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Javier Aguiar
Viernes, 8 de abril 2016, 12:13
«En primer lugar es un homenaje a Cervantes, así que vamos a hablar bien de mi colega», bromeaba ayer José Luis Alonso de Santos antes de protagonizar la segunda sesión del ciclo Cronistas de esta verdadera historia, con la que la Diputación Provincial de Valladolid se ha sumado a la celebración del IV Centenario de la muerte del autor del Quijote. El centro E-LEA de Urueña acogió la charla del dramaturgo, bajo el título Retablo del teatro del mundo visto por Cervantes.
El autor vallisoletano aprovechó la circunstancia propicia para calificar el programa oficial del IV Centenario como «una broma si se compara con lo que se está haciendo en Londres conShakespeare». Es, añadió, «lo mínimo, el reconocimiento a Cervantes es puramente teórico». Si bien, se consoló, «si sirve el año del centenario para que la gente que tiene ciertas inquietudes culturales se acerque a él, pues vale. Cervantes es nuestra Biblia y ahí está, solo hay que acercarse a ella».
Respecto a si la obra teatral del padre de la literatura castellana se representa debidamente en su país, Alonso de Santos no es menos tajante: «Poquísimo, simbólicamente, cuando no hay más remedio... hay obras de Cervantes que no se han representado nunca y otras que se han hecho por grupos aficionados. No hay ni siquiera curiosidad cultural histórica».
Con el resto de la obra del alcalaíno el panorama no mejora mucho a ojos de su colega. «La obra más importante de Cervantes es la segunda parte del Quijote, es el libro reconocido en el mundo entero como el primero de la historia. En España el 90% no es que no lo haya leído, es que no sabe ni de qué trata. De la primera saben lo de los molinos, lo de las ovejas, pero de la segunda, nada, y es la obra literaria más grande del mundo. Yo creo que eso da una idea clara de la cultura española».
Tres actos
La conferencia del dramaturgo comenzó con un prefacio en el que situó histórica y culturalmente la figura de Cervantes y su obra. La charla posterior giró en torno a tres vértices urdidos por el escritor como los tres actos de la estructura aristotélica, relacionándole en cada uno con otros tantos genios de su época. El primero, comparando la visión del teatro del mundo de Cervantes con la de Calderón; la segunda, estableciendo un paralelismo entre su obra literaria y la pictórica de Velázquez, y la tercera, enfrentando su visión de la vida con la de Shakespeare.
Alonso de Santos considera que el autor de las Novelas ejemplares dejó plasmada su concepción teatral en toda su obra, «como expresando en su literatura el gran teatro del mundo que veía a su alrededor». El gran teatro del mundo de Calderón, explicó, viene a decir que «en esta vida todos hacemos papeles para luego llegar a la otra, que es lo único importante. La fe, el destino, es la base de la ideología de Calderón». Por contraste, pintó a un Cervantes «que ya está abriendo el camino del humanismo y una perspectiva diferente que ya está en la modernidad», al hablar de un relato personal del mundo, que ya no consiste únicamente en buscar el camino a la otra vida, «es algo más, es el relato que hace uno de su vida».
A Velázquez puso como ejemplo de la misma expresión cervantina pero desde otra faceta artística. Para Alonso, Los borrachos o Las hilanderas cuentan lo mismo que las obras de Cervantes, pero desde la pintura.
De Shakespeare, dijo, es junto al de Alcalá de Henares, el otro gran inventor de la modernidad y el humanismo, aunque ambos discrepen sobre «el concepto de la historia literaria, el concepto de lo que es el ser humano y sobre qué hacemos aquí». El dramaturgo describió las obras de ambos como «las dos grandes respuestas a la existencia humana», cada una de ellas desde unas de las dos culturas predominantes en es momento, la inglesa y la española. «Las dos son valiosísimas pero completamente antagónicas», aclaró.
Para el bardo, como dice al final de Hamlet después de la vida no hay más que silencio. También en Macbeth encuentra otra prueba de su argumento: «La vida es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y furia que nada significa». «Shakespeare es el gran pesimista, que se asoma al abismo y dice que hay que mirarle de frente porque no hay nada más, y a partir de ahí, hacer cada uno su vida. No hay salida».
El relato, como psicoanálisis
Por contra, Cervantes sí encuentra una salida, que es el relato. «Casi nos da una salida psicoanalítica, relatemos nuestras desdichas, hagamos un relato de ellas, porque al hacerlo ya estamos creando nuestra personalidad, que, en su caso, sería el Quijote». Si la ideología de Shakespearre pasa por el valor de aceptar lo trágico como destino humano, la de Cervantes se resume en una frase extraída, precisamente, de la segunda parte de El Quijote: «Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible». Dios pierde importancia y la gana el hombre.
Para Alonso de Santos aunque Cervantes expresa todo lo explicado en El Quijote, «lo hace con metáforas del gran teatro del mundo. Está todo el tiempo hablando de los papeles que hacemos en nuestra vida». En toda su obra aprovecha los recursos del teatro y, por ello, concluyó, «sin el teatro de Cervantes hubiera sido imposible su novela», finalmente, la mejor del mundo.
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