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José Luis Alonso de Santos.
Alonso de Santos: «Nos encierran en un marco miserable cuando la vida es enormemente bella»
José Luis Alonso de Santos. Dramaturgo

Alonso de Santos: «Nos encierran en un marco miserable cuando la vida es enormemente bella»

El autor vallisoletano recupera ‘En el oscuro corazón del bosque’ para imprimir desde la dirección el auténtico sentido de su obra

Javier Aguiar

Miércoles, 9 de marzo 2016, 16:12

Es uno de los autores españoles más leídos y más representados. Hace siete años estrenó En el oscuro corazón del bosque, una obra personal y poética que habla de la necesidad del amor, y que fue coproducida, entre otros, por el Teatro Calderón, la Diputación Provincial de Valladolid y la Junta de Castilla y León. Cuenta la historia de dos viejos gatos que rememoran sus vidas en un caserón que va a ser derruido y de una joven pareja que anhela su futuro. El autor no quedó satisfecho con el resultado así que ha decidido tomar las riendas del asunto y hacerse cargo de la dirección de su texto, que estrena pasado mañana en las Naves del Español de Madrid.

¿Por qué recupera una obra estrenada hace tan solo siete años?

Por dos razones. Hay obras con las que te quedas más a gusto y otras con las que te quedas más a disgusto. Cuando se hizo esta obra no llegó a Madrid por determinadas razones. Yo no estaba de acuerdo con el montaje. A los autores nos hacen las obras y a veces coinciden más con lo que queremos decir y a veces no. Y esta no era lo que yo quería. Y se me quedó la espina de que tenía otra idea sobre ella. De repente recibí un encargo para dirigir una obra en el (Teatro) Español y, como me apetecía mucho, dije: «esta es la mía».

¿Por qué no le convenció?

Hay veces que para pasar de la metáfora textual a la metáfora visual, al escenario, los actores, bueno, los directores se acercan más mientras que otras se alejan. Pasa igual cuando hacen a Lope de Vega o a Shakespeare, que pueden acertar o no. Yo tenía la sensación terrible de que se habían alejado mucho y quería hacer mi obra. En resumen, yo dirijo esta obra para tratar de pasar al escenario lo que creo que está en el texto y que no salía la vez anterior.

De su texto han dicho que está lleno de poesía...

Bueno, ese es el elemento... mire yo soy un autor mayor que he hecho muchas obras, a veces un poco desde fuera pero otras son más testimoniales, es dar tu sentido de la vida, tu relato de la vida. Y también quiero en este momento un poco chato de la política, de la cultura y de España dar una visión más poética, más amplia. No todo es un callejón pequeño. El relato que me hace mucha gente de lo que es la vida a mi no me conforma. Tengo otra idea de lo que es la vida, y precisamente esta obra entra en el territorio de la razón poética, porque además de la razón política, personal, etc, hay una razón muy importante en la vida, que es la belleza, el amor, la sensibilidad, que son cosas que parece que no están de moda, pero eso no quiere decir que no existan. Me apetecía enviar un mensaje poético de una dimensión sensible y mágica al escenario.

«El amor es necesario para encontrar la verdad», dice Marga Piñero en el prólogo de su libro.

Más que la verdad es un problema de la cohesión de la realidad. La realidad es muy compleja, tiene muchos campos, el espacio, el tiempo, nuestra vida, los momentos, y la cohesión de todo eso se realiza por medio del amor. Eso es lo que cuenta la obra. Y cuando falla eso pues nos descohesionamos, nos rompemos. El individuo empalma un poco sus sensaciones, sus recuerdos, sus vivencias y sus ilusiones por medio del amor y cuando se queda solo lo único que tiene es depresión y melancolía. Ese es el juego: hasta qué punto es necesario sentir para tener un vida plena, de eso hablamos.

Mozart tiene un papel importante, ¿no es así?

Sí, hay dos ejes en la obra, que transcurre alrededor del libro Meditaciones de Marco Aurelio, que también es un tratado sobre el sentido de la vida, y la música de Mozart. Empieza y termina con Mozart porque precisamente Mozart transmite en su obra esa sensibilidad, esa plenitud ante los problemas de la vida de los que hablaba antes. Mozart aporta dimensiones que otras cosas no te las pueden aportar. La relación entre esos dos polos, Marco Aurelio y su estoicismo, por un lado, y la sensibilidad, el amor a la vida y el canto a la existencia de Mozart, por otro, son un poco las dos piernas de la obra.

Alguna crítica cuestionó ciertos diálogos del primer montaje por su extensión, ¿qué piensa de eso?

Yo creo que no es que fueran sino que los hacían excesivamente largos. Cuando hablas de que la vida es triste y dura eso no quiere decir que no sea maravillosa. La dureza real de la vida no quita que podamos hacer un canto a la existencia. Por ejemplo, en la escenografía que hemos elegido preside el escenario un árbol enorme que es el árbol de la vida. Alrededor de ese árbol lleno de hojas maravillosas va sucediendo la peripecia de los personajes. Las plantas y la naturaleza nos dan un mensaje cada día de cómo se nace, se sufre, se muere, se nace otra vez, de cómo se sobrevive uno a sí mismo. Ese canto a la vida tan duro, tan sorprendente y tan mágico que es la naturaleza. Lo que yo he tratado de aportarle a la puesta en escena de mi obra es la alegría de vivir. Esa dimensión mágica y maravillosa que tiene sentir la vida a tu alrededor, como la naturaleza.

¿Qué otros elementos ha aportado a la escenografía?

La obra es sobre un viejo caserón que van a tirar, porque el tiempo siempre tira lo anterior, todo lo destruye, pero según lo va destruyendo se van construyendo otras cosas. Cuesta trabajo ese regenerarse, ese renacerse como el Ave Fénix, pero es básico, es ley de vida. Nacer, desarrollarse, crecer y morir. Es la esencia de nuestra vida y el que no lo acepte es que no está en en ella sino en otra que se ha fabricado para él. Y ese es el juego poético y por eso en el escenario está por un lado el viejo caserón que va a ser derruido y, por el otro, el árbol de la vida, que no se puede derruir, se caen las hojas y nacen otras. En ese contraste está todo el juego escénico.

La nostalgia y la esperanza...

Exactamente, esas son las dos palabras claves del montaje. La nostalgia, la pérdida, el recuerdo están ahí siempre, la destrucción, pero mientras tanto sale el sol cada día, la juventud vive una nueva vida y todo empieza de nuevo. Todo el montaje, toda la metáfora de mi obra, se sitúa en ese paso que hay entre la nostalgia del pasado y la esperanza del futuro.

Hacía mucho tiempo que no dirigía una obra suya.

Sí, porque dirigir una obra tuya es implicarte muchísimo. Cuando tus obras las hacen otros coges distancia, pero cuando te implicas así, ¡madre mía! Estás ahí cada momento, con cada cosa, con cada luz... escribes no solo con las palabras, con las luces, con las emociones... Pero estoy muy contento porque he hecho lo que yo quería y, bueno, el arte es una fiesta y los que participamos de él somos un poco los médicos de guardia del espíritu y tenemos que estar alegres y contentos porque ayudamos a los demás, a los que vienen muy deteriorados espiritualmente. Además siempre es un placer dirigir una obra con actores estupendos y la gente que he tenido alrededor. Ha sido un placer.

Parece que si hay un nuevo gobierno bajará el IVA cultural...

Lo peor de ese tema, con ser malas las dificultades económicas que causa, es que nos hace hablar de él. Constantemente estamos hablando de miserias. Nos encierran en un marco miserable cuando la vida es enormemente bella y maravillosa. Lo del IVA es un despropósito, ya está. Tenemos el IVA cultural más grande del mundo. Es un claro ataque a la gente de la cultura por un enfado. Es una estupidez y va a caer porque no tiene sentido.

¿Quitar la pensión a los escritores forma parte del mismo ataque?

A mi eso me perjudica pero es un tema más complejo. Entiendo que haya diversos puntos de vista, pero en lo del IVA, no. Afecta a muy poquitos y l otro afecta a la cultura.

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