Ondas magnéticas

M. J. Pascual

Sábado, 12 de diciembre 2015, 10:58

Son las fuerzas telúricas, bien claro que lo he visto en Cuarto Milenio. Teníamos que habernos mudado a un pueblo sin castillo, que ya es bastante el pozo de energía que suman tantas iglesias en Desdorado pero mi tía, como una mula, que no y que no, que con los pies por delante le sacaban de su casa.Ni sobornándola con pagarle una plaza en esa residencia de ensueño que acaban de abrir a las afueras. Y claro, tenemos la casa frente por frente de la dichosa fortaleza medieval, que la tenían que haber dejado como estaba, en ruinas. Que ellos no perdonan que lo removieran todo con la reconstrucción, para luego dejarlo como un Exin Castillos, al gusto de turistas sudorosos.

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Les han despertado y ahora ni descansan ellos ni nosotros, porque su morada de siglos ya no la sienten suya. Así que se escapan en cuanto cae la tarde, chisporrotean volando como las pavesas de los rastrojos y se introducen por ventanas, puertas, patios y bodegas. Pican el vino, despiertan a los bebés en mitad de la noche, provocan cortocircuitos, averían congeladores y los coches no arrancan. Todos los vecinos las sufren, pero nadie se da cuenta de que son ellos y no nos van a dejar en paz.

La cosa, para mí, se agravó hace tres meses. Desde hace tres meses que me secuestran las ondas magnéticas y estoy reuniendo pruebas para demostrarlo, porque me he informado y están terminantemente prohibidas por la Ley. Por eso me he decidido a ponerlo en conocimiento de la autoridad competente y denunciarlas. Hace tres meses que estoy vagando, huyendo de las dichosas ondas, he tenido que abandonar mi casa y mi pueblo, pero ellas me han seguido hasta Valladolid, no consigo despistarlas y ya no puedo seguir así, soportando dicha tortura. ¡Haga algo, señoría, por el amor de Dios, que no quiero que me lleven otra vez!

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