con figurones, «pero yo no juego en la liga champion de la ilustración. Disfruto del trabajo bien hecho, pero en mi caso la perfección no es el fin, solo si sirve para contar mejor lo que quiero, para que lleve al lector a soñar y querer leer más. Por eso si lo que quiero transmitir se dice con una raya, mejor que con cinco días sobre el mismo dibujo», explica quien comenzó en la animación.
Mallko, con síndrome de Down, le hizo mirar de otra manera su trabajo. «A partir de ahí trabajé de otro modo, monté una asociación con una migo de México. Mi canon de belleza cambió. Dejó de importarme la técnica y lo enfoco más al mensaje y a la personas. Por ejemplo no es lo mismo trabajar en la selva que en un país frío, que estés triste, cómo gestionas tu tristeza o tu falta de dinero a la hora de trabajar. Eso condiciona y me parece que está bien trasladarlo al papel. No somos máquinas de hacer libros por encargo. Si solo buscas la perfección, siempre habrá otro en la esquina que lo haga mejor. Tu arte tiene que estar al servicio de lo quieres poner en la mano del niño».
Por otra parte, recibe la lección «de la pureza. Son artistas de gran nivelazo entre los que me siento como un intruso. Son gente que no necesita el reconocimiento, eso que está en la naturaleza humana y que siempre está al acecho. Con ellos te quitas ese peso de encima y se trabaja con gran libertad. Son como los niños, no afrontan nada como una competición, no conciben el perfeccionismo». De estos aspectos, «casi más personales que profesionales», hablará Gusti hoy en la jornada de clausura de Vilustrado. También ha impartido un taller en el que buscó «sacar a los alumnos de su zona de confort, de las técnicas y las cosas que siempre hacen. Me interesa la experiencia de partir desde otro punto». Desde 1987 lleva publicando álbumes y recogiendo premios. Su larga lista la culmina el último álbum Tengo unos pies perfectos (Kalandraka). Yquien quiera seguirlo en su faceta de youtuber con Mallko, busquen sus vídeos para Radio Floresta.
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