1. Representación en Segovia de ‘Farsas y églogas’, de Lucas Fernández.

Navegando hacia la esperanza

Nao d’amores cumple 15 años transitando nuevos mares teatrales «en busca de su ventura»

Javier Aguiar

Martes, 26 de abril 2016, 19:38

Rigor y compromiso pueden ser dos palabras adecuadas para definir el trabajo que viene desarrollando la compañía segoviana Nao damores, que alcanza su decimoquinto aniversario capitaneada desde el inicio de su singladura por la indómita Ana Zamora, una singular y personalísima creadora en el panorama del teatro español. Aunque quizá otras dos lo definan mejor: Gran teatro. Y también excelente labor cultural rescatando del olvido y dando a conocer, desde un punto de vista actual, un repertorio de incalculable valor e indispensable para entender mucho de lo que después puso la escena española en la cima del mundo.

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«Todavía están a tiempo de embarcarse en esta nave de las ilusiones llena de locos enamorados, capitaneada por el dios del Amor, donde solo tienen cabida los amantes despreciados, con pretensiones imposibles, que estén dispuestos a transitar nuevos mares en busca de su ventura. Tras la posibilidad de nuevos desengaños y frustraciones en este mar de melancolía, emerge la esperanza tras el horizonte». Así dice la invitación de la compañía toda una hermosa declaración de intenciones a presenciar el montaje con el que culminará la celebración de su aniversario y con el que vuelve a sus orígenes, la Tragicomedia llamada Nao damores, a la que deben su nombre y su razón de ser, pues a su autor, el portugués Gil Vicente, lo llevan marcado en el ADN.

Si alguien osa pensar que quince años son una cifra poco redonda, Ana Zamora tiene una respuesta tan rápida como enérgica. «Para el ámbito teatral, y con las dificultades con las que la profesión se está encontrando, en este entorno de difícil subsistencia que está teniendo el oficio resulta no redonda, redondísima». Además, añade, «en este momento es bastante complicado mantener el concepto de compañía teatral, que parece que hemos entrado en una dinámica donde todo el mundo trabaja de freelance, como puede, y nosotros hemos conseguido seguir orientando nuestro trabajo desde el concepto de los equipos artísticos estables. Así que había que celebrarlo, por supuesto». Así que, para abrir boca, se han trasladado al teatro de La Abadía invitados por José Luis Gómez, donde han impartido un curso de iniciación a la puesta en escena medieval renacentista y donde representan hasta el 8 de mayo dos de sus obras, Triunfo de amor y desde el pasado jueves, Penal de Ocaña, que narra la historia de la abuela de Zamora, María Josefa Canellada.

La primera, de Juan de la Encina, «es un espectáculo que no se había hecho en Madrid y que es relevante porque es nuestra incursión en el autor más importante, o más famoso al menos, del barroco español». Con la segunda «inauguramos una línea de creación alternativa que se llama Navegando hacia el presente». Una elección que supone, indica la directora, «un hito, porque de alguna manera es un díptico que permite hablar de cuál es la trayectoria, o ese arco que hemos abordado a lo largo de estos quince años».

«Lo que sí queríamos añade era celebrarlo trabajando y sin grandes alaracas ni fuegos de artificio, si no en la misma onda en que hemos ido trabajando siempre, pero haciendo cosas puntuales que pudieran ser de alguna forma conmemorativas», resume. Aunque no se trate de una justificación, Zamora califica su estancia en Madrid como una «cita indispensable». «Teníamos esta oportunidad de trabajar en concepto casi de compañía residente», una condición en la que suceden al trío de moda del teatro español, Miguel del Arco, Alfredo Sanzol y Andrés Lima, que el año pasado la ostentaron bajo el paraguas del Teatro de la Ciudad.

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En la charla sale a relucir la segovianidad de Nao damores, algo de lo que siempre han presumido. «Estamos superorgullosos de ser una compañía residente en Segovia y además creemos que nuestra identidad va unida a esa cosa de extrarradio, de poder vivir apartados de la urbe de la capital de España, donde se trabaja con otros ritmos, con otras calidades. Y nosotros hemos emprendido nuestro trabajo desde Segovia siempre, pero nunca nos hemos desvinculado de poder salir y trabajar de pequeño hacia grande, de lo interno a lo externo, de lo rural a lo internacional».

Pero hay otro aspecto del que Ana Zamora se siente aun más orgullosa, el haber mantenido su arriesgada apuesta por el teatro prebarroco y haberla sacado adelante. «Cuando empezamos hace quince años todo el mundo pensó que esto iba a ser un experimento de gente muy joven, con una directora recién salida de la escuela, que quería lanzarse a investigar unos textos que tenían una importancia clara y clave desde el ámbito universitario, pero que no valían para ser teatro contemporáneo. Osea para contar o hablar desde hoy, para gente de hoy, a través de esos textos».

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Su pequeña venganza hacia aquella desconfianza tiene más de satisfacción propia. «Algunos se han tenido que callar después de este tiempo, porque lo que hemos demostrado es que si se entra sistemáticamente en los repertorios, se trabaja con rigor, si se remueven las fuentes, si se aúna el ámbito académico con el teatral, el artístico y el universitario, y se recuperan textos que son fundamentales», al final se alcanza el éxito. La directora teatral aprovecha para reivindicar su parcela de trabajo frente a una oferta demasiado plana. «Al final vemos siempre lo mismo, todo el mundo monta siempre lo mismo y está muy bien que la gente repita repertorios, pero hay una parte maravillosa de la literatura dramática peninsular que sirve para hablar de nosotros mismos y que se puede recuperar como teatro puramente contemporáneo, en cuanto a la utilidad contemporánea de esas piezas».

Zamora quiere dejar clara la diferencia entre esa adaptación y la recuperación arqueológica de las obras, «que es lo que nosotros siempre nos hemos negado a hacer y mucha gente cree que hacemos, porque como siempre trabajamos sobre fuentes antiguas, piensan que esto debía ser así. Pues no, no debía ser así, ni parecido, pero hemos seguido un rigor de base que nos ha permitido situarnos en un sitio necesario».

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Y una de las razones de haber escogido ese ámbito es «que estaba sin hacer en este país, y ya que las instituciones públicas no lo han hecho, pues nos ha tocado a nosotros. Y al final trabajamos con una especie como de vocación de servicio público, pero que ha terminado calando en lo social, señala, entre la ironía, la resignación y la satisfacción.

Frente al Siglo de Oro

El desbordante repertorio del Siglo de Oro español ha ocultado en cierta forma el teatro anterior, que recupera la compañía segoviana. Para su directora se trata de un teatro «mucho más íntimo en algunas cosas, muy hasta preteatral en muchas de sus formas, con lo cual no tiene que adentrarse en cierta perspectiva, tengo que decodificar para volver a construir. Y eso es un trabajo extra, es un trabajo apasionante pero difícil y en el que hay que ahondar desde diferentes vías», señala.

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Y como buen capitán se acuerda de su equipo. «Yo he podido hacerlo porque he tenido la suerte de poder ir reuniendo a lo largo de los años un equipo de locos fascinados con todo esto, que han podido aportar su grano de arena para encontrar maneras de contar este repertorio, vías de expresión que no se pueden hacer de un día para otro». Con el tiempo, destaca, además del rigor de la investigación, han acumulado una experiencia que hoy se aprecia en sus montajes. «Nos entendemos con solo mirarnos», proclama.

A Zamora no le gusta mucho hablar de la evolución de su teatro, pero hay una afirmación que suele repetir: «Lo que sí que puedo decir es que sigo igual de fascinada que el primer día. Muchas veces nos dicen pero no os cansáis de hacer siempre lo mismo», y entonces responde que en prebarroco han montado obras desde el siglo XII al XVI, o sea, 400 años de búsqueda. «Quien piense que es lo mismo el Auto de los Reyes Magos que cualquier obra de Gil Vicente indicaría lo mal que están los estudios teatrales y de literatura en este país», zanja.

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Respecto a dónde han llegado, lo tiene más que claro, como lo que busca en su mundo y en el de todos. «Seguimos donde ebemos. Si yo miro atrás estamos justamente donde queríamos estar. No queríamos estar en grandes puestos de poder, sino trabajando. Compaginando estar hoy estar en el teatro de La Abadía y mañana viajando por los pueblos de Valladolid o de Segovia llevando a Gil Vicente al nivel de calidad que hasta ahora, sin hacer concesiones populistas, una cultura que no llega fácilmente».

Esta mujer de teatro que siente el lujo de trabajar «sobre el repertorio que quiero, con quien quiero y como quiero», asegura que le pone más nerviosa «intentar que las abuelas de Coca entiendan lo que estoy diciendo» que estrenar en La Abadía, «que al final es un público burgués que está acostumbrado a ver todo», y reconoce que Misterio del Cristo de los Gascones sigue siendo el espectáculo más emblemático de su compañía, porque con él «tocamos un palo que no es habitual, nos lanzamos a un ámbito experimental muy difícil que podía haber salido muy mal pero salió muy bien». Sin olvidar, claro, que Penal de Ocaña «fue una experiencia casi parateatral, porque es teatro y es vida al mismo tiempo y es teatro documento y es memoria histórica y es memoria emocional».

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Ana Zamora es una persona comprometida y lo demuestra con su trabajo y también cada vez que se manifiesta públicamente. Suele hablar de cosas como responsabilidad individual, capacidad para cambiar el mundo o compromiso personal, cuestiones que «tendrían que estar en todas las personas porque en eso nos deberían formar desde niños», dice sin ponerse de lado. «Para una artista más, tenemos que aceptar la responsabilidad que nos toca, hablar de nosotros, crear espacios de discusión y, sobre todo, generar pensamiento en el espectador». Eso, añade, «es lo que cambia las sociedades» y eso «se puede hacer con cualquier tipo de repertorio si uno se compromete con los propios textos». Una forma de estar ante el teatro y ante la vida: «Yo ahora hago teatro pero si en algún momento algo se me cruza y tengo que hacer otra cosa no tengo ningún problema. Lo que no puedo hacer es venderme», concluye.

En mayo Ana y su compañía se van a Portugal a preparar Nao damores, coproducida con el Teatro de Almada y que se estrenará en España el 5 de julio. Otra obra arriesgada y prometedora. «Espero que todos nuestros lenguajes ya maduros se unan y salga un espectáculo estupendo».

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