Antonio Colinas: «Hoy la poesía es más necesaria que nunca»

La pasión por la palabra ha marcado la vida de Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946). Cuando ayer viajaba hacia Valladolid para grabar un recital de poesía y le comunicaron que había ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, sintió que la distinción trascendía lo literario. «He sentido emoción al tener la noticia y lo primero que he pensado es que más incluso que un reconocimiento a mi obra lo es a mi vida; yo muy tempranamente aposté por la palabra, que yo sentía en mi interior, porque ha habido mucha lucha contra corriente, mucho afán de trabajar, muchas pruebas; un reconocimiento como este va entrañablemente unido a mi vida», resumió al saberse elegido entre los distinguidos con el máximo galardón de poesía en lengua española y portuguesa.

El poeta leonés recibirá en noviembre el galardón de la XXV edición del Premio Reina Sofía, concedido por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca y dotado con 42.000 euros. Observa el autor de Sepulcro en Tarquinia un matiz especial en este premio dada la admiración que siente hacia los poetas iberoamericanos. «He aprendido de ellos, me he formado con la obra de César Vallejo, Pablo Neruda, Octavio Paz... con los países de Latinoamérica estoy en comunicación a través de viajes y de lecturas», enfatizó.

Poeta, ensayista y traductor, suele denostar la tendencia europea a «intelectualizar la poesía», lo que ha llevado al género, a su parecer, a perder conexión con la realidad más cercana. «En sus orígenes la poesía nació para ser palabra que se comunica en voz alta, en la calle, y bajo este punto de vista quizá tenemos que volver a preguntarnos qué es la poesía en esencia».

Interpreta el colaborador del suplemento literario La Sombra del Ciprés la poesía como una vía de conocimiento, «una experiencia que va muy unida al ser, a la vida, por eso tenemos que rescatar esa presencia de la poesía y del poeta en la calle, vivirla como vida comunicada». El premio le llega como recocimiento a una vida en la que más allá de lo literario la traducción ha tenido una gran presencia a través de la obra de autores como los italianos Giacomo Leopardi y Salvatore Quasimodo. Su pasión narradora también ha quedado plasmada en novelas como Un año en el sur, Días en Petavonium y Larga carta a Francesca, entre otros títulos.

Cuando se le inquiere por el rol de la poesía en estos tiempos su discurso se ensancha en esta reflexión: «Su papel es muy necesario. A veces escuchamos tópicos como que son malos tiempos para la lírica, que la poesía no se vende... pero no estoy en absoluto de acuerdo con esas opiniones. Hoy la poesía es más necesaria que nunca, porque va unida al humanismo, al sentimiento, a pensamientos esenciales; el día que el ser humano renuncie a su humanidad se habrá perdido todo. Lo que sucede prosigue es que la poesía sigue siendo un lenguaje a contracorriente, una palabra que revuelve las conciencias, es palabra nueva que fulge, que debe remover nuestros sentimientos y pensamientos. Y es que, en definitiva, la poesía está en toda la tradición, que ha trabajado siempre en torno a los grandes temas que preocupan a las personas: el amor, la naturaleza, el tiempo, la muerte, el misterio, el más allá... son temas esenciales, no podemos renunciar a ellos».

De la vivencia de buena parte de esos temas a lo largo de su existencia hace balance en Memorias del estanque (Siruela), obra en la que mezcla narración, ensayo y poesía para rememorar sus estancias en Francia, Italia e Ibiza, sus encuentros con Pablo Neruda y Vicente Aleixandre y su asentamiento final en Salamanca, donde reside en la actualidad. Cuenta que ese recuento vital le ha turbado hasta el punto de provocarle episodios de vértigo cervical mientras escribía evocando episodios de su mundo interior. Con tantos años como libros publicados setenta es autor de títulos como Amor que enciende más que amor, Desiertos de luz o Canciones para una música silente.

El jurado del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ha estado formado por el presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñan y de la Serna; el rector de la Universidad de Salamanca, Daniel Hernández Ruipérez; y Álvaro Pombo, en representación del director de la RAE; Ana Santos Aramburo, Pilar Martín-Laborda y Bergasa, Noni Benegas, Luis Alberto de Cuenca; Carme Millán, Joaquín Pérez de Azaustre, Jorge Luis Volpi, Blanca Berasategui, Berna González Harbour, Jorge Edwards, Miren Itziar Taboada, Francisca Noguerol Jiménez, Selena Millares, María Ángeles Pérez López y Esther Martínez Quintero.

«Su verso nunca adolece de falta de ritmo, tiene una sonoridad inigualable; es un poeta de altura», declaró a Efe sobre el galardonado el también poeta y miembro del jurado Luis Alberto de Cuenca, conocedor de la obra de «un hombre que no ha desempeñado otra tarea que escribir» y que «ha estado varios años en la antesala del premio. Es además un hombre bueno, una persona entrañable, que no tiene enemigos y que todo el mundo quiere».

Con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana Antonio Colinas agranda su colección de reconocimientos, entre los que destacan el de las Letras Teresa de Ávila (2014), de la Crítica de Castilla y León (2012), el Nacional de Traducción (2005), el Castilla y León de las Letras (1998) y el Nacional de Literatura (1982).

Entre los galardonados de este Premio Reina Sofía, cuya primera edición se celebró en 1992, figuran Ida Vitale (2015), María Victoria Atencia (2014), Nuno Júdice (2013), Ernesto Cardenal (2012), Fina García Marruz (2011), Francisco Brines (2010), José Emilio Pacheco (2009), Pablo García Baena (2008), Blanca Varela (2007), Antonio Gamoneda (2006), Juan Gelman (2005) y José Manuel Caballero Bonald (2004).